Otras miradas

¿Cambiar de ideas políticas o de chaqueta?

Conxa Rodríguez

Pixabay.
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Un estudio del Instituto del Cerebro y la Creatividad de la Universidad del Sur de California, publicado por la revista muyInteresante, concluye que el cerebro humano es más reacio al cambio de ideas políticas que al de otra índole. Lo demuestra con una prueba a 40 personas, de pensamiento progresista, a través de resonancias magnéticas, áreas cerebrales, amígdala, corteza insular, redes neuronales por defecto y procesos racionales o emocionales. El análisis acaba diciendo que las ideas políticas definen a personas y a tribus.

El cambio de ideas políticas no es tema baladí. La lengua española dispone de la oración cambio de chaqueta o de la palabra chaquetero que no son términos halagadores a quienes se les aplica porque van asociados al oportunismo y al aprovechamiento. En los cargos públicos con sueldo o con intereses generados por la política, la conversión ideológica es sospechosa porque no siempre corresponde a genuinas alteraciones de credos o de posiciones políticas.

Llevo más de 30 años estudiando, discontinuamente, la transformación del pensamiento del carlista Ramón Cabrera (1806-1877) en su exilio inglés, un exilio dorado en el sentido de que su esposa le proporcionó el bienestar cotidiano. En otras palabras: no tenía que ganarse los garbanzos. En España había sido hombre del absolutismo; de "Dios, Patria y Rey"; del Derecho Divino; los reyes provenían de Dios. Pero pronto dejó de creer en ello. Se convirtió al tradicionalismo antes de llegar a Inglaterra. En Londres Cabrera, católico, se casó con la rica heredera protestante, Marianne Catherine Richards, con quien formó un armonioso matrimonio. ¿Cómo podía defender la unidad religiosa para  España si no la practicaba en su propio hogar?

Cabrera pasó a promover la tolerancia religiosa para España; un cambio fruto de su reflexión en el país que la practicaba ante sus ojos y hasta en la intimidad de su propia cama. Hoy se percibe como una mudanza natural; la tolerancia que empieza con la religión y deriva en la política del XIX; en su caso con el reconocimiento de Alfonso XII como rey de España en marzo de 1875. Le costó, al cerebro de Cabrera le costó tiempo, de 1850 a 1875, sustituir sus viejos postulados absolutistas por los liberales que predominaban en el momento.

Estos cambios son, a menudo, individuales y colectivos; las personas y las tribus de la investigación citada al principio. La mudanza ideológica de Cabrera generó una escisión en el carlismo. Acercándonos a nuestros días, en el siglo XX, el PSOE de Felipe González atravesó la metamorfosis del pacifismo al militarismo; de 1981 cuando la UCD incorporó España a la OTAN, a lo que se opusieron los socialistas, a 1986 cuando Felipe defendió la permanencia en la alianza militar en el referéndum prometido para las elecciones de 1982. Un decálogo de argumentos en contra sustituyó a otro a favor. Felipe ganó con el 56.85% de los votos contra el 43.15% de una participación del 59.42%. El viraje ideológico generó heridas que se lamieron durante tiempo en el socialismo.

En el PSOE de 1981 ya militaba mi amigo de la infancia y juventud, Ximo Puig, a quien sólo veo en imágenes desde que es presidente de la Generalitat. En una visita a Valencia, entre los años 70 o 80, Ximo conoció a Rafael Blasco, quien le preguntó qué ideario político seguía. "La socialdemocracia", quizás añadió, "de Olof Palme",  contestó el adolescente procedente de pueblo. Blasco por entonces tanteaba entre el Partido Comunista y el Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico (FRAP) y desairó a Ximo "por ser conservador tan joven". Antes de la victoria socialista valenciana, Rafael Blasco se incorporó, oportunamente, al PSPV-PSOE y fue nombrado consejero de Obras Públicas y Urbanismo, destituido en 1989 tras la recalificación de unos terrenos en Calpe de cuyo juicio salió absuelto. Dejó el socialismo para integrarse en el Partido Popular. Tras la victoria de Eduardo Zaplana en 1995 hasta 2012 ocupó una cartera detrás de otra; en 2012 fue imputado por corrupción y en 2014 condenado. Pocos casos como el de Rafael Blasco han resistido tanto mareo de ideas políticas y cambios de chaqueta. Ximo, de momento, permanece fiel a la doctrina socialdemócrata.

El récord del chaquetero Rafael Blasco no iguala al de Santiago Abascal, de Vox, a quien Pablo Casado, del PP, reprochó en la reciente moción de censura ir en contra "del partido que durante quince años le ha dado de comer". El transfuguismo no es patrimonio de la derecha ni de la izquierda; el tamayazo obligó a nuevas elecciones en Madrid después de que dos socialistas (Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez) impidieran la elección de su candidato. El transfuguismo anda vinculado a la traición o a lo que Aitor Esteban, del PNV, ha llamado "el gen español: debilitar al rival político e indirectamente a las instituciones".

El avatar ideológico que aún colea es el del independentismo de la ex Convergencia Democrática de Cataluña (CDC), el partido de Jordi Pujol que durante 23 años gobernó sin nombrar la independencia; creó una Cataluña a imagen y semejanza de España en enchufismo; familias colocadas en cargos autonómicos, e incluso apoyó al Gobierno de José María Aznar que, en ideas, representaba lo contrario a CDC. Cuando la Cataluña convergente resultó corrupta como la España del PP la metamorfosis ideológica marcó la nueva etapa. El independentismo no es sólo de ERC y su, oscilante, 10% de votos desde 1978. Con los neo convergentes, ahora todos suman hasta el 47.5% de apoyo en los últimos resultados electorales. Una muda de pensamiento que se perpetúa para las elecciones de febrero.

El primer cambio de chaqueta se atribuye a Carlos Manuel I, duque de Saboya (1562-1630), por su oportunismo en cambiar de alianzas militares entre países a los que acudía con distintas chaquetas de los colores de la bandera del país al que quería hacer la pelota. Desde el carlismo de Ramon Cabrera hasta la transformación neo convergente, el cambio (genuino o impuro) de ideas políticas va con el gene español detectado por Aitor Esteban. A pesar de la resistencia cerebral descubierta por los científicos de Carolina del Sur, ni el cambio de ideas conlleva siempre un metafórico cambio de chaqueta ni al revés

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