Otras miradas

¿El tamaño importa? Lenguas y microterritorios

Juan Jiménez Salcedo

Profesor Titular de Universidad, Universidad Pablo de Olavide

Vista nocturna de Andorra la Vella. Shutterstock / lunamarina
Vista nocturna de Andorra la Vella. Shutterstock / lunamarina

¿Puede un territorio de 20 000 habitantes considerarse un país? ¿Puede un grupo de personas que cabe en un par de torres de cualquier gran ciudad constituir una comunidad nacional? Los microterritorios son entidades políticas pequeñas, en algunos casos minúsculas, pero dotadas de todo aquello que hace que un país sea país. Del pintoresco valle a la isla en medio del océano, los microterritorios existen en un mundo como el actual, en el que lo global y lo local se confunden. Pero, más allá de su dimensión política, ¿están dotados los microterritorios de una identidad cultural propia? ¿Cómo gestionan sus especificidades lingüísticas? ¿Por qué los microterritorios deberían interesar a los lingüistas?

¿Qué es un microterritorio?

Está a punto de publicarse una obra que he dirigido junto a Christine Hélot (Université de Strasbourg) y Antoinette Camilleri-Grima (University of Malta) y que se titula Small is Plurilingual: Language and Identity in the Micro-territories (Berlín, Peter Lang, 2020). En ella, definimos los microterritorios como Estados soberanos o entidades autónomas con unas características culturales y lingüísticas propias. Su población es relativamente reducida y, además, reside en un espacio geográfico pequeño y restringido.

Hablamos en este caso de restricción porque el territorio se encuentra enclavado, fragmentado o aislado. Puede estar enclavado porque se encuentra en medio de las montañas. Este sería el caso, por ejemplo, de Andorra, el Valle de Aran o el Valle de Aosta. Puede estar fragmentado porque representa un archipiélago en sentido estricto (islas) o figurado (islotes continentales como, por ejemplo, el condado de Treviño, en Álava).

Los microterritorios tienen cosas que los hacen especiales. Entre estas está la insularidad. En otros casos, es la presencia de la frontera. Los microterritorios continentales son territorios-frontera en los que lo internacional se convierte en una realidad local cotidiana.

Por último, hay que destacar la diversidad étnica y social, que hace que muchos de estos territorios sean un crisol de culturas en el que los mismos nacionales del país son (casi) minoritarios. Este fenómeno ocurre, por ejemplo, en Andorra o Luxemburgo.

La trampa de los geógrafos

El criterio de la población es muy relativo. Nadie pone en duda que la República de San Marino, con 34 000 habitantes, es un microterritorio. Sin embargo, parece más difícil admitir ese criterio cuando la población es superior al medio millón de personas.

La literatura científica ha producido toneladas de artículos y monografías sobre los límites de la microterritorialidad. ¿A partir de qué población un territorio deja de ser micro? Lo mismo puede decirse del tamaño físico. ¿Hay una superficie máxima a partir de la cual un microterritorio pasa a considerarse territorio a secas?

Estas cuestiones son sin duda interesantes para los geógrafos. Los sociolingüistas, que nos encargamos de estudiar las relaciones entre lengua y sociedad, tenemos en cuenta estos criterios objetivos, pero los ponemos en relación con otras variables bastante más subjetivas.

Por ejemplo, Gibraltar es un microterritorio evidente debido a su población y superficie, pero lo es todavía más por su carácter de espacio enclavado en el extremo sur de otro país, con una sociedad multilingüe en la que el inglés es la lengua pública y de promoción social.

Esta circunstancia distingue a Gibraltar de España, al otro lado de la frontera, con la que mantiene relaciones complejas desde hace tres siglos. Desde el Brexit, la frontera gibraltareña es más internacional que nunca. Sin embargo, para los habitantes de ambos lados de la verja, esa frontera no deja de ser una realidad local que se atraviesa a diario por motivos laborales o personales.

Gibraltar. Shutterstock / Leonid Andronov
Gibraltar. Shutterstock / Leonid Andronov

¿Qué hace la ciencia con los microterritorios?

Las ciencias sociales se han entretenido muchísimo con los microterritorios. La economía ha estudiado su capacidad de supervivencia. Las ciencias políticas han intentado medir su salud democrática, con tesis a menudo opuestas. Anckar, por ejemplo, considera que menor tamaño implica mayor eficacia y transparencia. Veenendaal, por el contrario, piensa que lo pequeño es sinónimo de clientelismo y corrupción. Los análisis de políticas públicas se han interesado por conocer los métodos de gobernanza de estos territorios. También se han interesado por la manera en que su propia existencia representa una bofetada a nuestra vieja concepción del Estado-nación, grande y poderoso.

Los microterritorios y sus lenguas

Estos trabajos no han parecido despertar el interés de especialistas de otras áreas. En el caso de la sociolingüística, falta investigación empírica sobre lo que denomino la variable microterritorial. No hemos estudiado cómo el multilingüismo puede estar condicionado por límites demográficos o geográficos. Tampoco hemos estudiado cómo influye la fragmentación del espacio, la exigüidad o el aislamiento. Las políticas lingüísticas del catalán, por ejemplo, no se gestionan de la misma manera en Cataluña que en Andorra.

En Andorra, la doble frontera (francesa al norte y española al sur) condiciona una mayor necesidad de relacionarse con los vecinos. Como pasa con Gibraltar, la frontera internacional acaba siendo local. Al mismo tiempo, los vecinos ejercen una influencia cultural y económica insoslayable que altera los equilibrios entre lenguas.

Al mismo tiempo, la problemática andorrana es diferente de la de la franja catalanohablante de Aragón. En este territorio discontinuo y enclavado a lo largo de la frontera con Cataluña, el catalán es una lengua con mucho arraigo social, pero recibe un tratamiento jurídico diferente del que se le da al otro lado de la línea de demarcación. Un caso similar es el de la provincia canadiense de Nuevo-Brunswick. Esta provincia es mayoritariamente anglófona, pero en ella perviven importantes islotes francófonos de impresionante vitalidad lingüística.

Por último, el tratamiento que se da al inglés en Malta está subordinado a su condición de antigua colonia británica y a la insularidad. Malta está obligada a abrirse a la llegada de turistas y trabajadores foráneos. Estas dinámicas pueden comprometer la vitalidad del maltés, lengua nacional que únicamente se habla dentro de su territorio.

En definitiva, estos ejemplos demuestran cómo la geografía condiciona la identidad cultural y la configuración sociolingüística de un territorio. El tamaño en este caso importa, pues se trata de espacios sociales y políticos que representan a escala fenómenos que a menudo son más difíciles de observar en lugares más grandes. Por otro lado, variables como el enclavamiento o la insularidad condicionan la vida de las lenguas y de sus hablantes.

Por todo ello, los microterritorios representan sin duda un espacio privilegiado para la observación de la vida social de las lenguas.


Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation

The Conversation

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