La primera vez que tuve que cumplir con los cánones de belleza impuestos por la lógica patriarcal tendría unos 12 años. A esa edad ya había empezado a desarrollarme y me puse mi primera faja para disimular las caderas y el culo. Mis amigas eran más delgadas que yo y eso suponía para mí un problema, una disidencia de los cuerpos, un señalamiento auto impuesto o no. Un problema de adulta en un cuerpo todavía de niña de camino a mujer. Un problema en un cuerpo de niña que apenas dos días antes estaba jugando con las muñecas. Muñecas también delgadas, todas iguales, réplicas una de las otras, barbies aburridas y hambrientas.
Nosotras somos los floreros que adornan los espacios que habitamos, las novias o mujeres de, somos elementos accesorios a los que no se nos concede brillar por nuestros propios méritos. A nosotras se nos pide el doble de esfuerzo y sacrificio para ocupar espacios públicos y cuando lo hacemos somos objeto de críticas o en el caso opuesto, de piropos, baboseos varios y acoso sexual. No se nos entiende o respeta más allá del cuerpo, sino que es el cuerpo lo que nos determina y sitúa socialmente.
Kate Winslet es ejemplo de ello. En su último y brillante trabajo, Mare of Easttown, cuenta cómo su interpretación es ante todo, natural y eso ha chocado a la crítica porque nadie esperaba que una mujer valiente plantara cara a la industria hollywoodense. "He interpretado a Mare como la mujer de mediana edad que soy (cumpliré 46 en octubre), supongo que es por eso que la gente se ha conectado con este personaje de la forma en que lo ha hecho, porque claramente no hay filtros", explicaba Winslet en una entrevista.
"Mare es una mujer imperfecta y en pleno funcionamiento, con un cuerpo y un rostro que se mueven de una manera que es sinónimo de su edad, su vida y de dónde viene. Creo que estamos un poco hambrientos de eso", relataba la actriz británica.
La cosificación de los cuerpos de las mujeres es un hecho que dicta que nosotras somos objetos de consumo, mercancías reducidas a una serie de atributos sexuales. Por eso molestó tanto que Kate se negara también a que retocaran su cuerpo en la escena sexual de la serie. Es esa misma cosificación la que dictada desde la sociedad patriarcal menosprecia las personas que no se adaptan a estos modelos deseantes y normativos y las anula.
Un hombre puede ser protagonista de una serie de detectives y lo importante será la trama, los giros, la ambientación, la música, el montaje, pero nunca se hablará de su forma física porque no es relevante, porque solo es una figura más de la escena. Y así debe ser.
Otro hecho de la normatividad de los cuerpos es la gordofobia. Si Kate Winslet es noticia en algunos medios de comunicación como El País es precisamente porque en la serie que protagoniza pueden sobrarle algunos kilos -los que nos sobran a cualquiera que no somos una top model- y la gordura se suele asociar a algo negativo, relacionado con la enfermedad. Lo que aparece como deseante siempre es alguien con unos kilos de menos y joven, justo lo contrario que representa el personaje de Winslet en Mare of Easttown.
Predomina, por tanto, el rol tradicional de género relacionado con una imagen de mujer basada en la belleza y el cuidado y que fomenta una cultura de la delgadez y la cosificación de las mujeres. Y en esa misma línea nos encontramos también con la gerontofobia o rechazo a los adultos mayores. Recuerdo como uno de los insultos que más lanzaban a Manuela Carmena durante su mandato era el de abuela o vieja, como si eso fuera algo negativo o peyorativo. En algunas civilizaciones, sin embargo, el miembro de la tribu más adulto es alguien a quien se respeta y valora porque es el ejemplo de la sabiduría.
Y eso es exactamente lo que transmite Kate, lejos ya de la tabla en la que no salvó a Jack, ahora con mucha más experiencia y ese aprendizaje que le han dado los años rodando y que tanto agradecemos los espectadores. ¿No debería ser eso algo que alabáramos, en lugar de hacer titulares fáciles de clickbait? Estoy segura de que si habláramos de Brad Pitt o de George Clouney otro gallo cantaría, porque ellos son maduritos atractivos y no tienen que dar explicaciones sobre sus canas o sus kilos de más.
"Muchachos y muchachas me dejan atrás, porque me canso", "ya soy vieja", "¿es que no tiene derecho una mujer a respirar en libertad?", decía Doña Rosita La Soltera, de Federico García Lorca
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