Otras miradas

Salvini comparándose con Berlinguer... ¿Se atrevería Abascal?

Miguel Guillén Burguillos

Politólogo

Salvini comparándose con Berlinguer... ¿Se atrevería Abascal?Leo con sorpresa y estupor que Matteo Salvini, líder de la Lega, se ha atrevido a compararse con Enrico Berlinguer, histórico secretario general del Partido Comunista Italiano (PCI). Según Salvini, "los valores de una cierta izquierda que fue, la de Berlinguer, del trabajo, de los artesanos, ahora los recoge la Lega". El secretario del Partito Democrático, teóricamente heredero (al menos en parte) del PCI, Nicola Zingaretti, se ha apresurado a afirmar en las redes sociales que le daba pena que Salvini se comparara con Berlinguer, e invitaba al líder de la Lega a llamar al 118 (el teléfono de emergencias médicas en Italia). Todo viene a raíz de la apertura de un nuevo local de la Lega en Roma, en la histórica Via delle Botteghe Oscure, donde durante cincuenta años tuvo el PCI su mítica sede. Los periodistas preguntaron a Salvini por el simbolismo de la decisión de abrir oficina en esta calle y el político milanés, que no acostumbra a tener pelos en la lengua ni a dejar indiferente a nadie, osó citar a Berlinguer y el PCI. ¡Boom!

Cuando incluso la ultraderecha italiana reivindica los valores de aquella izquierda que representaba el PCI, las gentes de izquierdas podemos reaccionar, así a bote pronto, de dos formas distintas: la primera, desde las tripas, indignándonos porque un dirigente como Salvini reivindique a Berlinguer y al PCI. ¡Pero qué se habrá creído! ¡Sacrilegio! Y la segunda, deteniéndonos a pensar diez segundos, intentando adivinar qué ha debido de pasar para que el máximo dirigente de la Lega considere positivo hablar de Berlinguer y el PCI para captar votantes. Porque a muchos jóvenes les quedará muy lejos o quizás ni les suenen estos nombres, incluso a cargos públicos y dirigentes de partidos de izquierdas en Italia y en toda Europa. Y quizá aquí encontremos una de las respuestas: desde determinados sectores de nuestras izquierdas se han perdido de vista, se han desechado alegremente, los valores, el trabajo y el bagaje de referentes históricos como sin duda lo fueron Berlinguer y el PCI, como también los hay en las Españas y en todo el mundo. ¿Qué ha pasado para que los militantes, incluso los dirigentes de hoy no conozcan en profundidad los orígenes políticos de las izquierdas?

El PCI fue el partido comunista más importante de Europa occidental, un auténtico quebradero de cabeza para quienes veían en el comunismo la mayor de las amenazas internacionales. El apoyo popular del PCI era inmenso y representaba una auténtica alternativa de gobierno en Italia, a pesar de que nunca llegó a dar el sorpasso a la Democracia Cristiana, más allá de la victoria en las míticas europeas de 1984, cuando el gran Berlinguer murió en plena campaña después de un ictus sufrido en pleno mitin electoral en Padua. La grandeza del PCI fue que recabó el apoyo popular de amplias capas de la sociedad, más allá de aquellas personas que podían sentirse verdaderamente "comunistas". Representaba mucho más que un partido comunista al uso, era una auténtica organización de masas, bien implantada en la sociedad, hegemónica, y Berlinguer tenía un papel fundamental, como ejemplo de dignidad, seriedad y referencia. Y eso Salvini lo sabe: sabe que si algún día quiere ser presidente del consejo italiano debe ampliar la base social de la Lega. No me parece que el PCI sea un mal ejemplo a seguir.

Cuando nos reclamamos de izquierdas, o comunistas, o anticapitalistas, o ecologistas, o feministas, o lo que sea, podemos correr el riesgo de que mucha gente sienta que se queda fuera, que eso no va con ellos o con ellas. Entiéndaseme bien: eso no quiere decir que dejemos de ser de izquierdas, o feministas, o que desechemos cualquier otra identidad. Ni que dejemos de reivindicarlo públicamente. Eso significa que una organización que aspire a alcanzar la mayoría electoral (la mayoría social es otra cosa) debe interpelar inteligentemente al pueblo con un mensaje inclusivo, basado en valores consensuales, en el sentido común. Obviamente sin dejar de ser de izquierdas. Y la crisis del coronavirus nos puede brindar una oportunidad de oro. ¿Alguien se atreve a atacar públicamente el papel de los servicios públicos? ¿Alguien se ha atrevido a votar en contra del ingreso mínimo vital?

No creo que ninguna organización política española se pueda comparar al PCI, porque además el momento histórico que nos toca vivir es otro, pero sí creo que debemos estudiar en profundidad los ejemplos y referentes que nos ofrece nuestra historia. Y que Salvini reivindique el PCI o una figura tan importante como Enrico Berlinguer creo que debe servir como toque de atención.

La tradición de izquierdas española, y particularmente la catalana, ha tenido siempre un ojo en el trabajo y la lucha de los camaradas italianos. Eso Pablo Iglesias sé que lo tiene clarísimo, en gran parte gracias al maestro Manolo Monereo. Gramsci, Togliatti, Berlinguer... Todos ellos siguen siendo referentes, pero convendría que su legado no cayera en el olvido con la inevitable amortización de generaciones. Por eso es tan importante que los cuadros de las organizaciones políticas de izquierdas estén en continuo proceso de formación, por eso es tan importante que algún día exista también una FAES de izquierdas, como ha dicho alguna vez el profesor Juan Carlos Monedero, a quien cada vez que veo no me canso de recordarle la idea. La formación en historia de las izquierdas, del movimiento obrero, se me antoja fundamental, porque conviene conocer el trabajo de quienes nos precedieron. Quizá se quiere huir de esa herencia de forma intencionada y consciente, porque uno puede no sentirse parte de esa tradición. Entonces no tendría nada más que añadir. Mi punto de vista es que la innovación y la adaptación a los nuevos tiempos deben ser fundamentales, y de hecho esta idea es profundamente marxista, pero eso no es óbice para que se pueda aprovechar todo lo bueno, que fue mucho, de las luchas que hubo en el pasado. Entiendo que en el caso por ejemplo de Unidas Podemos y sus organizaciones hermanas confluyen diferentes tradiciones políticas, algo que sin duda es positivo, pero precisamente esa riqueza basada en el mestizaje ideológico hace que existan más referentes humanos y organizacionales. Y hay que recuperarlos, actualizarlos y estudiarlos. Todos ellos, sin sectarismos, adanismos ni providencialismos.

Daniel Bernabé  viene advirtiendo desde hace algún tiempo que las izquierdas están intentando hacer política en el ámbito que marca el neoliberalismo, aceptando sus reglas (individualismo, consumismo) y abandonando aquello esencial que podía unir a las clases populares, como por ejemplo el conflicto entre capital y trabajo. "La trampa de la diversidad", se titula el libro donde Bernabé lo explica extensa y claramente. Se han desechado aquellos sujetos políticos tradicionales y se ha optado en gran medida por las políticas basadas en la identidad. Llegaron las llamadas guerras culturales, conflictos alrededor de los derechos civiles y representación de colectivos que no sitúan lo problemático en lo económico o lo laboral, sino en campos meramente simbólicos: matrimonio homosexual, memoria histórica, lenguaje de género... Eso no quiere decir, como injusta y mediocremente han afirmado algunos críticos de los postulados de Bernabé, que todo esto no sea importante. Lo es y mucho, pero se pone el foco en aquello que nos diferencia, y no en lo que nos puede unir. Se exageran nuestras especificidades y se obvia la identidad de clase. Las clases populares no pueden sentirse huérfanas de opciones políticas y plantearse optar por la derecha, la ultraderecha o directamente la abstención.

Al final, ¿acabará pasando que Santiago Abascal se atreva a reivindicar la lucha del PCE y CCOO y cite a Santiago Carrillo o a Marcelino Camacho? Lo dudo, sinceramente. Pero tanto da. El caso es que cuando cualquiera se puede reivindicar "de izquierdas", ya nadie lo es. Cuando ello se convierte en un significante vacío, cualquier persona puede reivindicar cualquier cosa, todo se desnaturaliza y todo sirve. O nada. Cuando la ultraderecha habla de sentido común uno ya no sabe eso qué es. Y considero que hay que tener en cuenta que cuando perdamos de vista nuestros referentes, estaremos absolutamente perdidos. La extrema derecha acechará, interpelando a las clases populares, articulando un discurso plebeyo, anunciando incluso que organizará sindicatos al margen de los existentes, como ya está haciendo. Apelando al sentido común. Antes de que sea demasiado tarde, antes de que Vox abra una sede en la calle Olimpo de Madrid, pongámonos manos a la obra.

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