Otras miradas

Ciudades medianas, ciudades verdes y nuevas centralidades

Inés Sabanés

Diputada de Más País-Verdes Equo

Silvia Mellado

Miembro de Verdes Equo Aragón

Ciudades medianas, ciudades verdes y nuevas centralidades
Un ciclista en la ciudad de Valencia.- EFE

En las últimas décadas, y, en la campaña electoral  de Castilla y León ha quedado más patente que nunca, España ha quedado dividida en dos dimensiones: las grandes ciudades y "el campo". Entre medias, queda toda una red de lo que antaño fueron cabeceras de comarca, hoy muchas capitales de provincia, que han sido relegadas al olvido del discurso político y, sobre todo, de las políticas públicas.

Cuando hablamos la España vaciada, imaginamos pequeños pueblos en ruinas en medio del campo, pero no una calle de Huesca, Lleida o Jaén, en la que se cuentan por decenas las persianas bajadas y los locales vacíos. La imagen, incluso romántica, de un mundo rural que necesita ser repoblado desvía la atención de estas otras ciudades donde todavía hay mucha gente viviendo, pero donde la edad media aumenta cada año sin señal de que pueda haber un relevo generacional.

Mientras tanto, las grandes ciudades acumulan problemas que, en buena parte, se explican debido a su altísima densidad de población: elevados índices de contaminación, dificultades en la movilidad, problemas para gestionar una cantidad ingente de residuos o una presión habitacional que hace inasequibles los alquileres. Estas ciudades como Barcelona, Zaragoza, Valencia o Madrid ejercen una fuerza centrípeta, por la que absorben recursos públicos, industria, negocios y población, dejando a las ciudades medianas con la obligación de seguir ofreciendo los mismos servicios, con la dificultad añadida de tener menos recursos públicos y menor capacidad de atraer iniciativas empresariales que ofrezcan oportunidades de futuro.

Sin embargo, no debemos perder de vista que son precisamente esas ciudades medianas las que pueden ser el núcleo de una transformación económica y ecológica que nos urge. Tener un tamaño más abarcable permite desplegar medidas de movilidad sostenible, sin necesidad de cubrir tanto territorio, y con las que, progresivamente, la movilidad peatonal, ciclista y de transporte público sustituya a la dependencia del coche. Una menor densidad de población evita que la vivienda sea entendida como un bien especulativo y permite poner en marcha políticas de rehabilitación energética. Tener los entornos naturales más cerca hace aún más viable renaturalizar los núcleos urbanos, recuperando riberas de ríos y llenando las ciudades de verde.

Así mismo, las ciudades de un tamaño medio ofrecen una alta calidad de vida que se basa, fundamentalmente, en el derecho al tiempo: no necesitar una hora para llegar al trabajo, a la compra o al gimnasio libera mucho tiempo para descansar, para hacer la compra en el barrio, para el activismo o para pasar tiempo con la familia. Algo que, tras el  confinamiento, se ha evidenciado como una necesidad creciente, entre quienes viven en las grandes ciudades.

Por eso, resulta llamativo que las instituciones públicas no hayan puesto el foco en ciudades del perfil de Huesca, Jaén o Salamanca, para convertirlas en laboratorios de ciudades verdes, que tengan como objetivo la neutralidad en emisiones. Los Fondos Europeos pueden ser una oportunidad de oro para impulsar proyectos de comunidades energéticas, rehabilitación de edificios o economía circular, que a su vez atraigan capital privado y creen oportunidades para que las personas que nacen y crecen en esas ciudades no se vean obligadas a abandonarlas para tener un vida próspera.

Si como país logramos poner en marcha una red de ciudades medianas verdes, con población y actividades propias y no entendidas como un mero banco de recursos para las ciudades grandes, comenzaremos a llenar la geografía española de nuevas centralidades, que abandonen la idea de una radialidad perpetua alrededor de las grandes urbes y, en especial, de la capital.

Para ello, será esencial, entre otras muchas reformas, una visión amplia y de futuro de la movilidad. Las ciudades medianas languidecen en gran medida por la dificultad de tener conexiones rápidas y eficaces en ferrocarril con otros núcleos  de su entorno, y con las grandes capitales donde aún se concentran buena parte de los servicios y los puestos de trabajo. España es un país de una dimensión abarcable, que se podría recorrer cómodamente si recuperamos y ampliamos la red de trenes convencionales ya existente.

Invertir en estas conexiones, en transformar las explotaciones ganaderas y agrícolas, mejorar los servicios públicos, impulsar una industria verde y de futuro son los verdaderos retos que tenemos por delante, y urgen tanto que no tenemos tiempo para más ruedas de prensa en granjas.

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