Otras miradas

Conocer bien el cerebro nos enseña a mejorar el aprendizaje

Juan Pedro Barberá Cebolla

Profesor Máster Universitario en Formación del Profesorado de Educación Secundaria Obligatoria, Bachillerato, Formación Profesional y Enseñanza de Idiomas, Universidad Internacional de Valencia

Shutterstock / Lightspring
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Como educadores, padres o incluso como alumnos, muchas veces nos hemos preguntado cuáles son los entresijos que llevan a que el aprendizaje en determinados momentos se presente con mayor o menor dificultad: por qué unos alumnos aprenden más que otros ante los mismos contenidos y metodologías de enseñanza, por qué se retiene más o menos información, por qué nos encontramos más o menos motivados por aprender... En definitiva, lo que queremos saber es cómo se aprende.

Todos los interrogantes planteados han sido tratados en distintas teorías o modelos teóricos sobre el aprendizaje, los cuales han profundizado sobre las diferentes metodologías pedagógicas de enseñanza, la motivación, las estrategias de aprendizaje, la gestión del tiempo de estudio, los conocimientos previos que se disponen del tema, el aprendizaje significativo o el uso de las tecnologías.

Pero debemos centrarnos en la importancia del conocimiento del cerebro como órgano director esencial para que el proceso de enseñanza y aprendizaje llegue a buen término. Como dijo el psicólogo y neurocientífico canadiense Donald Hebb, "el aprendizaje es una nueva relación que se crea entre neuronas y recordar es mantener esa relación socialmente activa".

Desconocemos los entresijos del cerebro

Fíjense el tiempo que hace que dijo esto Hebb (1950), y todavía no contemplamos en nuestros planes de estudio un apartado o materia transversal dirigida a enseñar a nuestros alumnos cuáles son las interioridades del funcionamiento de su cerebro y qué se puede hacer para sacarle el máximo provecho.

En la última década, y gracias a investigaciones en Neurociencia, hemos alcanzado un notable conocimiento sobre el cerebro. Desgraciadamente, cabe decir que estos conocimientos se han quedado más en los laboratorios que materializados de forma práctica en los planes de estudios y en las nuevas metodologías pedagógicas de las aulas, y prueba de ello es la gran cantidad de neuromitos existentes que indican cuál es nuestro desconocimiento del cerebro.

Lo que saben los profesores

Por este motivo, y con el objetivo de cuantificar cuál es el conocimiento general sobre el cerebro y la prevalencia de esos neuromitos entre el profesorado, hacemos referencia a estos estudios:

  1. El primero se titula "Neuromyths in education: Prevalence and predictors of misconceptions among teachers" y estaba dirigido a una muestra de 242 profesores de primaria y secundaria del Reino Unido y Holanda.
    El profesorado respondió un cuestionario de 32 preguntas elaborado ad hoc para medir la prevalencia sobre los neuromitos. Entre las preguntas formuladas encontramos estos ejemplos: ¿usamos nuestro cerebro 24 horas al día?, ¿los niños deben adquirir su lengua nativa antes de aprender una segunda? ¿si no lo hacen así nunca terminarán de dominar ninguna de las lenguas?, ¿solo usamos el 10 % de nuestro cerebro?, ¿los hemisferios derecho e izquierdo siempre trabajan juntos?
    Los resultados del estudio concluyeron que, en promedio, los profesores creían en el 49 % de los neuromitos, en particular los relacionados con los programas educativos comercializados. Estos hallazgos sugieren que los profesores que están entusiasmados con la posible aplicación de los hallazgos de la neurociencia en el aula tienen dificultades para distinguir la pseudociencia de los hechos científicos.
  2. El segundo estudio es el titulado "Neuromyths in Education: Prevalence among Spanish Teachers and an Exploration of Cross-Cultural Variation". Los participantes del estudio fueron 284 profesores de 15 comunidades autónomas españolas, los cuales tuvieron que responder el mismo cuestionario del estudio anterior.
    El profesorado estaba formado por maestros de infantil, primaria y secundaria, maestros de educación vocacional y maestros que trabajaron en más de un nivel educativo. Los resultados obtenidos fueron similares a los anteriormente descritos.
    Los docentes no reconocieron el 49,1 % de los neuromitos en promedio. Además, el 19,6 % se etiquetaron como "no sé". Los neuromitos más prevalentes fueron:
      • "Los entornos ricos en estímulos mejoran el cerebro de los niños en edad preescolar", según cree el 94 % de los maestros.
      • "Las personas aprenden mejor cuando reciben información en su estilo de aprendizaje preferido", según el 91 % de los profesores.
      • "Los ejercicios que ensayan la coordinación de las habilidades de percepción motora pueden mejorar las habilidades de alfabetización", según cree el 82 % de los maestros.

La necesidad de formar a los docentes en Neurociencia

De las conclusiones de ambos estudios se desprenderían las necesidades de trasladar la investigación en Neurociencia a la comunidad educativa, de colaborar entre las autoridades educativas y los expertos en neurociencia, y de formar al profesorado en Neurociencia con la finalidad de que dispongan de conocimientos científicos que eviten la creencia en neuromitos. Se podrían incluir en los programas iniciales de formación del profesorado cursos de alfabetización en neurociencias.

También sería deseable crear comunidades de profesorado y de escuelas de investigación que permitan la colaboración y el diálogo entre científicos y profesionales de la educación y transferir el conocimiento científico en neurociencias a la Neuropedagogía para que tenga una repercusión directa en la práctica de la enseñanza en el aula y en la mejora del aprendizaje del alumnado.

Hasta que todas estas necesidades se vayan materializando, se podría empezar por que los educadores conocieran aspectos como el funcionamiento del sistema nervioso, anatomía y fisiología del cerebro, la plasticidad del cerebro, el funcionamiento de la atención y la memoria, la motivación, las emociones y estrategias pedagógicas para la realización de clases motivadoras en atención y significativas en adquisición de contenidos curriculares, etc.

Son muchos los artículos científicos, páginas web, blogs etc., en los que se puede encontrar e iniciar la formación en Neuroeducación, pero de entre todas destacamos la de la Asociación Educar para el Desarrollo Humano, que se ocupa de la formación al profesorado en Capacitación Docente y Neurociencias.

Se necesitan clases cerebralmente amigables

Nos encontramos en un momento de grandes cambios educativos en los que nos hemos tenido que adaptar al uso creciente de las tecnologías y, sobre todo, a la no presencialidad en el aula. En este sentido, cobra especial importancia el conocimiento del cerebro como elemento fundamental para mejorar el aprendizaje.

Cuando el profesorado pueda trasladar al alumnado el conocimiento neurocientífico y plasmarlo en las aulas, seremos capaces de crear clases cerebralmente amigables en las que los contenidos educativos tengan mayor relevancia y coherencia y al alumnado le sea más fácil recuperar la información sintiéndose más activo y emocionalmente implicado.


Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation

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