Otras miradas

Companys y Mas, dos personalidades en 75 años de diferencia

Josep Maria Figueres
Doctor en historia moderna y contemporánea. Autor de 'Lluís Companys. De la revolució social al nacionalisme' (Editorial Base) 

El conflicto judicial que lleva al presidente Mas a los tribunales y el que llevó en 1935 a Lluís Companys es motivo de una reflexión comparativa y un repaso de biografías paralelas. Artur Mas publicó un artículo sobre Companys en Liberation y los términos con los que lo aludía eran muy relevantes. Una opinión muy compartida, la de un presidente que fue fusilado por el hecho de serlo. Cada 15 de octubre unas flores recuerdan al presidente fusilado por su fidelidad al cargo, a la institución. Cierto es que fue el franquismo quien lo fusiló, pero el régimen monárquico actual tiene la responsabilidad de no exonerarlo. Las flores que trae el presidente Mas cada año recuerdan el honor y el homenaje a Companys.

Aun así, y desgraciadamente, desconocemos por qué la Generalitat actual no ha querido conmemorar el Año Companys. ¿Por qué razón ha desistido del homenaje que se merece Companys y por qué pasa discretamente del 75º aniversario mientras la sociedad civil, desde entidades como la Comissió de la Dignitat, el Institut d'Estudis Catalans u Òmnium Cultural hasta revistas como Sàpiens, Serra d'Or, Enderrock o editores como Base Ara, se implican a fondo. Sólo Tv3, con un largometraje y un documental; Memorial Democràtic con un libro; y la misma Presidencia con una web y algunos actos lo han considerado. Hacía falta una labor en profundidad como ciclos de conferencias por todas partes, obras de teatro o ediciones programadas de investigación.

Sea como fuere, el trabajo de la Corporación Catalana de Radio y Televisión es notable y relevante a pesar de las limitaciones financieras pero, en conjunto, ha sido más la sociedad que las instituciones quienes han proyectado la trayectoria y obra de Companys. Dicho esto, a pesar de la relación de continuidad que tiene Companys con el presidente Mas, hay que fijarse en la significación profunda y quiero hacerlo en dos episodios.

1934-2016. En 2016 o 2017 se puede producir un hecho de ruptura, similar a la Ley de Contratos de Cultivo que provocó el conflicto entre el Parlamento catalán y el Constitucional de la época. Ahora se habla de desconexión entre el orden constitucional español y la voluntad popular catalana, encarnada en la legitimidad de las votaciones electorales que aspiran a un reconocimiento de la singularidad más allá de la simple homologación masiva de todas las comunidades. Cuando hay voluntad centralizadora, como por ejemplo el turmix de la unificación y de la centralización, entran en crisis todos los criterios de participación. Sin embargo, en 1934 hubo una ruptura, atención, de carácter española. La de 2016 o 2017, si se produce, será de carácter plenamente catalán y sin conexiones españolas. Es decir, no se querrá modificar —cambiar y mejorar— España, sino comenzar un camino nuevo y como país soberano.

Vinculación popular. Mas ha pasado de ser un político con simpatías populares no compartidas mayoritariamente —sólo hay que recordar cómo se lo representaba y consideraba hace 12 años— a una persona vista como el símbolo del proceso y altamente considerado por sectores diversos y que presumiblemente no tiene un recambio fácil con su perfil. Reúne la cordura de la reflexión y la ponderación y la firmeza de quien tiene la razón compartida por los votantes. Esto le otorga una representatividad muy alta y un capital político muy considerable que lo convierte en uno de los activos más relevantes de la opción política ganadora, no se olvide, por mayoría. Todo hace prever que será el futuro presidente porque hay muchos votos que así lo han decidido o lo podrían volver a decidir si fuera el caso.

En este contexto, si comparamos las dos personalidades, cabe destacar la vinculación de la ciudadanía con ellos, la firmeza de las convicciones propias a pesar de las adversidades y algo fundamental: no claudican y están dispuestos a pagar el precio que haga falta para lograr el programa de un compromiso. Esto, parece claro, es la madera de los líderes.

Hablando de líderes, aparecen características comunes: la vinculación con un juicio por el Tribunal de Garantías Constitucionales a Companys en el que fue condenado a 30 años de reclusión, de los que cumplió unos 15 meses. Apenas salir de la cárcel, fue presidente de la Generalitat. Ahora volvemos a un conflicto similar entre la soberanía catalana, que no es reconocida jurídicamente, y el Tribunal Constitucional, que tiene demasiadas connotaciones políticas y un desprestigio demasiado generalizado. Mas, a pesar de que primero pasará por el TSJCat y seguramente por la Audiencia Nacional, será después el adalid, y si es inhabilitado —cosa que nadie ha dicho— podría tener todavía más capital político, como Companys en 1936 u Otegui o Mandela recientemente y, por lo tanto, disfrutar de un apoyo extra.

Las elecciones son tercas, lo fueron para Companys en 1936 y lo serán para Mas, sin duda, este 2015 y 2016. Y como no hablamos de un delincuente sino de un político, los tribunales no tienen mucho que decir y menos que hacer. Cuando un político tiene el apoyo de dos o tres millones de votantes no tiene un problema personal él solo. Quién lo tiene es el Estado que ha provocado el conflicto. Companys salió muy reforzado después de pasar por la prisión. Ahora, Mas está en una incertidumbre que veremos cómo se acaba pero, sea como fuere, este contexto con la ausencia de diálogo constante ha fortalecido los extremos y será difícil una posición de concordia.

Mas se siente acompañado y no tiene la soledad del gobernante, sino la fortaleza del líder. Companys acabó con guerra, por el levantamiento —rebelión de la orden constitucional— de los militares sublevados que hicieron una nueva orden. Y Mas acabará con urnas a pesar de que el futuro, está claro, siempre es impredecible e imprevisto. Los síntomas son claros: una reivindicación económica y un conflicto social del que la expresión política es sólo un vértice y la respuesta jurídica no será la solución. Ni con juicios ni con política se solventará el enfrentamiento abierto. Será con un referéndum donde la ciudadanía se posicione.

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