Otras miradas

¿Por qué apenas se enseña astronomía en la escuela?

Rafael Palomar Fons

Profesor de Didáctica de las Ciencias, Universidad Internacional de Valencia

Shutterstock / SeventyFour
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La astronomía goza de algunas ventajas sobre otras ramas de la ciencia para llegar al alumnado con facilidad. También para despertar su interés por el conocimiento científico en general y contribuir a su formación como futuros ciudadanos.

El placer de la observación del cielo y lo llamativo de las imágenes que ofrecen los grandes telescopios, o la posibilidad de encontrar respuesta a las grandes preguntas de la humanidad, han hecho que ocupe un buen espacio en las estanterías de divulgación de las librerías.

Además, hay muchos aficionados que incluso contribuyen con sus observaciones a aumentar el conocimiento, teniendo la que posiblemente sea la barrera más difusa entre el mundo profesional y el amateur.

Es una ciencia apasionante, sí, pero también presenta algunas dificultades para su enseñanza en las aulas. Por ejemplo, se manejan escalas muy alejadas de la experiencia humana y su desarrollo histórico es uno de los más complejos de la ciencia.

Vivimos de espaldas al cielo

Además, nuestra sociedad vive de espaldas al cielo, pues ya no dependemos de él para nuestra supervivencia –aunque los peligros de la basura espacial, de la colisión con algún asteroide o del clima espacial están ahí–. A esto debemos sumarle que la contaminación lumínica nos impide contemplarlo en toda su belleza.

Estas dificultades son, a su vez, posibilidades para que el alumnado desarrolle determinadas competencias científicas. Estimaciones, destrezas de observación, cuestiones sobre la naturaleza de la ciencia o relaciones de la ciencia con la tecnología y la sociedad son algunos de estos ejemplos.

Aún así, no parece que el currículo escolar le dedique una especial atención. Por sorprendente que parezca, en la etapa de Educación Primaria estos contenidos se encuentran en la asignatura Ciencias Sociales desde la LOMCE.

Contenidos "de pasada"

De forma similar a leyes anteriores, el currículo actual de la etapa de Primaria le dedica un breve espacio en esta asignatura (aproximadamente un 6 % de los estándares de aprendizaje). Los contenidos que se trabajan tampoco han cambiado en los últimos años. Entre ellos encontramos el origen del universo, sus componentes, el sistema solar, los movimientos de la Tierra y sus consecuencias y, finalmente, el movimiento de traslación de la Luna con sus fases.

En la siguiente etapa, Secundaria, aparecen de nuevo estos contenidos, generalmente en el primer curso en la asignatura Biología y Geología. Después de esta enseñanza temprana, la astronomía prácticamente desaparece del currículo. Con esto, no es de extrañar que varias investigaciones hayan señalado las carencias del alumnado para entender algunas cuestiones básicas de la astronomía.

¿Cómo se enseña hoy astronomía?

El primer contacto se da en la escuela, pero ¿favorece nuestro sistema educativo que se despierte el interés del alumnado por la astronomía? El profesorado es el responsable de esta labor, aunque lo cierto es que se le ha preparado poco para ello.

Hay que tener en cuenta que más del 80 % de los futuros docentes que en este momento se encuentran cursando el grado de maestro dejó el aprendizaje de las ciencias a los 15 años (3º de la ESO actual). En ese momento ya no son obligatorias, al contrario que las matemáticas o la historia, por ejemplo. Así ocurre desde la LOGSE(1990) a la ley actual.

Además, los años de estudios universitarios que pasan estos futuros maestros de los grados de Infantil y Primaria centrados en otras especialidades no ayudan tampoco a suplir las carencias de su formación cuando cursaron las etapas obligatorias.

Tenemos, por lo tanto, un sistema que ha formado poco al profesorado en esta y otras ramas de la ciencia y que le obliga a enseñar astronomía de una manera muy comprimida en el currículo.

De esta forma, la enseñanza de la astronomía al alumnado de Primaria se realiza, en la mayoría de ocasiones, de forma meramente libresca, sin apartarse del contenido de los libros de texto, que desarrollan este ámbito científico desde lo más grande y lejano a lo más próximo, un orden contrario a la observación y, consecuentemente, a la historia de la astronomía.

Tampoco se realiza observación alguna (ni diurna, ni nocturna), ni se muestran sus aplicaciones en la vida humana, ni en el desarrollo histórico de esta ciencia.

¿Una asignatura de alfabetización científica?

Para mejorar la enseñanza de la astronomía podría sonar sugerente diseñar una asignatura completa en Primaria, pero ¿quién la impartiría? Además, no parece buena idea ir añadiendo cada vez más materias a un currículo escolar que tiene cursos con 12 asignaturas, y al que a menudo se le sugieren otras nuevas desde las posiciones más dispares.

Una solución sería tratar de extender los contenidos de astronomía más allá de 1º de la ESO, ganando en profundidad cada año, por ejemplo, añadiendo parte del desarrollo histórico hasta llegar al concepto de gravedad en la Física y Química de 2º y de 3º de la ESO.

También lo sería hacer que todo el alumnado cursara una asignatura que contribuyera a su alfabetización científica. Debería tener un carácter riguroso pero con un tono divulgativo. Y contener temas de ciencia contemporánea en los que la astronomía ocupara una parte importante.

Una asignatura así ya existía en la ley educativa anterior (LOE), Ciencias para el Mundo Contemporáneo, obligatoria para 1º de Bachillerato. Fue sustituida en la última reforma (LOMCE) por Cultura Científica, esta vez para 4º de la ESO y 1º de Bachillerato, pero de carácter optativo y que, por tanto, pasa inadvertida para el alumnado no interesado.

Retomar la obligatoriedad de una materia que contribuye a conseguir un alumnado científicamente informado, en astronomía y otros temas, sería sin duda una mejora para la formación de nuestros futuros ciudadanos.


Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation

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