Jose Ramón Castaños
El dato más significativo de las elecciones españolas en Euskadi ha sido la irrupción de Podemos como primera fuerza política, por encima incluso del PNV, y muy por encima de EH Bildu y del PSOE-PSE. La sorpresa de estos resultados ha sido mayúscula, incluso para ellos mismos. Nadie esperaba que un partido de reciente construcción, sin organización ni líderes conocidos, se convirtiera de la noche a la mañana en la primera fuerza electoral del País Vasco y Navarra, desplazando a partidos consolidados, con fuerte arraigo social y capacidad de convocatoria como son los partidos abertzales. Este hecho cambia sustancialmente el mapa político vasco, abre nuevas perspectivas de alianzas políticas, y replantea la cuestión de las prioridades entre las políticas sociales y la construcción nacional (ejercicio del derecho a decidir incluido).
¿Cómo se explica la irrupción de Podemos en Euskadi?
Considero que el carácter central de las elecciones ha influido en esta ocasión mucho más de lo que se supone. Y no tanto por el hecho de ser generales, pues no siempre han salido beneficiados en ellas los partidos españoles en detrimento de los vascos, como se puso de manifiesto en las elecciones generales de 2011, en las que la fuerza mayoritaria fue AMAIUR (EH Bildu en la actualidad), sino porque ahora, a diferencia de entonces, había una candidatura en Madrid que ofrecía la posibilidad de echar abajo al gobierno de la derecha para sustituirlo por una alianza de fuerzas de izquierda en colaboración con el nacionalismo democrático de Cataluña y del País Vasco. El cambio en Madrid es ahora posible. Requiere una alianza como esa, y ante la duda más que razonable de que el Partido Socialista quiera liderarla, el voto útil para el cambio se tenía que concentrar inevitablemente en las candidaturas de Podemos, pues sólo ella ofrecía credibilidad (no está contaminada por la corrupción); claridad en el mensaje (proyecto de ruptura democrática y de cambio de modelo social); y posibilidades (las encuestas de opinión le equiparaban al PSOE). El espectáculo televisivo, llenando horas y horas de programación con los 4 candidatos seleccionados por los medios para "hacer la carrera electoral", sacando de la misma a IU y a las candidaturas vascas, catalanas y gallegas, reforzaba inevitablemente la tendencia al voto útil de la candidatura de Pablo Iglesias.
Pero el voto útil no lo explica todo. En el desplazamiento de votos del Partido Socialista y de la izquierda abertzale hacia las candidaturas de Podemos, hay que considerar, además, la importancia de los discursos de unos y otros porque ellos tienen un atractivo diferente para quienes en Euskadi luchan por el cambio. El discurso "socialista" ha perdido toda credibilidad, y no sólo por su dilatada historia de corrupción y de promesas incumplidas, sino también porque los cambios que propone son "cambios cosméticos" que no van a la raíz de los problemas. La izquierda abertzale ha tenido el discurso de siempre, pero eso no es una virtud porque la idea de "tener en Madrid un grupo parlamentario vasco para la defensa de la soberanía política de Euskal Herria", es mucho menos atractiva que la idea de votar a una candidatura que puede "traer el cambio político en Madrid para atajar la corrupción política, garantizar los derechos sociales y reconocer el derecho a decidir de catalanes y vascos". También esto ha jugado a favor de Podemos y en contra de EH Bildu.
Aliados y competidores.
El punto de partida de Podemos es tan alto que sus portavoces en Euskadi ya piensan en arrebatar la mayoría electoral al PNV y a EH Bildu en las elecciones autonómicas del 2016. Se apoyan para ello en la afirmación gratuita e indemostrable de que "el eje de la política vasca se ha desplazado de la cuestión nacional a las cuestiones sociales", y en la suposición de que en este escenario, ellos, Podemos-Euskadi, representan mejor que otros, EH Bildu, los intereses sociales de los más desfavorecidos. En el polo opuesto, el presidente del PNV, Ortuzar, afirma que la dominante política en las elecciones vascas volverá a ser la cuestión de la soberanía política y del derecho a decidir, y que, en consecuencia, los partidos abertzales volverán a recuperar la hegemonía política.
Pero la política vasca es mucho más compleja que todo esto. En primer lugar, porque las cuestiones sociales (el paro, los bajos salarios, la inseguridad en el empleo, la vivienda, la igualdad de género o los problemas medioambientales), nunca han estado disociadas de las políticas económicas (inversiones públicas, políticas fiscales, etc), ni de las cuestiones políticas relacionadas con la cuestión nacional (reconocimiento de la nación vasca, reivindicación de la soberanía nacional y de la normalización lingüística, etc.). No se puede establecer prioridades entre ellas porque caeríamos en reduccionismos absurdos. Tampoco se puede negar la evidencia, confirmada por los hechos una vez tras otra, de que los principales sujetos de la lucha por los derechos sociales son los mismos que protagonizan las luchas por las reivindicaciones nacionales; esto es, en el plano social, los Sindicatos abertzales y los movimientos sociales que trabajan hombro con hombro con ellos, y en el plano político e institucional, no se encontrará otro que no sea EH Bildu. La irrupción de Podemos en la política vasca permite ampliar esa alianza sobre las cuestiones sociales en el ámbito de la política institucional, pero no tanto en el plano social, donde la aportación que puede realizar es mucho más limitada, si tenemos en cuenta que su base social se expresa en las elecciones pero no en el plano de la organización social y de la movilización ciudadana como lo hace la base social de la izquierda abertzale. Esta es una cuestión decisiva en política, pues los cambios que se quieren hacer (la ruptura democrática) son imposibles desde la aritmética electoral y los pactos de Gobierno. Un cambio como ese requiere dedicar todos los esfuerzos a la organización social y a la movilización ciudadana, pero no se insiste en ello en los discursos políticos.
El otro problema que alimentará la disputa entre Podemos y la izquierda abertzale se refiere a la cuestión nacional. De momento hay un acuerdo en la reivindicación del derecho a decidir de catalanes y vascos, pero hace falta saber si lo mantendrá en sus conversaciones con el PSOE, y por cuánto tiempo lo mantendrá. Si la promesa es firme permitirá tejer una alianza en Madrid, pero aún en ese caso, no resolverá el problema de una disputa inevitable en Euskadi sobre aquello que los vascos queremos decidir, porque una cosa es el derecho y otra el modo a como se ejerce. Y, si Podemos insiste en ejercerlo para afirmar la unidad de España, tropezará inevitablemente con quienes queremos construir una República Vasca independiente aunque solidaria con los pueblos de España. Aún así, bienvenida sea Podemos al nuevo panorama vasco.
Comentarios
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