Este fin de semana una mujer fue asesinada en Córdoba por violencia de género, otra fue herida de gravedad en Sanlúcar y conocimos otras agresiones sexuales. Mientras leía estas noticias, me llegaba un mensaje por Instagram de una joven a la que conocí en un acto. Allí me confesó que había sido violada hacía unos meses y que, después de leer uno de mis artículos, afrontó la situación. Ha estado en un centro de mujeres víctimas de violencia sexual y me escribía para decirme que la psicóloga ya le ha dado de alta y para volver a darme las gracias. Creo que nunca somos conscientes, más allá de un artículo en prensa, sino en nuestras conversaciones diarias, del poder que tienen nuestras palabras para muchas víctimas.
Tras esto, entro en Twitter y encuentro unas declaraciones de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en referencia a lo que considera el "feminismo del Gobierno": "Su forma de ver la vida propia de malcriadas que aspiran a llegar solas y borrachas, desprovistas de responsabilidades ni siquiera ante sus peores decisiones, nos abochorna a la mayoría de las mujeres que trabajamos todos los días para sacar adelante nuestro país".
Ni existe el feminismo del Gobierno ni existe el feminismo de Ayuso. El feminismo es solo de todas las mujeres que buscan el avance de sus derechos. Entre ellos que sola, acompañada, bebida, sin beber, andando, corriendo, sentadas, saltando o haciendo el pino, si nos apetece, podamos llegar sanas y salvas a nuestras casas. No es una "locura" de petición.
Lo que abochorna es que una representante pública use un drama personal de muchas mujeres, que han sido abusadas o agredidas en fiestas, para responsabilizarlas de la situación. Si escuchara a algunos de los familiares de jóvenes asesinadas en ferias o fiestas tras ser violadas o si simplemente pasara por un centro de víctimas de agresión sexual, de las supervivientes, creo que ellas mismas le podrían dar unas cuantas lecciones a sus palabras. Aún más cuando se ha disparado el número de jóvenes expuestas a la sumisión química para anular su consentimiento. Y más cuando se registra en este país una violación cada cinco horas. No sé si lo que pretenden las palabras de Ayuso, defensora de un concepto extraño de "libertad", es que vayamos siempre acompañadas, bebiendo agua y tuteladas.
Si fuera más allá de la polémica, su discurso en voz alta podría haber sido que está cansada de que cada fin de semana hombres malcriados decidan que se puede abusar de mujeres solas y borrachas, sin asumir ninguna responsabilidad ante la peor decisión que pueden cometer, que es la de ejecutar un delito. Pero no, para desacreditar al Gobierno optó por lanzar un mensaje donde muchas víctimas y mujeres se sintieron interpeladas. Porque en sus palabras, también se desprende, de que el privilegio de llegar a casa solos y borrachos, sin ningún peligro para sus vidas, es de ellos.
Lo que precisamente se denuncia, y lo que toda mujer debería defender independientemente de su posicionamiento político, es que el hecho de que alguien se emborrache no es carta blanca para el abuso. Y, si no es mucho pedir, llegar vivas. Cuando alguien que ha bebido es víctima de un robo, nadie le dice malcriado, ni cuestiona que fuera solo, ni cuestiona que bebiera, ni se le señala como responsable. Y se tiene muy claro que quien roba es el único responsable pero que, además, lo hace con la intención de aprovecharse de una situación de vulnerabilidad. Pues este caso, con las mujeres y los abusos sexuales, es lo mismo. Estaría bien que lejos del populismo, se deje en paz a las víctimas y no les lance más responsabilidades. Se pueden usar argumentos de más nivel. Hay críticas constructivas que se pueden hacer contra el Ministerio de Igualdad o el Gobierno, lo aseguro, pero para eso hay que saber de feminismo.
No obstante, tras sus palabras hubo algo aún más inquietante. Y fue el aplauso de todo el PP, cuyos responsables serán padres y madres. Y tendrán hijas que querrán que puedan divertirse en libertad sin que eso suponga un riesgo para sus vidas. Las palabras de Ayuso iban en contra de ese derecho, pero además fueron refrendadas por un aplauso de tolerancia y apoyo.
Y es entonces cuando pienso en la víctima que me escribió este fin de semana y me pregunto, cuántas de ellas, en estos próximos años, tendrán que escuchar declaraciones que les dañen en su proceso de recuperación y las señalen ante la opinión pública. O, lo que es peor, que lleguen a sufrir políticas que las ninguneen aún más y las culpabilicen aún más. No usen a las víctimas para conseguir votos, por favor. Es repulsivo.
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