Otras miradas

Argumentos antiagoreros, franquistas y cobardes

Marta Nebot

Imagen de una protesta para una ley de vivienda. EFE
Imagen de una protesta para una ley de vivienda. EFE

Esta semana con la presentación de los Presupuestos Generales del Estado, con los acuerdos para renovar instituciones (¡aleluya!), con el decreto de la luz, con los trámites parlamentarios de la ley solo sí es sí y la de memoria democrática y el Congreso del PSOE se ha acallado el clamor contra el borrador de Ley de vivienda que pretende regular y favorecer los alquileres en España. Ha hecho falta todo eso para que se acalle.

Recordemos que el PP y Vox llegaron a amenazar con llevarlo al Constitucional aunque se les borrara por el camino. Las afirmaciones hiperbólicas en contra de un tímido intento de control de las subidas de precios en las zonas tensionadas, de incentivar la oferta para sacar al mercado la vivienda vacía, incluso contra las ayudas de 250 euros para los jóvenes incapaces de emanciparse con los sueldos que se les pagan, se multiplicaron hasta el infinito. Se  convirtieron en ese tipo de coro, de cancioncilla sempiterna, de melodía que cala, que se mete en el inconsciente y uno la tararea a su pesar. Y es que afecta directamente a muchos españolitos:  el 85% de la oferta de alquiler es de particulares, según los últimos datos del Gobierno. Así que inquieta a 2.720.000 pequeños propietarios, según la Encuesta Continua de los Hogares, publicada por el INE  en abril de 2021.

 "Esta ley nos roba los ahorros, limita el derecho a la propiedad privada, resta seguridad jurídica, no querrán venir a invertir en un país intervencionista", clamaban desde ese orfeón siempre tan sombrío, tan agorero, tan catastrofista. Su canción es el argumentario resumido que han repetido por todos los medios posibles, que son muchísimos. El contraargumentario se oye menos y sirve para esta ley y para tantas otras:

–No roba nada a nadie ni toca un pelo a la sacrosanta propiedad privada a pesar de que en otros lugares de Europa, como en Berlín, ya se estén planteando expropiar vivienda de los grandes tenedores porque sus leyes, como las nuestras, dicen que es perfectamente legal expropiar cuando sea necesario para la mayoría.

–Solo limita los precios exclusivamente en las zonas dónde están disparados y solo para que dejen de dispararse. A muchos pequeños propietarios nos parecerá bien que se imponga por ley lo que llevamos tiempo practicando por sentido común, por solidaridad, por ¿patriotismo? Lo hicimos y lo hacemos porque no hemos querido joder a nuestros inquilinos, porque no hemos querido especular más de la cuenta, ni contribuir a la gentrificación, a la destrucción de nuestros  barrios queridos. Y, además, porque según el borrador, nos lo compensarán generosamente en nuestras declaraciones de la renta.

–La idea de que no se puede cuidar al pueblo porque si se hace no vienen los grandes inversores es una pescadilla que se muerde la cola con dientes muy afilados. Es el menú único en el tercer mundo,  el  que convierte en esclavos del mercado, en pueblos ingobernados, en países a merced de los dineros extranjeros. Este mantra se repite en bucle eterno cada vez que los gobiernos hacen lo posible por ejecutar el verbo que les da nombre. Quesevanlosinversores es el coco con el que se asusta a los Gobiernos progresistas que intentan ser valientes.

–Los mismos que chillan más contra esta regulación, que defienden que el gobierno de Franco era mejor que este, se olvidan de que su caudillo congeló los alquileres en 1946, cosa que duró hasta 1985. ¿Por qué entienden mejor que un dictador se haga cargo de los problemas y les busque solución? ¿Por qué no les parece bien que un gobierno democrático trate de poner límites a un mercado que juega como está jugando con lo más imprescindible hasta hacerlo inaccesible? ¿Para qué sirve la democracia si no es capaz de proteger de ese juego caníbal a aquello sin lo que la vida se vuelve invivible?

Según, el último informe del Consejo de la Juventud de este agosto, no hay ninguna provincia en la que nuestros jóvenes (más de 5 millones) puedan alquilar –ni comprar– una vivienda con su sueldo. Y no habla de alquilar en los barrios céntricos ni molones, como dicen portavoces de la CEOE o de Idealista. El informe concluye, con números contantes y sonantes, que no pueden alquilar ni en los barrios más humildes.

–Además, para el mantra que canta que hace falta vivienda pública, cosa que es más que cierta, hay que recordar que según datos del Ministerio de Fomento, entre 2004–2009, en la era Zapatero, se entregaron cada año entre 50.000 y 70.000 viviendas protegidas. De 2011 a 2018, con Rajoy en Moncloa, esa cifra cayó brutalmente año a año hasta las 5000 de 2018. Antes, con Felipe González, el monto anual fue en aumento hasta las 77.000 de 1996;  con Aznar osciló hacia abajo desde las 85.000 que heredó para su primer año, hasta las 40.000 del año en que abandonó el Gobierno.

– Sobre el otro cantito  (que topar los precios del alquiler no funciona de ninguna de las maneras en ninguna parte), los datos de los ayuntamientos de Catalunya en los que se ha aplicado contradicen a Idealista.

Y todo esto no quita ni un poco que este borrador de ley es fruto de una negociación larga y a cara de perro entre los dos socios del Gobierno progresista, que no ha contentado a nadie, que podría quedarse más que cortita. Algunos socialistas se atreven hasta a chismorrear en los pasillos que no llegará a aplicarse, que solo ha sido un farol para que Unidas Podemos votara a favor de los presupuestos.

Siendo posible, porque las moratorias que incluye podrían hacer que este borrador se lo lleve el viento,  siendo todo tan provisorio y feo, solo me queda vaticinar, sin ser ni bruja ni adivina, que si esta ley se convierte como dicen en papel mojado, en pura propaganda, en un acuerdo hueco, este Gobierno lo pagará en un par de años. El problema de la vivienda tiene ya una dimensión insoslayable. Los cinco millones de jóvenes que no pueden emanciparse sabrán que los 250 euros de ayuda mensual para alquilar que les concederá Pedro Sánchez, sin contar con su socio de gobierno, son pan para hoy y hambre para mañana. Eso no es un plan en serio. Es una ayuda puntual fruto de una coyuntura europea.

Cuidado, presidente, a Zapatero tirar de chequera pudo ayudarle para ser reelegido en 2008, pero la crisis de después dejó en muy mal lugar su chequerismo. Es probable que hayamos aprendido.

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