El Pacto Verde Europeo o European Green Deal establece objetivos ambiciosos para descarbonizar la economía europea. Esto incluye una propuesta de la Comisión Europea para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero al menos en un 55 % para 2030, mientras la Comisión de Medio Ambiente del Parlamento Europeo exige una reducción más ambiciosa del 60 %.
El Pacto Verde también hace un llamamiento para que la UE sea neutral en cuanto a la emisión de carbono para 2050. El Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico baraja objetivos de similar ambición.
Por su parte, grupos ecologistas y científicos piden recortes aún más ambiciosos, de al menos el 65 % para 2030, ya que son los necesarios para cumplir el objetivo del Acuerdo de París de mantener el calentamiento global por debajo de 2℃.
Descarbonizar la economía: qué, cómo y cuánto
Pero, ¿qué significa realmente reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en esta magnitud? ¿Cómo cambiamos una economía como la europea que depende de los combustibles fósiles para más del 70 % de su energía? ¿Qué es una sociedad descarbonizada y cómo funcionan su comercio, su transporte y sus ciudades? ¿Son suficientes las políticas que encontramos en el discurso político –coches eléctricos, transporte público, eficiencia energética, sistemas de energía renovable, etc.– para lograr estos objetivos?
Para responder a estas preguntas, investigadores del Grupo de Energía, Economía y Dinámica de Sistemas de la Universidad de Valladolid hemos utilizado las simulaciones de nuestro modelo de evaluación integrada MEDEAS-World. Se trata de un modelo de energía-economía-medioambiente basado en la economía biofísica, que va más allá de la simplista dualidad capital-trabajo de la economía clásica al dar a la energía y a los recursos naturales un lugar central en la economía.
La herramienta nos permite estimar las consecuencias futuras de las políticas de descarbonización que elegimos. Aunque los resultados de MEDEAS-World son de ámbito global, nos sirven para visualizar cuál es la magnitud del problema y sus puntos clave tanto a nivel mundial como nacional o de la UE.
En el estudio que hemos publicado recientemente en la revista Energy Strategic Reviews, nos centramos en uno de los sectores más críticos de la transición energética: el transporte, cuyas emisiones de gases de efecto invernadero deben reducirse en un 90 % para 2050, según el Acuerdo Verde Europeo.
En este enlace puede encontrar un resumen en castellano del artículo con los principales resultados, que también explicaremos a continuación.
Escenario uno: más vehículos eléctricos
Los resultados muestran que un escenario con una alta concentración de vehículos eléctricos (EV-alto), que apuesta por una electrificación a gran escala pero que no cambia nuestras actuales pautas de movilidad, solo consigue reducir en un 15 % las emisiones de gases de efecto invernadero del transporte para 2050.
Esto dista mucho del objetivo que nos propusimos para este estudio –una reducción del 80 % en comparación con las emisiones actuales–. Sin embargo, es significativamente mejor que lo que lograríamos si continuamos con las tendencias actuales. En ese caso, las emisiones mundiales aumentarían en un 20 %.
Escenario 2: motos y bicis eléctricas
Un segundo escenario, más ambicioso, es el de la E-bike. Supone un cambio radical en la movilidad: los coches se eliminan en gran medida a favor de las motocicletas eléctricas (60 %), las bicicletas eléctricas (20 %) y los modos no motorizados (8 %). Solo el 12 % de los vehículos privados serían eléctricos de cuatro ruedas para 2050.
A pesar de estos ambiciosos cambios en la movilidad, la reducción de las emisiones para 2050 sería solo del 30 % en comparación con los valores actuales. Esto se debe, en parte, a las dificultades que tienen el transporte de mercancías, la aviación y el transporte marítimo para encontrar alternativas eléctricas. Pero, sobre todo, se debe al efecto rebote causado por la dinámica del crecimiento económico.
Escenario tres: decrecimiento económico
Para lograr una reducción del 80 % de las emisiones (que es un 10 % más baja que la prevista en el Acuerdo Verde Europeo), tenemos que diseñar un escenario en el que, además de las medidas descritas en el E-bike, añadamos una drástica reducción de la demanda de transporte (especialmente el transporte aéreo), combinada con una estabilización de la actividad económica mundial a un nivel 23 % más bajo que el actual.
Este escenario de decrecimiento es el único que hemos encontrado compatible con una descarbonización ambiciosa y caminos de desarrollo tecnológico realistas.
Si la actividad económica sigue creciendo, la demanda de energía también aumentará casi inevitablemente. Hasta el momento no se ha producido la disociación completa de la actividad económica del consumo de energía y es poco probable que se produzca en el futuro, como han demostrado repetidamente las investigaciones.
Las simulaciones de MEDEAS-World también muestran que, si las tasas de reciclaje no crecen enormemente para 2050, las reservas de cobre, litio, níquel y manganeso de las minas existentes se agotarán y gran parte del agotamiento se deberá a las baterías que necesitan los vehículos eléctricos.
Agotar las minas actuales y abrir nuevas para acceder a recursos de peor calidad que ahora no se consideran rentables requiere nuevos proyectos mineros como los que están llegando en los últimos años a España. Estos tienen repercusiones devastadoras sobre las aguas y la biodiversidad de áreas extensas.
Un cambio radical, el único camino posible
Todo lo anterior nos hace sospechar que los objetivos de reducción de emisiones de la UE y del Acuerdo de París no se van a poder alcanzar a menos que el marco económico cambie completamente o consigamos desarrollos tecnológicos muy alejados de la realidad técnica actual que no somos capaces de prever en estos momentos.
Por ello, cuando hablamos de descarbonizar, deberíamos empezar a hablar de que las ciudades del futuro deben ser impulsadas principalmente por bicicletas y tranvías, mientras que los camiones y los aviones deben dejar paso a los ferrocarriles. Pero todo eso no es suficiente.
Hay que revolucionar el funcionamiento de la economía. Se requieren nuevas teorías y modelos económicos que acepten el mundo natural como verdaderamente finito, respeten sus límites y sean capaces de decrecer. Desafortunadamente, estas teorías y modelos económicos están todavía en desarrollo, muy lejos de ser aplicadas en las políticas económicas.
Todo esto dibuja un escenario muy diferente a los descritos en la mayoría de los discursos políticos. La inversión en energía renovable y la promoción de vehículos eléctricos están lejos de ser suficientes para limitar el calentamiento global y lograr la sostenibilidad. Además del cambio tecnológico, necesitamos un cambio socioeconómico que no podemos demorar mucho más tiempo.
Decrecimiento no es lo mismo que recesión
La idea de una economía en retroceso puede evocar imágenes de recesión y, peor aún, incluso de depresión. Esta es una realidad preocupante en este momento, en que las economías europea y mundial se enfrentan a la mayor crisis desde la Gran Depresión de los años 30, a causa de la pandemia covid-19.
Pero una recesión no es un decrecimiento. Una contracción económica no controlada es mala para el individuo, para la sociedad e incluso para el medioambiente, ya que las leyes y protecciones ambientales se consideran con demasiada frecuencia un obstáculo, más que una ayuda, en tiempos de penuria.
El decrecimiento es una contracción económica controlada en la que se establecen políticas y sistemas que maximizan el bienestar humano, logran la justicia social y protegen el mundo natural del que todo esto depende simultáneamente.
El modelo MEDEAS-World se ha centrado principalmente en explorar las alternativas tecnológicas para la transición energética, pero todavía no ha desarrollado los cambios en las estructuras y sistemas económicos que podrían ayudarnos a realizar este decrecimiento controlado. Este vacío queremos llenarlo a través del nuevo proyecto europeo LOCOMOTIONque estamos desarrollando. Con el nuevo conjunto de modelos esperamos ser capaces de indagar en estas complejas cuestiones en los próximos años y poder contarles los resultados.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation
Comentarios
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