Otras miradas

¿Y ahora qué, Andalucía?

Manuel Romero, Celia Espada e Isabel Serrano

Instituto de Estudios Culturales y Cambio Social

¿Y ahora qué, Andalucía?
El presidente del PP andaluz y candidato a revalidar la Presidencia de la Junta, Juanma Moreno, comparece en la sede del PP donde ha seguido el resultado de las elecciones andaluza siendo el ganador con 58 escaños a 10 de junio del 2022 en Sevilla (Andalucía, España).- Eduardo Briones / Europa Press

Este artículo es el intento de dar coherencia a algunos apuntes e ideas que hemos tomado a lo largo de la jornada electoral en un grupo de Telegram. Es por lo tanto un análisis sobre la marcha, atropellado y quizá algo confuso, por lo que rogamos que disculpéis los posibles errores e imprecisiones. Además, como sociólogas de retaguardia, estamos convencidas de que las mejores conclusiones de una coyuntura particular siempre se extraen cuando el volcán ya no está en erupción y la lava está fría y sedimentada. Aún así, intentaremos arrojar algo de luz sobre lo ocurrido en Andalucía.

La noche de ayer fue una noche histórica para el Partido Popular y una noche dura para las izquierdas y para el conjunto de las clases populares andaluzas. Muchísimos son los matices y las lecturas que podrían hacerse de los resultados, sobre todo de una mayoría absoluta holgada en un momento pluripartidista, donde estos resultados únicamente aparecen ya donde se le esperan –como en Galicia, por ejemplo. Los azules han triunfado con una campaña personalista y hecha a medida, muy centrada en la imagen de un tipo que se han preocupado por proyectar hacia afuera como un candidato solvente, amable y dotado de cierta autonomía, moderado en las formas aunque sus políticas hayan sido profundamente regresivas para las mayorías sociales. En la pandemia, mientras Pablo Casado se derechizaba y radicalizaba su discurso, Moreno Bonilla no insultaba y se mostraba dialogante con el gobierno central. Ha sido una estrategia inteligente la suya: decidieron no competir en el terreno de juego que Vox le brindaba, algo de lo que sin duda tomarán nota en Génova. De hecho, es curioso como se presentaron como el voto útil contra la extrema derecha, una suerte de chantaje que venía a decir algo así cómo vótame a mi para gobernar en solitario o lo tendré que hacer con estos radicales.

Juanma Moreno ha sido un candidato de continuidad con el régimen de gobierno del PSOE andaluz de las últimas décadas. Se ha revelado mejor candidato del PSOE que Juan Espadas. Su gestión se ha centrado en pasar de puntillas, en no hacer un gesto más brusco de la cuenta, aplicar algunos matices simbólicos para tomar distancia, como el cambio de logo de la Junta de Andalucía, y las mismas políticas conservadoras a las que ya nos habían acostumbrado José Antonio Griñan o Susana Díaz. Ahora podrá seguir haciendo lo mismo pero sin tener que negociar con socios de gobierno, sin la necesidad de tener en cuenta la geometría parlamentaria. Así lo ha demostrado en la celebración, con un discurso victorioso pero de humildad, pidiendo templanza y responsabilidad frente a una multitud de votantes con banderas de Andalucía repartidas por los populares. A diferencia de Vox, que llevaba como propuesta programática la eliminación de las autonomías, el PP ha salido haciendo gala del orgullo andaluz, un sentimiento en absoluto excluyente con la identidad española de la mayoría de sus votantes.

Ciudadanos ha desaparecido por completo del mapa político, a falta de un análisis pormenorizado de los resultados, no nos cabe ninguna duda de que han sido completamente absorbidos por el Partido Popular. El voto ha vuelto a casa unos años más tarde. Los naranjas se despiden así de uno de los territorios donde eran más fuertes. Por su parte, Vox no ha cumplido con las expectativas. Aún así han crecido, pero el efecto Macarena Olona ha fracasado en sus propósitos. La campaña electoral ha sido por lo general bastante mala. Pasear a Olona por nuestra tierra vestida como un souvenir barato no les ha funcionado, y lanzar consignas incendiarias al aire en unos debates electorales en los que estaba completamente fuera de juego tampoco les ha resultado muy útil. Vox ha gastado una bala, se han arriesgado a quemar uno de sus mejores cuadros y no les ha salido bien. Ahora la duda está en qué hará en el futuro: ¿se quedará en el parlamento de una tierra que le es ajena o volverá a recuperar su escaño en el Congreso?

El PSOE ve como poco a poco se le escapa de las manos el que ha sido su cortijo durante más de cuarenta años. Es cierto que tampoco han hecho gran cosa por ponerle un remedio. Juan Espadas es un aspirante de perfil bajo, alguien insípido y poco conocido sin la capacidad de dar la vuelta a una tendencia que venía imponiéndose en los últimos años. Fue un candidato colocado con el claro y único objetivo de pelear una guerra de posiciones en la interna del PSOE. Su labor política estará ahora en tener la capacidad de hacer oposición y lograr destacar siendo contundente y, al menos, algo más carismático que Ángel Gabilondo.

Pocas sorpresas para la izquierda en unas elecciones que se preveían como la crónica de una derrota anunciada a pesar de sus buenas pero insuficientes campañas electorales: Por Andalucía logra 5 escaños y Adelante 2. Ya hay quien se lamenta de que no hayan concurrido juntas. A poco que se conozca el contexto y el recorrido de la ruptura se sabe que la reconciliación era una tarea imposible. Además, aunque se intente reducir todo a luchas cainitas, hay una diferencia real de proyectos que sería ideal que se pudiera debatir desde la cordialidad y el encuentro (y ojalá sea así más pronto que tarde). Teresa Rodríguez ha hecho una campaña valiente y andalucista, logró destacar a pesar de haber empezado la carrera con todo en contra y brillar en los debates electorales, lo que creemos que ha sido premiado por parte del electorado de la izquierda que se mostraba indeciso entre las dos opciones. Por Andalucía también consiguió remontar una campaña que comenzó con algún sobresalto esperpéntico, pero el perfil de una candidata muy poco conocida, lo que no evita que sea solvente, y el papel de subordinado en el gobierno central tampoco han ayudado a impulsar los resultados.

Y la gran pregunta ahora es: ¿qué hacer en Andalucía? Los clamores a la unidad de la izquierda no nos valdrán para absolutamente nada siempre y cuando se den en el vacío, sin reflexión política y estratégica y sin subordinar los anhelos de unidad a un proyecto de futuro. Además, ¿aspiramos a tener un puñado más de escaños o a forjar un horizonte para las mayorías sociales? Esto solo se logrará con la recomposición del tejido social, poniendo todo el músculo militante en esbozar un programa que ponga en el centro la alternativa ecológica al desastre climático, la revitalización de nuestra cultura y la construcción de un sentido común diferente, el feminismo andaluz y la justicia social y económica para las mayorías sociales de Andalucía.

Más Noticias