Otras miradas

¿Por qué la ganadería extensiva es menos perjudicial que la intensiva y por qué hay que comer menos carne?

Carlos A. González Svatetz

Investigador emérito de la Unidad de Nutrición y Cáncer del Instituto Catalán de Oncología (ICO). Profesor del Master de Nutrición y Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC)

¿Por qué la ganadería extensiva es menos perjudicial que la intensiva y por qué hay que comer menos carne?Hace 6 meses, Alberto Garzón, el  Ministro de Consumo del Gobierno de España, inició una campaña en defensa de la Dieta Mediterránea (basada en productos de origen vegetal), señalando  que  la población española  debía a consumir menos carne y de hacerlo que sea de proximidad.  A las pocas horas,  el Ministro de Agricultura  y el presidente del mismo gobierno,  salieron  a desmentirlo señalando que la campaña era  errónea. Estos días  en una entrevista al diario británico The Guardian, volvió a reclamar una reducción de consumo de carne y destacó que la ganadería extensiva es más sostenible  que las macro granjas que aumentan el maltrato animal, contaminan más el suelo y el agua y exportan una carne de menor calidad.  Los presidente socialistas de Aragón (Lamban) y  Castilla la Mancha (Garcia Page)  y dirigentes del PP y Vox le han exigido  que rectifique o renuncie.

La postura de Garzón de propugnar la reducción del consumo de carne roja está basada en la evidencia científica.  En España se consume 2 o 3 veces más de lo que los organismos internacionales recomiendan. Se recomienda no más de 70 g día por persona (700 g/semana) de carnes rojas (bovino, ovino y porcino)  y evitar el consumo de embutidos (carne preservada). Las encuestas nutricionales indican que el consumo en adultos es de entre 200 a 250 g/día. La carne preservada fue clasificada como cancerígena para el hombre en 2018 por la IARC (OMS). Las carnes rojas aumentan significativamente el riesgo de cáncer de colon y recto (en la misma medida e intensidad que las preservadas) y probablemente de cáncer de mama, estómago y pulmón. Hay evidencias suficientes y consistentes que un exceso de consumo de carne roja aumenta el riesgo de enfermedad cardiovascular (Infarto de miocardio e ictus) de diabetes tipo 2 y de obesidad. En un reciente suplemento de Lancet 2021 (titulado cuenta atrás) que contabiliza anualmente los daños sobre la salud del cambio climático, se reconoce que en el mundo en el año 2020 se contabilizaron 900 mil muertes asociadas al exceso de consumo de carnes. Reducir el consumo carnes rojas aumentará la salud de la población. Propugnar lo contrario es estar en contra de la ciencia.

La producción mundial de carne, según la FAO (Tackling climate change through livestock, 2013)  genera entre un 15 %  al 18 % de toda la producción mundial de gases de efecto invernadero (GEI), responsable del cambio climático  (un 45 % por el cultivo,  procesamiento y transporte de pienso; un 45 % por los gases (metano) de fermentación entérica de los rumiantes;  y un 10 % por la fermentación del estiércol).  Recordemos que mientras hay más de 800 millones  de habitantes desnutridos  y con hambre, el 35 % de la producción mundial de cereales se destina a la alimentación animal, y que siendo el agua un recurso escaso,  para producir un kg de carne de bovino se necesitan  15 mil litros de agua y para un Kg de carne de cerdo  6 mil litros.  Un Kg de tomate solo requiere 200 litros de agua. Un g de proteína animal genera 250 veces más GEI que un g de proteína vegetal (legumbres)

La ganadería extensiva ayuda a evitar la despoblación del mundo rural, evita incendios, evita el maltrato animal (no hay hacinamiento), tiene más bajo impacto de consumo de recursos naturales (pasto natural),  regula mejor los ciclos del suelo y del agua, consume menos antibióticos y tiene mejor gusto.  La ganadería intensiva consume pienso (cereales, que compiten con la alimentación humana) y concentra la orina (purinas) que contaminan el suelo y el agua.  El Centro de Transferencia Agroalimentaria de Aragón estima que un 25 % de la superficie de España (un 52 % de las tierras de campos y cultivos) es vulnerable a los nitratos generados por las purinas. La producción intensiva en España, tiene una tendencia de aumento notable. Es el tercer productor de cerdos del mundo y pasó de 5 millones en 1960 a más de 30 millones en la actualidad. El número de cerdos por explotación pasó de 122 en 1999 a 467 en 2013. Hace pocos meses se publicó un estudio  (6 mayo 2021)  del Programa de Medio Ambiente  de las Naciones Unidas  sobre "Evaluación global del metano: beneficios y costos de la mitigación de las emisiones de metano". Recordemos que el metano es uno de los 3 principales GEI, con una acción mucho más potente que el CO2, aunque menos duradera.  En ese estudio se informa que un 35 % de las emisiones de metano provienen de los combustibles fósiles, un 20 % de los vertederos y desechos y un 40 % de la agricultura.  Un 32 % de esta se origina en la ganadería principalmente bovina (por la fermentación entérica de los rumiantes y del estiércol) y un 8 % del cultivo de arroz. Como medidas para reducir la generación de metano se propugna reducir la ganadería y el consumo de dietas saludables de tipo vegetariana con menor contenido de carne y lácteos.  Uno de los pocos acuerdos de la reciente conferencia mundial sobre el cambio climático de Glasgow fue un compromiso para reducir las emisiones de metano.  Es evidente que las recomendaciones de Garzón están basadas  en todas están evidencias.

Cabe preguntarse qué factores determinan este tipo de descalificaciones de miembros de gobiernos del PSOE y del PP que van en contra de todas las evidencias científicas que exigen una alimentación sostenible. Creo que este "negacionismo" de la ciencia está generado en la potencia y presión de la industria cárnica en España. Industria con un volumen de negocio de alrededor de 26 mil millones de euros anuales y que es la cuarta industria más importante después de la automotriz, petróleo y energía eléctrica. ¿Se va dejar el Gobierno presionar por esos intereses? ¿Pasará algo similar a lo de las petroleras, que para no afectar sus intereses se demoró demasiado tiempo en promover energías alternativas? La revista Science (2020)  ha alertado que no es suficiente con sustituir energías fósiles por energía verdes para cumplir con los objetivos del acuerdo de París, que es imprescindible también cambiar el modelo alimentario. La campaña de Garzón es justa, necesaria y valiente y sustentada en el conocimiento científico. La situación hoy no permite más dilaciones. El mundo no tolera declaraciones frívolas ni un negacionismo sin fundamento. Está en juego  nuestra salud  y la vida del planeta.

Más Noticias