Otras miradas

¿Quién cuida a quien cuida?

Anita Botwin

Un grupo de sanitarios posa para la foto junto a un lazo de luto por los fallecidos por coronavirus en el Hospital de la Princesa durante la pandemia de Covid-19. E.P./Joaquin Corchero
Un grupo de sanitarios posa para la foto junto a un lazo de luto por los fallecidos por coronavirus en el Hospital de la Princesa durante la pandemia de Covid-19. E.P./Joaquin Corchero

Debajo de su mascarilla se adivina una ligera sonrisa cansada, una sonrisa a medias, de esas que mezclan compromiso y complacencia. Sus ojos cansados, con el eyeliner corrido, quizá no bien definido fruto de las prisas, del cansancio o de los nervios.

"Tiemblo cuando pienso que vamos a volver a lo de marzo", reconoce. Me atrevería a decir que si pudiera, si estuviéramos en otra situación en la que yo no fuera la enferma y ella la enfermera, no podría entonces contener el llanto que se esconde tras sus ojos azules. Intento cambiar de tema y hablar de nuestros pueblos, muy cercanos en Segovia y hasta hablamos del cochifrito y de lo rico que al parecer lo hacen en un bar de mi pueblo.  Creo que tanto ella como yo necesitamos imaginar otro escenarios, otros momentos vividos en los que hemos sido libres y felices. Por salud mental.

Están cansadas y sin refuerzos. Mientras me pongo mi tratamiento para la esclerosis múltiple en el Hospital de la Princesa en Madrid, escucho el nerviosismo generalizado entre las enfermeras. Hablan de lo que vendrá, o de lo que ya está casi casi al caer. Mientras ponen y quitan vías, administran medicamentos, cambian las sábanas, ayudan a comer a algunas personas que no pueden por sus propios medios, comentan cómo están viendo la situación. El año anterior las conversaciones eran variadas y alegres. Este año no se habla de otra cosa y en general hay un silencio que acompaña la mayor parte del tiempo.

Su compromiso es absoluto, pero no creo que puedan volver a aguantar un escenario similar al de marzo. Muchas de ellas no han descansado, ni física ni mentalmente. Necesitan refuerzos, pero no voluntarios ni militares, necesitan un codo a codo con compañeros y compañeras preparados para el trabajo que realizan.

Sin embargo, los profesionales  sanitarios aseguran que no han recibido esos refuerzos de los que hablan las Instituciones. Como mucho, algunos médicos han doblado días y horas, pero no se ha contratado a más personal. Desde atención primaria se está pidiendo a gritos y de manera desesperada que se hagan los contratos necesarios para afrontar esta segunda ola que nos viene. Necesitan ser el doble de los que son y con contratos y condiciones laborales dignas.

Por ejemplo, las sanitarias que se contagien ahora, no serán protegidas laboralmente, no tendrán ninguna cobertura, es decir, sus bajas no serán consideradas enfermedad profesional.

De hecho, los sindicatos han denunciado ya que en lugares como Madrid, Aragón y País Vasco, se están atendiendo ya a unos 80 pacientes al día, que es casi el doble de la media. Además, los profesionales en activo en Atención Primaria son alrededor del 50%, debido a las bajas por contagios, estrés, ansiedad, depresión, ser personal de riesgo y algunas de las vacaciones que aun quedaban por coger.

Todo ello puede terminar desembocando en un estrés postraumático -que ya sufrieron el 53% de los trabajadores durante la primera ola- , un síndrome de agotamiento máximo en el que el sanitario está cansado de ver a tantos pacientes seguidos sin descanso. Mientras, en redes pueden leerse mensajes del tipo "en dos días me incorporo y no quiero ir. El trabajo de mi vida, mi pasión, la enfermería... llevo 20 años trabajando y nunca me había pasado. Siento tristeza, rabia, impotencia. Los sanitarios estamos dejados de la mano de Ayuso".

La ciudadanía también debemos cooperar. Leo en redes quejas del tiempo que se está tardando en recibir un resultado de una PCR. Pero no es contra el personal sanitario contra quien hay que pagar nuestro enfado. Debemos ser capaces de organizar nuestra rabia y dirigirla a quien corresponde. Las agresiones que están sufriendo en los centros de salud, fruto del colapso y la desesperación, es la gota que colma el vaso. Un vaso que estaba muy colmado ya. Las Instituciones les dan de lado, y desde la sociedad civil no debemos hacer lo mismo. Cuidar a quien nos cuida debería ser una máxima.

A la dejación por parte de las administraciones, se suman las conductas irresponsables y los negacionistas del virus, ¡ya estamos todos!.  Y aún así ellos y ellas, los profesionales sanitarios, están ahí, siguen cuidando de todos nosotros, porque esa es al final su vocación. Tal y como la enfermera Maria Ramírez Sánchez dice: "Porque, sigáis o no sigáis las recomendaciones higiénicas y sanitarias, si venís a mi centro de salud, yo os cuidaré igual, quizá me falte la sonrisa en los ojos, pero os cuidaré igual".

A ver si aprendemos el resto a cuidarles a ellos, ya sea mediante la protesta o mediante la responsabilidad ciudadana. Lo están pidiendo a gritos.

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