Conocí a José Manuel García Margallo en la legislatura de 1986. Formaba parte del PDP, se colocaba en los últimos escaños de la Cámara y era un buen parlamentario. Había estudiado en los jesuitas de Donosti, en la Universidad de Deusto y ese dato me lo repetía cada vez que nos veíamos. Tenía obsesión por Sabino Arana y por Arzallluz y se declaraba monárquico y de extremo centro.
Creo era más de lo primero que de lo segundo. Y democristiano solo de cintura para arriba. Viajé con él a Guinea Ecuatorial en 1988 y establecimos una buena relación personal que se perdió cuando fue ministro de Rajoy. Posteriormente fue elegido eurodiputado en el Grupo del PPE y en 2011, con mucho misterio, nos invitó a Carles Gasoliba de Convergencia, Jordi Casas de Unió y a mí mismo a su casa de la calle Zurbano en Madrid. Estuvo asimismo Luis de Grandes que había sido portavoz del PP en el Congreso en tiempos de Aznar. Quería saber nuestra percepción de Rajoy y si nuestros partidos le apoyarían en caso de no obtener mayoría absoluta. Lógicamente le dijimos que esa decisión no era nuestra, pero me imagino que ese sondeo le vendría bien de cara a su amistad con Rajoy al que invitaba a navegar en un barco que parece tenía.
Pero en noviembre de ese año 2011 Rajoy obtuvo mayoría absolutísima, 186 diputados y de todo aquello se quedó en nada. Aquel tipo afable, irónico y agudo se convirtió en un tipo distante, arbitrario, frívolo, despreciativo, nada que ver con la persona que había conocido de diputado de base. Si quieres conocer a fulanito, dale un carguito. Hay mucho de eso.
Ante ese cambio tan brutal, tuvimos nuestras trifulcas. Una de ellas a cuenta de su intocable monarca.
Mi obligación era controlarle como ministro de Asuntos Exteriores. Nunca tuvo la menor sensibilidad con una política exterior basada en valores, ni con el drama venezolano, ni con la construcción de Europa en serio y solo le interesó neutralizar el Procés catalán metiendo horas con los embajadores y viajando, sin publicidad, a los países bálticos y al Vaticano para neutralizar la acción exterior catalana. Para colmo se llevaba fatal con su secretario de estado Méndez de Vigo y aquello no fue nada bien. Parece mentira que una cabeza bien amueblada fuera tan poco serio en todo, salvo en su rancio concepto de la españolidad, más propia del ministro de Franco Fernando M. Castiella.
Que no, que sí... el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, no quería aclarar cuál era su versión definitiva sobre sus posibles encuentros con Corinna zu Sayn-Wittgenstein y los posibles encargos del gobierno español para que la "amiga entrañable" del Rey mediara ante los Emiratos Árabes. Primero lo negó todo: "No tengo noticias de esas gestiones, no sé a qué periodo se refieren", dijo el ministro, que posteriormente echó balones fuera, más bien a la portería de los socialistas: "Es que no tengo ni la menor idea. Eso, como usted sabe, corresponde a un periodo anterior al Gobierno del PP". Llegó incluso a negarlo en sede parlamentaria, cuando en el Senado, a pregunta mía en el pleno, me negó enfáticamente "que ni el Gobierno actual ni el anterior encargaron trabajos de ningún tipo" a la lobista alemana. Mentía descaradamente.
Sin embargo, después de que El Mundo revelara los encuentros con Corinna, un portavoz autorizado de García Margallo reconoció que efectivamente se había reunido con la "amiga entrañable" de su campechano monarca.
Dos encuentros de carácter privado
Fueron "dos encuentros de carácter privado", aunque el ministro negó "tajantemente" haber encargado a Corinna gestiones de mediación entre el Gobierno y los Emiratos Árabes. Sin embargo, ¡que mala pata!, El Mundo desvelaba que García Margallo recurrió a la amiga del Rey para que mediara ante Abu Dabi hacía apenas unos meses, con el fin de intentar calmar a los inversores árabes tras la rebaja de las ayudas a las energías renovables por parte del Ejecutivo. El primer encuentro habría tenido lugar en noviembre del año anterior, una comida en Madrid, en un sitio fuera de la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores, que no fue un restaurante. El segundo, más breve, fue en diciembre.
"No me consta"
García Margallo dijo que él no había encargado nada a Corinna, sin embargo, no desmintió que se hubiera hecho dicha mediación, ya que al respecto se limitó a contestar que a él no le constaba.
En las reuniones mantenidas en noviembre y diciembre por García Margallo con Corinna aquel le habría entregado a la princesa documentos del Ministerio de Industria, entre los que se incluían manuscritos del ministro José Manuel Soria, para preparar la posición española ante la cumbre energética de Emiratos Árabes.
Sobre este asunto, Soria, en la misma línea mentirosa dijo que él no le dio "documentación a Margallo ni Margallo me la pidió a mí" y sobre los encuentros del ministro de Exteriores puntualizó que "si él se ha reunido" con Corinna "será él quien pueda aclararlo".
No aclararon nada y nadie les exigió responsabilidades por mentir. Si al ministro Javier Solana el rey le condecoró con el Toisón de Oro, siendo socialista y si todos los ministros de Asuntos Exteriores cubrieron al rey, en el caso de Margallo este no solo lo cubrió sino mintió en sede parlamentaria.
Destaco el hecho porque es uno de los asiduos a los platós que en las televisiones nos da clases de ética política y de cómo ha de funcionar la democracia siendo un auténtico encubridor de fechorías de todo tipo.
Comparecencia de Sanz Roldán
La noticia saltó justo el día en que director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) el general Félix Sanz Roldan, compareció ante la Comisión de Gastos Reservados del Congreso para informar sobre la relación de Corinna zu Sayn-Wittgenstein con los servicios de inteligencia. Así lo había solicitado Izquierda Plural (IU, ICV y CHA) tras las declaraciones de la lobista alemana a El Mundo, cuando aseguró que había trabajado para el Gobierno español en asuntos "delicados y confidenciales". La comparecencia fue a puerta cerrada y a ella asistieron un miembro de cada grupo: Alfonso Alonso (PP), Soraya Rodríguez (PSOE), Josep Antón i Duran i Lleida (CiU), Cayo Lara (Izquierda Plural), Rosa Díez (UP y D) y Aitor Esteban (PNV).
Me consta que pidieron explicaciones y que él, un zorro, ducho en el regate en corto, mintió tanto como Margallo en pleno.
Cuando la gente se pregunta el por qué Juan Carlos de Borbón ha podido hacer de su capa un sayo durante cuarenta años, la respuesta es sencilla: porque ha tenido chambelanes de Corte, cortesanos de reverencia, que se lo han permitido todo. Entre ellos, José Manuel García Margallo uno de esos monárquicos españoles del siglo XIX.
Comentarios
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