Otras miradas

'Contagio', cine riguroso y ciencia entretenida

Manuel Sánchez Angulo

Profesor Titular de Microbiología, Universidad Miguel Hernández

Steven Soderbergh durante el rodaje de _ Contagio_ IMDB / Warner Bros. Entertainment Inc.
Steven Soderbergh durante el rodaje de _ Contagio_ IMDB / Warner Bros. Entertainment Inc.

La premisa de la que parte Contagio es una frase que dijo el profesor Stephen Morse en 1987: "La Madre Naturaleza es el bioterrorista más peligroso". El guionista Scott Z. Burns y el director Steven Soderbergh decidieron desde el primer momento que el virus de su película debería ser plausible. Nada de escapes de un laboratorio secreto militar, ni de conspiraciones políticas en la sombra, ni de un patógeno supercontagioso que acaba con el 99,9% de la humanidad o de infectados llenos de llagas purulentas.

Burns se entrevistó con el epidemiólogo Lawrence Brilliant, conocido por su trabajo en la erradicación de la viruela. También contactó con Ian Lipkin, virólogo de la Universidad de Columbia, que "diseñó" el virus MEV-1 de la película fusionando dos paramixovirus: uno tan letal como el virus Nipah y uno tan contagioso como el rubulavirus que causa las paperas.

SARS y H1N1 como modelos

En la película, el personaje del profesor Ian Sussman (interpretado por Elliot Gould), es un homenaje a Ian Lipkin. El escenario epidémico se basó en lo que ocurrió con la epidemia del SARS de los años 2002-4, y con el brote de gripe H1N1 del 2009 en la que se dieron situaciones de confinamiento y la aparición de bulos pseudocientíficos en las redes sociales.

Soderbergh realizó esta película con un estilo parecido a lo que hizo anteriormente en Traffic y el mundo de la droga. Entrelaza una serie de historias paralelas cuyo nexo común es la epidemia. Cada historia refleja una determinada faceta de cómo la sociedad actual hace frente a una situación tan grave.

Personajes realistas

Tenemos a Matt Damon, que representa al típico ciudadano medio afectado directamente por la pandemia, ya que su mujer (Gwyneth Paltrow) es una de las primeras víctimas. Laurence Fishburne y Kate Winslet interpretan a sendos epidemiólogos del CDC (Centro de Control de Enfermedades en los Estados Unidos) que intentan combatir la epidemia y al mismo tiempo tendrán que lidiar con las decisiones de los políticos que afectarán a millones de personas.

Marion Cotillard es la epidemióloga de la OMS que debe desarrollar un trabajo detectivesco para intentar comprender cuál fue el origen del virus, determinar el paciente cero y averiguar cómo se transmite la enfermedad. Finalmente, Jude Law da vida a un influencer conspiranoico que trata de sacar provecho vendiendo una pseudoterapia homeopática como remedio frente al virus. Realmente resulta sorprendente hasta qué punto esta película del 2011 reflejó diversas situaciones que estamos viviendo por nosotros mismos en el presente.

Rigor científico entretenido

Cartel de la película 'Contagio'.
Cartel de la película 'Contagio'.

Contagio es una muestra de que no es necesario usar el sensacionalismo o la truculencia para hacer una película sobre una pandemia y que el rigor científico no es incompatible con el entretenimiento. Hay relativamente pocos errores científicos, como cuando Laurence Fishburne está viendo una estructura tridimensional de una proteína en un ordenador y se refiere a ella como "el virus".

Son mucho más numerosas las escenas que han mostrado ser proféticas como es el confinamiento en las casas, el acaparamiento de víveres y materiales, el distanciamiento social o la carrera para encontrar una vacuna.

Al contrario que en otras películas en las que las crisis se resuelven en cuestión de días, aquí se muestra que el proceso científico es lento, laborioso y meticuloso, así que se tardan meses. Y que dicho progreso depende tanto del apoyo gubernamental como de las compañías farmacéuticas (es de agradecer que no se haya caído en el topicazo de la malvada multinacional biotecnológica).

Predicciones fallidas

Entre las predicciones fallidas está la "huelga de los sanitarios por miedo al contagio". Afortunadamente ha sucedido lo contrario, el personal sanitario ha actuado de manera ejemplar, incluso cuando carecían de equipamiento de protección personal adecuado.

Una secuencia que a mí me gusta bastante es cuando Kate Winslet tiene que explicar a unos políticos locales el problema de salud pública al que se enfrentan. En tan sólo 5 minutos les explica de manera clara y concisa lo que es la transmisión por fómites y lo que significa el número de reproducción R₀. Otra secuencia es aquella en la que una viróloga (Jennifer Ehle) prueba en sí misma una vacuna experimental para así acelerar el proceso de su desarrollo, un tipo de sacrificio que estamos viendo en las noticias sobre los voluntarios para probar las diferentes vacunas contra el SARS-CoV-2.

Desinformación y falta de transparencia

Pero en lo que sí acertaron de pleno Burns y Soderbergh fue en mostrar el doble problema que supone por un lado la desinformación por parte de charlatanes, y por otro la falta de transparencia en la transmisión de información por parte de las autoridades. Esto se ve reflejado en la secuencia del debate televisivo entre Laurence Fishburne y Jude Law. Hay varios niveles que analizar en dicha secuencia.

Por un lado, vemos como los medios de comunicación cometen el error de poner al mismo nivel a un científico y un charlatán en aras de una falsa equidistancia. Por otro, tenemos al científico interpretado por Fishburne, que es un experto epidemiólogo pero que no sabe comunicar y piensa que ocultando algunas cosas no se provocará el pánico entre la población.

Finalmente tenemos al charlatán al que da vida Jude Law, que acusa a los científicos y al gobierno de estar ocultando cosas y afirmando que él es el que dice la verdad.

No podemos decir que no se han emitido unos cuantos de esos "debates" en diversas cadenas especialistas en programas de telebasura. Burns quería demostrar con esta secuencia que el miedo se extiende tan deprisa como el virus, y que puede ser igual de dañino. Creo que lo consiguió.


Una versión de este artículo se publicó originalmente en la revista UMHSapiens de la Universidad Miguel Hernández.


Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation

The Conversation

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