Otras miradas

Gaia tierra, verde que te quiero verde

Luis Moreno

Profesor Emérito de Investigación en el Instituto de Políticas y Bienes Públicos (CSIC)

Pixabay.
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If God is good then God be cruel
Take back the world you've granted to fools
Salvage the land that is best without man and all his grief
(Si Dios es bueno, [entonces que] sea malo,
Y recupere el mundo que concedió a los embaucadores
salvando a la mejor tierra sin el padecimiento del hombre).
Gino Vannelli, Summers of my life, 1976

Los efectos de la pandemia no aconsejan pensar en una vuelta a como era el mundo hace poco más de un año. La última evolución no lineal que vivimos bien podría causar un cambio contingente de tendencia en lo que acríticamente asumimos con ‘progreso humano’. Parece que nos empeñamos en negar la evidencia de la inmisericorde destrucción de nuestra querida Gaia.

Resulta que la Tierra no es tan estimada por el capitalismo salvaje y destructivo (creativo, se nos dice, de nuevas oportunidades) de nuestro entorno y recursos naturales. No deja de ser una ilustración que habla por sí misma la de Jim Ratcliffe, un multimillonario británico cuyos negocios en la fractura hidráulica y otras aplicaciones químicas le han reportado unas ganancias que han elevado su fortuna personal hasta los 21.000 millones de libras esterlinas. Su empresa petroquímica Ineos (ahora patrocinadora del popular equipo ciclista profesional, quizá en una estrategia de ‘lavado de imagen’) es puntera en las actividades del fracking, y en los últimos años ha incrementado exponencialmente su valor mercantil. Ratcliffe poseía en 2018 el 60% de Ineos, la cual empleaba a más de 18 mil trabajadores, y formaba parte del exclusivo club de los 1000 millonarios británico cuyas fortunas suman 724 millardos de libras, cantidad equivalente --sólo a efectos comparativos para una mejor comprensión de nuestros lectores-- a siete veces el coste anual de las pensiones en España.

Como se sabe, el fracking es una técnica no convencional de explotación de hidrocarburos, principalmente gas natural, que se encuentran ‘atrapados’ en el subsuelo entre capas de pizarra. A tal fin suele inyectarse a una enorme presión agua, arena y diversos productos químicos a través de pozos de esquisto para fracturar la roca madre en la que están los hidrocarburos alojados, a unos dos kilómetros de profundidad, y poder así extraerlos. Ni que decir tiene que sus efectos pueden ser (lo son) deletéreos para el medio ambiente, y sus perjuicios también económicos pueden afectar considerablemente a las viviendas radicadas en las cercanías de los lugares de extracción.

En el Reino Unido, y en el conjunto del mundo capitalista anglo-norteamericano, los superricos han abrazado la causa del Brexit y esperan que el Wall Street estadounidense y la City londinense mantengan su posición de liderazgo financiero mundial. En ese modelo de globalización, la UE es un invitado incómodo por su legítimo y democrático empeño regulador y fiscalizador. El Estado del Bienestar y el Modelo Social son consustanciales al mantenimiento en Europa de unos valores civilizatorios de existencia humana con dignidad. Naturalmente sería inapropiado aseverar que el bienestar económico no sea un aspecto fundamental de la governance, pero debería cambiarse el mismo concepto de economía buscando su comunión con el de ecología.

Así, pues, bienvenido sea el desbloque del Fondo de Recuperación promovido por la UE, que permitirá una fuerte inyección de dinero para recuperar el ‘tiempo perdido’ a causa de la pandemia. Empero, y como bien recordaba Xavier Vidal-Folch citando a Paul Krugman, la panacea de la máquina fotocopiadora de hacer dinero debería tener como límite de su buen uso el no transferir insensatamente su reembolso a las generaciones futuras. Es decir, facilitar las cosas para los vivos de hoy sin imposibilitar una vida decente a las generaciones futuras de terrícolas. No volvamos, por tanto, al ensañamiento medioambiental e invirtamos con los dineros de la deuda proyectos de inversión para una Europa verde y respetuosa con Gaia.

El Nuevo Pacto Verde ha sido formulado en modo simple por algunos proponentes como Yanis Varoufakis (Varoufuck según lo han rebautizado los perros de presa del capitalismo neoliberal). Dejemos que el ‘exceso’ de liquidez que se posibilita mediante el Fondo de Recuperación, junto a las medidas adoptadas por el Banco Central Europeo que acaba de anunciar 500.000 millones de dinero y que se alarga hasta marzo de 2022 (garantizando así un volumen total de 1,85 billones de euros), permita la implementación del Green New Deal. Este favorecería que los ciudadanos tuviesen derecho de acceso en sus países de residencia a bienes básicos como, por ejemplo, la alimentación, las infraestructuras, el transporte o la energía. En paralelo, se preservaría el derecho al trabajo asalariado y se facilitarían las rentas básicas de ciudadanía, procurando la provisión digna de viviendas, educación y sanidad de calidad en un entorno sostenible y amable con el medio ambiente.

El mantenimiento de las pasadas inversiones, así como de otros gastos corrientes esenciales en el Modelo Social Europeo y nuestro Estado del Bienestar --educación, sanidad o dependencia, pongamos por caso--, no deberían financiarse sistemáticamente mediante la deuda pública y aumentando el gasto corriente. Tan erróneo es auspiciar políticas de ‘austericidio’ para ajustar a las bravas los planes de consolidación fiscal, como pensar que podemos vivir sólo con el desembolso ordinario de dineros destinados a inversiones; y que costará tanto (si pueden) restituir a las futuras generaciones. Moralmente ya sea sabe la ‘narración causal’ que asevera aquello de que "dentro de cien años todos calvos’. ¿Para qué preocuparse ahora si, al fin y al cabo, los habitantes depredadores de Gaia ya no estaremos aquí para seguir lacerándola sin compasión?

Narración cínica y perversa.

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