Otras miradas

Un plan B con (y no en contra de) Tsipras

François Ralle

Andreoli

François Ralle Andreoli

Consejero consular de Français-es d'Espagne

Los banqueros alemanes y sus cómplices querían eliminarlo a cualquier precio, aunque fuera hundiendo un país entero en el caos financiero. Hollande y los demás partidos de "centro-izquierda" contemplaron esta voracidad merkeliana, la humillación de todo un pueblo, sin mover un dedo. En su propio campo, algunos aliados europeos que hasta ahora inundaban las redes de selfies con él, se habían apartado cuanto antes del "perdedor del 13 de julio". Pero Tsipras sigue ahí. Uno de sus ex-ministros me dijo este verano, un compañero de izquierdas irreprochable, que el memorándum era terrible, pero que no abandonarían el poder para dejarlo a los de antes y que vuelva el infierno. Que seguirían luchando en el laberinto maquiavélico que crearon los que votaron para Maastricht y Lisboa. Reforzando un triángulo Iglesias/Corbyn/Tsipras, ¡les ayudaremos!

La izquierda europea había recibido un duro golpe el 13 de julio cuando se firmó el memorándum por parte del gobierno de Alexis Tsipras, momento inmortalizado en una foto humillante frente a los dos representantes de la Gran Coalición europea, Merkel y Hollande, acompañados del títere polaco Donald Tusk. La victoria de ayer no cambiará un panorama muy complicado para Syriza, pero le dará el tiempo necesario para intentar renegociar la deuda, buscar margen en los intersticios del acuerdo e intentar poco a poco cambiarlo a medida que surjan nuevos socios europeos.

Sin entender por qué Tsipras, a pesar del coraje y del referéndum, firmó este texto el 13 de julio, muchos, por lo menos en la izquierda francesa, se han precipitado en los brazos del nuevo partido Unidad Popular o han cambiado en unos días los pósteres en casa de Tsipras por los de Corbyn. ¿No era un poco rápido y demasiado cómodo el relato del Tsipras fracasado y traidor? ¿No era, en una cierta medida hasta la victoria de Corbyn el resultado de este electroshock, el resultado de la secuencia griega? De la misma manera, se ha extendido como la pólvora el discurso favorable a alternativas radicales al marco europeo bajo la denominación de "plan B" del que nos dicen carecía Tsipras. Sin el laboratorio de los 8 meses de Syriza y el papel coercitivo del BCE, no se hubieran movido tanto las lineas ideológicas, consiguiendo la Troika lo contrario de lo que pretendía, fomentar más rechazo a los tratados europeos. Los que hemos trabajado en relaciones internacionales en la izquierda europea sabemos el alto nivel de europeísmo en la mayoría de los partidos de la izquierda radical del grupo GUE/NGL y por supuesto en el grupo verde europeo. Después del 13 de julio, después de la batalla que ha librado Tsipras, muchos han empezado a ver las modalidades del cambio de otra manera.

Cuando se cortan las ilusiones bajo los golpes de la violencia reaccionaria, la izquierda sufre y muchas veces se rompe. Gran parte de la izquierda radical ha reaccionado muy rápidamente con un rechazo absoluto al fracaso del 13 de julio que no conseguía o no quería entender. Inmediatamente, se fracturó. Primero, Syriza se rompió y luego muchas fuerzas como es el caso una vez más del Front de Gauche, se dividieron en torno a esta cuestión, sin preguntarse si justamente no era el plan A de los oligarcas eurócratas de eliminar de un plumazo la balbuciente alternativa de izquierda europea, haciéndola explosionar. De ahí surge el relato del « traidor », de la « capitulación », aceptando inmediatamente de trasformar a Tsipras en cripto-socialista demasiado europeista programado por un ADN reformista ineficiente, trasformandolo en cadáver politico desde su proprio campo, el campo que lo defendió como candidato a la presidencia de la comisión europea hace a penas un año. La escenificación de esta orientación estratégica es la organización de un interesante debate en la Fête de l’Humanité, reuniendo Oskar Lafontaine, Varoufakis, el ex-ministro Fassina entorno a Melenchon. Todos, en un acto obviamente desleal en plena campaña griega, insistían sobre el fracaso, la ineficiencia o traición de Syriza. Los griegos no les escucharon. Podemos (como otras fuerzas españolas), hizo una elección muy diferente y muy acertada, posicionandose una vez más en un eje nuevo, rechazando la critica fácil y sin abandonar a Tsipras.

Es cierto que es difícil aceptar el memorandum y es legitimo recharzarlo. Es cierto que no ha logrado Tsipras producir a pesar de haberlo intentado desde la pequeña Grecia una inflexión del terrible orden euro-aleman para contrarrestar las políticas de austeridad. Habrá sido duramente castigado por los terribles hombres de negro por haberles retado hasta el final, a pesar de su aislamiento en el eurogrupo y en general (nadie de todos sus aliados intentó que se saliera masivamente en apoyo a Grecia en las calles de Europa). Habrá cometido muchos errores para llegar a la negociación fallida del 13 de julio, pero no encaja el relato reduciendo a Tsipras a una replica de Zapatero o Hollande. ¿Seria posible que el único proyecto de izquierda europeo que después de 15 años en la oposición consiguió articular un partido ganador, partido que estuvo siempre en la calle con los mas humildes y ganó construyendo un sujeto nacional-popular trasversal, no habría sido en realidad mucho más que otra farsa social-demócrata complice del sistema? Todo es seguramente más complicado. Tsipras envío durante meses al heterodoxo Varoufakis tratar con los hombres de negro. Lo intentó, sumó legitimidad con sus primeras medidas humanitarias, buscó un hipotético plan B con los rusos y los chinos, buscó una inflexión de la maquinaria europea pidiendo un gesto de los gobiernos socialdemócratas francés e italiano. Intentó suavizar un primer acuerdo malo con el apoyo masivo de la población en un referéndum y dejó algo de margen para que se empiece tímidamente a estudiar alternativas monetarias al euro. No fue suficiente. O mas bien lo fue demasiado y desencadenó la ira euro-alemana asimilable a un golpe financiero.

La prolongación del corte de liquidez bancaria decidida por el BCE, hubiera sido letal en un país ya hundido en una crisis económica sin precedentes, donde ha desaparecido una de cada 3 empresas desde 2008, donde el único sector en crecimiento, el turismo, entraba en temporada alta. Tsipras firmó.

Es cierto que el respaldo popular era grande y lo sigue siendo a pesar de un ligero desgaste y de la salida de una parte del partido, pero no era suficiente para soportar un periodo de apocalipsis bancario con el riesgo de pérdidas de los ahorros de la ciudadanía como lo suponía una salida unilateral del euro. Seguramente se cometieron errores. El primero tal vez es el de plantear una estrategia de cambio radical desde un pequeño estado intervenido que no pesa más del 2% del PIB. Samaras adelantó las elecciones porque sabía que se debían renegociar en 2015 dos tramos colosales de la deuda nacional. Tal vez no había que haber ganado, en tales circunstancias y tener que gestionar un país arruinado, sin petróleo, sin margen. ¿Pero quien hace política para perder? ¿Quien quiere dejar un país intervenido en manos de oligarcas que ya arruinaron la salud pública, la televisión pública... ? Por otra parte, seguramente Syriza, como la mayor parte de la izquierda europea confiaba demasiado en la capacidad de influenciar sobre los mecanismos europeos en el marco de las instituciones. Nos hemos dado cuenta que ya no son mecanismos multilaterales pero más bien herramientas de coerción supranacional en manos de los intereses del Norte, en particular de Alemania y de su claudicante socio francés.

Seguramente también se hubiera podido hacer una mejor pedagogía con el ala izquierda del partido, aunque la fracción interna no era nueva y ya era muy profunda. Por fin, escuchando y leyendo los análisis de los economistas sobre la cuestión, puede que Tsipras no haya confiado lo suficiente en las propuestas innovadoras de los economistas post-kenesianos aunque estos mismos, Varoufakis el primero, reconocen que sus planes B no eran operacionales en julio. A pesar de todo esto, Tsipras ha conseguido mantener un vínculo fuerte con la población griega y goza ahora de tiempo para intentar limitar los efectos del austeridad que el mismo ha tenido que prolongar. Sigue resistiendo.

Nacho Álvarez, economista de Podemos, formulaba hace poco la idea de que Tsipras debería plantearse la cuestión del euro si quiere salir de la contradicción entre sus intenciones programáticas y la injerencia de la Troika en la política griega. Es una reflexión interesante que habría que poner en marcha ya que los escenarios de plan B, eran demasiado inciertos para la Grecia del 13 de julio: porque las hipótesis sobre sus efectos no eran claras para los economistas y porque la población no estaba preparada a un shock bancario de esa amplitud, según el mismo gobierno de Tsipras. Nos dice Eric Toussaint, del CADTM, especialista de la deuda ilegítima trabajando en la comisión de auditoría de la deuda griega, que no se debería haber negociado pagando. Pero, si Syriza hubiera dejado de pagar las deudas, el corte de liquidez y el colapso del sistema bancario hubieran sido otra vez la respuesta de Frankfurt. Por su parte Varoufakis reconoció que el sistema monetario paralelo que había puesto en marcha que no obligaba a salir del euro utilizando IOU o pagares, solo hubiera podido ser un plan a corto plazo y no de salida definitiva.

Por eso puede ser una buena idea intentar estudiar más en detalle, en una red europea, las estrategias monetarias y bancarias que podrían permitir poner en jaque a los tratados o, más sencillamente, tener más peso frente a las instituciones europeas e internacionales en caso de negociaciones. Pero hay muchas incógnitas todavía entre propuestas heterogéneas: la de vuelta al sistema monetario europeo de Oskar Lafontaine, o los pagarés de Varoufakis, o la vuelta a la moneda nacional... Tejer una reflexión común sobre la moneda y sobre la pedagogía necesaria para que estas conclusiones lleguen a la ciudadanía es un reto importante. Pero, esta reflexión económica internacional solo puede tener sentido si esta encabezada por Podemos y Syriza, las dos fuerzas capaces de estimular un cambio real en el conjunto del continente.

De momento, la prioridad de todos es trabajar a que se produzca un cambio profundo en España juntando a un máximo de actores civiles y políticos alrededor de una candidatura que renueve con la fuerza de las Europeas de 2014.

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