Otras miradas

La embarazosa equidistancia china ante la invasión de Ucrania

Xulio Ríos

Director del Observatorio de la Política China.

La embarazosa equidistancia china ante la invasión de Ucrania
La portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Hua Chunying, responde preguntas durante la conferencia de prensa diaria en el Ministerio de Relaciones Exteriores en Beijing el 24 de febrero de 2022. Noel Celis / AFP

El agravamiento de la crisis en torno a Ucrania con la invasión rusa supone un fracaso de los envites a la moderación efectuados por parte de China. Cierto que, en esta ocasión, Beijing se ha mostrado más cercano a las tesis del Kremlin, dando pábulo a su reclamo de que la seguridad debe ser indivisible, culpando a Washington de desestabilizar la zona y a los países occidentales en general de desinterés en la aplicación efectiva de los acuerdos de Minsk.

En la cumbre mantenida por Vladimir Putin y Xi Jinping en los JJOO de Invierno se evidenció un acercamiento estratégico importante partiendo de la premisa compartida de la condena de la expansión de la OTAN. ¿Cuánto pudo influir este contexto bilateral en la decisión final de Putin? ¿Ya entonces había decidido invadir? ¿Supuso un espaldarazo a la invasión?

Todavía ahora, cuando la invasión es ya un hecho consumado, la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores Hua Chunying ha puesto el acento en la condena expresa A EEUU como el culpable de la crisis por azuzar las tensiones. Y es que para China, esa dinámica en Europa no es ajena a la que vive en  Asia-Pacífico: la activación del QUAD, la creación del AUKUS y la nueva estrategia anunciada por la Administración Biden para el Indo-Pacífico, que incluye la definición de China como el "principal desafío regional", y, subsiguientemente, la firme apuesta por lo que califica de políticas de "asedio y contención". Cuando las barbas de tu vecino veas cortar... Moscú y Beijing comparten el mismo interés de alejar a EEUU de su entorno inmediato.

Pero la acción rusa, para China, resulta muy incómoda. En primer lugar, Beijing proclama el respeto a la soberanía e integridad territorial como pilares básicos de su política exterior. No reconoció la anexión de Crimea en 2014 ni tampoco reconocerá las de Donetsk y Lugansk, de llegar a confirmarse. Su temor es que un paso en falso en este terreno pueda justificar algún día que las potencias occidentales opten por el reconocimiento de Taiwán como un país soberano.

China procurará mantener la calma, reproduciendo los llamamientos al diálogo y el cese de hostilidades, sin condenar ni apoyar abiertamente el desarrollo de los acontecimientos. En una situación muy incómoda, a Beijing le inquieta especialmente que se le vea como un mero comparsa de Moscú y procurará tomar distancia. No tomando partido desde luego, cosa que no será tan fácil como en la crisis de 2014, especialmente en el orden del auxilio que pueda prestar a Rusia para compensar las duras sanciones por llegar de Occidente.

Una de sus mayores preocupaciones es como impactará en sus relaciones con la UE, que lleva meses intentando reconducir. Se ha hablado mucho de la torpeza estratégica de Washington de confrontar a la vez con Rusia y China pero lo acontecido también acentuará la alianza occidental, que a China le gustaría diluir. En una reciente conversación con E. Macron, al frente de la presidencia rotatoria de la UE, Xi, con alabanzas al formato de Normandía (Alemania, Francia, Rusia, Ucrania) como vía para hallan una solución política y global a la crisis, instaba en paralelo a impulsar una agenda positiva que incluyera avanzar en la ratificación del acuerdo de inversiones, que sigue en el alero. Y seguirá.

China, por tanto, camina sobre la cuerda floja. La hipotética alegría de que esta crisis puede desviar la atención de sus diferendos con EEUU, pasando Rusia a primer plano, puede ser efímera si de ella resulta un fortalecimiento de la determinación del mundo occidental contra sus rivales.

La prueba del algodón será la actitud ante las sanciones. Cabe imaginar que China no las desafiará y que opte por alternativas que no supongan un enfrentamiento directo, con medidas que mitiguen el impacto de aquellas, quizá recurriendo a las compras energéticas, que es la principal fuente de riqueza de Moscú.

Pero cuanto más se caliente el conflicto en Ucrania, más difícil será para China caminar sobre el filo de la navaja. Las ventajas estratégicas de esta crisis son limitadas y podrían traducirse en dolorosas pérdidas de ponerse abiertamente a favor de Putin contra Occidente. El riesgo de ampliar la brecha con los países occidentales es cada vez más alto y la única posibilidad de conjurar esa tendencia sería que las reservas existentes respecto a las acciones de Putin se plasmaran en un distanciamiento que le ayudara a recomponer su imagen global. Por eso también, Ucrania pone muy a prueba el entendimiento estratégico Moscú-Beijing.

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