Otras miradas

Señores que toman anticonceptivos: la utopía

Gloria Santiago

Diputada de Unidas Podemos en el Parlamento balear y Vicepresidenta primera de la cámara.

Pixabay.
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Imagina a una pareja en una relación estable y que no quiere tener hijos. ¿Quién toma las precauciones oportunas? Lo sabes: ella.

En los años 60, tras muchos años de lucha feminista, se inventó la píldora y revolucionó al mundo. Los métodos anticonceptivos trajeron un avance importante para la emancipación y la libertad de las mujeres. De ahí hasta ahora, se ha asumido que somos las únicas responsables en el cuidado de la anticoncepción. En España la píldora se legalizó en 1978. Las mujeres avanzábamos un paso. Ellos, dos.

Resulta que mientras que el sistema reproductor masculino es fértil todos los días del año a cualquier hora, nosotras solo somos fértiles una vez al mes durante 48 horas. Sin embargo, los métodos anticonceptivos están pensados para nosotras con la única excepción de la vasectomía. El patriarcado es un sistema audaz, orquestado a la perfección para que siempre ganen ellos.

214 millones de mujeres en todo el mundo utilizan la píldora. Según la Encuesta Nacional de Anticoncepción de 2020 -en la que, por cierto, solo se entrevistó a mujeres- en España el 27% de las mujeres en edad fértil utiliza un método anticonceptivo individual. Incluso si hablamos del preservativo, que es un método compartido, la carga de exigir su uso y llevarlo a mano recae, en un 90% de los casos, también en nosotras.

Aquí una lista de algunos efectos secundarios habituales de los métodos anticonceptivos femeninos: cambios en el estado de ánimo, cambios de humor y depresión, infecciones fúngicas y cistitis, pérdida de cabello, niveles de presión arterial altos o bajos, calambres, dolor de espalda, quistes de ovarios, cambios en la vista para quienes usan lentillas, náuseas, migrañas y dolor de cabeza, infarto y accidentes cerebrovasculares. También se ha observado un ligero aumento de casos de cáncer uterino y de mama en mujeres que usan la píldora.

En 2016, un estudio inyectó a algunos hombres testosterona y progestágenos, una solución similar a las que se encuentran en las píldoras femeninas. Salió mal. Los efectos secundarios que se detectaron fueron: acné, trastornos en el estado de ánimo y aumento de la líbido. Se consideró que eran efectos inasumibles y demasiado severos; el estudio quedó paralizado.

Está clarísimo que si no tenemos un método anticonceptivo masculino no es por un tema científico sino por una cuestión de género. Frente a la reticencia de las farmacéuticas a destinar recursos a estas investigaciones por considerarlas "poco rentables", las políticas sobre salud sexual y reproductiva tienen que dejar de enfocar la responsabilidad femenina como única narrativa. La conversación cultural debe empezar a moverse hacia la corresponsabilidad en la concepción.

Es cierto que los hombres están mostrando cada vez más disposición a tomar métodos anticonceptivos pero han de estar igual de dispuestos que nosotras a adoptar un método que afecte a su propio organismo. Si se invierte en investigación y las farmacéuticas empiezan a darse cuenta de que estamos en 2021, es posible que tengamos un método masculino, igual de fiable que los nuestros, comercializado más pronto que tarde.

Entonces llegas un día a tu casa en tu buen rollo de aliado y le dices a tu pareja que vas a compartir responsabilidad reproductiva. Estás asumiendo con valentía tu fertilidad permanente y compartes la carga anticonceptiva: eso ayuda más a la justicia en el mundo que pintarte las uñas o acompañarnos a la manifestación del 8M. Te lo juro, hermano.

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