Otras miradas

Al funeral de Máire Drumm fue mucha gente

Andrea Momoitio

Al funeral de Máire Drumm fue mucha gente
Mural de Máire Drumm en Bodenstown.- Giolla Uidir

Máire Drumm tenía claro cómo tenían que volver los soldados británicos a sus casas: en ataúdes. Una de sus cinco hijas, la que comparte nombre con ella, cree que la identidad de sus asesinos es "irrelevante", pero quiere saber quién dio la orden de disparar a su madre. Drumm estaba ingresada en en una clínica tras ser operada de cataratas cuando miembros del grupo protestante "Luchadores para la libertad de Ulster" consiguieron colarse en la clínica y la mataron a balazos. El 28 de octubre de 1976, jueves, sus asesinos se habían disfrazado de médicos para sortear la seguridad del hospital de Belfast. Dejaba huérfanos a Seámus, Seán, Margaret, Catherine y Máire; y Jimmy Drumm, reconocido como uno de los hombres más detenidos de Irlanda, se convertía así en viudo.

El entierro de Máire Drumm fue multitudinario. Algunos medios dicen que acudieron en torno a 25 mil personas y, desde luego, en las fotos que se publicaron entonces se ve muchísima gente. El País aseguró que habían sido 23 mil menos. Su féretro fue transportado sobre los hombres de militantes de su partido. La comitiva estaba escoltada por cientos de jóvenes que disparaban al aire. Llevaban boinas y gafas negras para despedir a la mujer que la prensa había bautizado como "abuela". Algunas cabeceras se referían a ella como "la abuela roja" y otras, como "la abuela del odio". Y, así, con un entierro de película, sus compañeros y sus compañeras se despedían de una mujer de armas tomar. Una expresión, por cierto, que pierde su función de metáfora en este caso.

Máire Drumm nunca tuvo ninguna resistencia a la violencia. Según asegura su hija, no era una mujer "hambrienta de guerra", pero creía en la lucha armada como medio. Las mujeres que han formado parte de grupos armados se han tenido que romper con uno de los elementos más centrales en la socialización de género: las mujeres no somos violentas. Es, de hecho, un ámbito incluso poco explorado por los feminismos. Irene V. Rose aseguraba en Pikara Magazine, a raíz de la publicación de su libro La terreur féministe, que su objetivo "era poner la violencia sobre la mesa, porque no hablamos de ella, cuando en otros movimientos de izquierdas sí que se asume su existencia y se debate. En una asamblea feminista parece que ni se nos pasa por la cabeza. Ya solo hablar de acciones legales e ilegales es un gran problema. No busco definir si la violencia está bien o está mal, simplemente existe: ha habido feministas violentas, mujeres violentas porque no han tenido otra opción, y se merecen que reflexionemos sobre ello".

Máire Drumm fue vicepresidenta del Sinn Féin provisional y militó en Cumann na mBan. La "Liga de las mujeres", que se fundó en 1914, aglutinaba a socialistas, sindicalistas y sufragistas que compartían su apuesta por garantizar el derecho de Irlanda a formar una república. Nunca negaron que apostarían por la lucha armada si era necesario. De hecho, durante lo que se conoce como el alzamiento de Pascua, en 1916, jugaron un papel muy relevante. Aquellos días de abril, algunas mujeres del Cumann na mBan tomaron armadas la Oficina Central de Correos.

Su nombre está vinculado a acciones políticas de gran relevancia y a pequeñas revoluciones cotidianas. Quizá una de sus luchas más difíciles fuera criar a sus criaturas sola mientras su marido entraba y salía de prisión. Mientras podría estar organizando el ataque a soldados británicos con palos, piedras, cócteles molotovs o rompiendo el toque de queda. Su lucha estuvo ligada a los derechos sociales y políticos de las mujeres y de Irlanda.

En 1958, Máire Drumm encabezó también una protesta en la prisión de Crumlin Road. Al parecer, la prisión se estaba dedicando a detener las cartas y los paquetes que hacían llegar a los presos desde fuera. Estaban ya un poco hartas, así que, tanto Drumm como otras mujeres de presos, decidieron saltarse los controles. Faltaría más. "En aquella época no había guarderías, por lo que los bebés se solían llevar en los enormes cochecitos tipo carruaje. Las mujeres corrieron hacia las puertas, usando los cochecitos para despejar el camino. Aunque las madres fueron golpeadas por los guardias de la prisión, entraron y entregaron las cartas y los paquetes. Como siempre, Máire lideró desde el frente", asegura Fiona Johnston en un artículo sobre su figura (Máire Drumm – A formidable force) en An Phoblacht.

Opción, "la revista de la mujer liberada", se hacía eco de la muerte de Drumm en su primer número, que salió a la luz en diciembre de 1976. En un artículo que no firma nadie asegura que Drumm "fue durante toda su vida una constante amenaza para las fuerzas protestantes". "Hija de una familia de tradición republicana y antibritánica", "fiel siempre a su idea de conseguir un Ulster socialista, su mejor arma fue la palabra". "Propagandas aparte, en los barrios católicos se la consideraba una mujer amable y popular".

Puede que Máire Drumm muriera ciega.

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