Otras miradas

El virus de la desregulación financiera

Damien Carême, Karima Delli, Sven Giegold, Claude Gruffat, Philippe Lamberts, Mikulas Peksa y Ernest Urtasun

Eurodiputados y eurodiputadas del grupo Verdes/ALE

El virus de la desregulación financiera*Damien Carême, Karima Delli, Sven Giegold, Claude Gruffat, Philippe Lamberts, Mikulas Peksa y Ernest Urtasun, eurodiputados y eurodiputadas del grupo Verdes/ALE.

"Nunca se debe desaprovechar una buena crisis". Este famoso dicho, a menudo atribuido a Winston Churchill, da mucho que pensar durante estos momentos tan agitados. Pero puede llevar a interpretaciones opuestas. Para algunos, los tiempos turbulentos son oportunidades para romper con lo de siempre y abrir la puerta a reformas progresistas. Para otros, es una ocasión para retroceder. Como cabe esperar, los lobbies financieros prefieren un retroceso normativo que les permita volver a campar a sus anchas. De hecho, llevan desde el estallido del coronavirus presionando a las instituciones europeas para obtener flexibilización reglamentaria para bancos e inversores profesionales.

Oficialmente, el objetivo es apoyar las inversiones en la economía real para contribuir a la recuperación europea. Pero la realidad es que muchas de las demandas del sector financiero pretenden debilitar las regulaciones sobre la banca y los mercados financieros. Los acontecimientos recientes a nivel de la Unión Europea muestran que la presión de los lobbies está dando resultado.

Cambios imprudentes en las normas prudenciales

En lo que a la banca atañe, la Comisión propuso un paquete de medidas legislativas para relajar las normas sobre requisitos de capital el 28 de abril del 2020. Un mes después, una mayoría del Parlamento Europeo – formada por Conservadores, Socialdemócratas, y Liberales – no solo apoyó la propuesta de la Comisión, sino que introdujo ajustes adicionales a estas normas.

Estos favores especiales a la banca acarrean problemas por tres motivos. Primero, la flexibilidad que se otorga en algunos casos al paquete es innecesaria e indeseable, como por ejemplo la decisión de retrasar la aplicación de contabilidad internacional en el capital de los bancos. Tal y como sostiene Nicolas Véron, un experimentado investigador del Bruegel Institute, romper el termómetro para medir la salud de los balances bancarios en medio de una crisis, no aporta nada bueno. De hecho, permite a los grandes bancos esconder malas noticias y avanzar sigilosamente hacia el "estado zombie", aquel en el que son incapaces de existir sin ayuda gubernamental, que tanto vimos después de la crisis de 2008.

Segundo, estos cambios de las normas bancarias no conllevan condicionalidad alguna sobre la responsabilidad corporativa de los bancos. Hasta ahora, el Banco Central Europea (BCE) solo ha recomendado a los bancos que no hagan cosas tan incomprensibles en este contexto como la suspensión de pagos de dividendos, recompra acciones, o unas retribuciones variables excesivas. Además, los bancos continúan pagando sus intereses a través de los llamados bonos contingentes convertibles, conocidos como CoCos. Quienes invierten en estos instrumentos reciben una gran compensación por aportar capacidad de absorción de pérdidas en tiempos de crisis. Frente a las inminentes grandes pérdidas, estos pagos deben suspenderse inmediatamente para fortalecer el capital bancario. Pero no hay una mayoría en el Parlamento Europeo y entre los Estados Miembros para hacer que estas condiciones sean vinculantes.

Tercero, estas medidas de flexibilidad reglamentaria se añaden a las medidas que ya se llevan implementando desde mediados de este mes de marzo. A los bancos de la Unión Europea se les ha concedido un significativo alivio de capital (120.000 millones de euros), permitiéndoles operar temporalmente bajo los niveles de capital que deberían tener para evitar caídas repentinas en el valor de sus activos. Además, normalmente se benefician de esquemas con garantías de los Estados Miembros, que se comprometen a ser garantes de la mayor parte de pérdidas de las líneas de préstamos a empresas en dificultad que se han promovido en el contexto del COVID-19. Asimismo, los bancos reciben un cuantioso apoyo monetario del BCE, cuestión que genera la siguiente preocupación: experiencias pasadas han demostrado que la mayor parte de la liquidez que se ha puesto a disposición de los bancos se ha solido desviar a la creación de 'burbujas' en los precios de los activos, en vez de destinarse a financiar la economía real.

Además, el sector bancario de la Unión Europea ya cuenta con numerosos incentivos tanto para conceder créditos a particulares y empresas como para reforzar su resiliencia a la crisis: acceso a amplia liquidez, garantías públicas, y alivio de los requisitos de capital. Si bien no hay ninguna justificación racional para continuar rebajando los requisitos, sí que existe una gran necesidad para condicionar estrictamente las ayudas que ya se han concedido al sector bancario y asegurar que los accionistas e inversores de riesgo actúan con responsabilidad.

Un plan de recuperación que favorece la especulación financiera

Para los banqueros, el dinero que ganan nunca es suficiente. La cantidad de normas siempre están de más. Continuando con su estrategia de debilitar las regulaciones bancarias, los lobbies financieros ya han dado el siguiente paso: rebajar las exigencias del código normativo de los mercados financieros.

Los primeros frutos de sus presiones ya se empiezan a hacer evidentes. El mes pasado, la Comisión distribuyó entre los Estados Miembros y los eurodiputados informe proponiendo relajar algunos requisitos para inversores profesionales e instrumentos financieros.

Algunos de los cambios propuestos – todavía están siendo discutidos en los servicios de la Comisión – pueden facilitar la posterior crisis de flujos de inversiones, pero otros tan solo desatan la especulación financiera. Dos de las medidas son especialmente preocupantes.

Para empezar, la Comisión está considerando debilitar el régimen europeo de los límites a las posiciones especulativas, que tiene como objetivo frenar la especulación en los precios de alimentos y otros productos (como gas, petróleo, metal...). Lo que es más preocupante es que estas regulaciones – que delimitan las posiciones financieras que los traders pueden mantener en los mercados derivados de materias primas – ya fueron severamente rebajadas por la Comisión hace tres años, al adoptarse estándares técnicos muy polémicos.

En segundo lugar, la Comisión también está contemplando la posibilidad de aminorar el régimen de titularización de la UE, que ya ha sido criticado anteriormente por su fracaso a la hora de prohibir las formas de titularización más dañinas. De hecho, esta fórmula de ingeniería financiera – que consiste en transformar préstamos distribuidos por bancos en títulos de deuda que los inversores pueden comprar y vender a su voluntad – fue la raíz de la crisis de las subrpime que tuvo lugar en Estados Unidos en el verano del 2007.

¿Existe la vacuna contra la irresponsabilidad política?

Si bien la mayoría de actividades se ha ralentizado drásticamente como consecuencia de la crisis ligada al coronavirus, la velocidad de la desregulación financiera, por el contrario, ha crecido durante las últimas semanas. Los lobistas del sector financiero usan la pandemia como pretexto para acelerar el retroceso que ha estado en marcha durante los últimos cinco años.

Hasta la fecha, la mayor parte de los responsables políticos de la UE han sido muy complacientes con las demandas de la industria financiera. Así pues, los riesgos sistémicos aún están presentes en el sistema financiero.

Cualquier intento de endurecer las reglas financieras en medio de la actual crisis sería inoportuno, de la misma forma que sería irresponsable tomar medidas que alivien desproporcionadamente las regulaciones. Por lo tanto, nuestra obligación es encontrar el equilibrio perfecto. Esto implica, por lo menos, descartar las demandas injustificadas de la industria financiera y condicionar estrictamente aquellas que se estime que han pasado por los procesos democráticos apropiados. A cambio del alivio de capital, los bancos deben parar de inmediato los pagos de dividendos (incluyendo los intereses pagados en los llamados bonos CoCos), las recompras de acciones y retribución variable anual hasta finales del 2021.

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