Otras miradas

El empate político: ¿Un problema programático o de imagen?

Javier Franzé

Politólogo de la Universidad Complutense de Madrid

Javier Franzé
Politólogo de la Universidad Complutense de Madrid

Fue Maquiavelo uno de los primeros pensadores en descubrir —como sostuvo Lefort— que la política se mueve en la tensión entre el Ser y el Parecer, entre aquello que realmente eres y aquello que pareces.

Maquiavelo afirmó esto en el siglo XVI, cuando la mediación tenía una complejidad de canales y posibilidades incomparablemente menor que hoy en día. Quizá por eso su metáfora era bien sencilla: ni es ni se ve igual la política desde la piazza que desde el palazzo.

Los resultados de la consulta de Podemos, más allá de la oportunidad y la forma en que se realizara la misma, arrojan un panorama previsible: sus bases no quieren pactar con Ciudadanos pero sí con el PSOE, aunque no a cualquier precio sino para ‘un gobierno de cambio’.

No podía ser de otro modo. No hay compatibilidad entre Podemos y Ciudadanos, no sólo en el Ser sino tampoco en el Parecer, y por eso ambos se vetan mutuamente. Está bien que así sea. Aporta claridad al debate y por tanto a la democracia.

No son compatibles en el Ser porque sus programas tienen diferencias clave: la cuestión territorial y la cuestión económico-social. Tienen elementos en común, como algunos aspectos de la regeneración democrática, pero que no alcanzan para formar gobierno. Coinciden en lo accesorio, no en lo fundamental.

En el Parecer difieren también. Cabría matizar diciendo que ambos aspiran a aparecer como ‘la nueva política’. Sí, pero con una diferencia sustancial: si Podemos se presenta como lo nuevo contra lo viejo, Ciudadanos se presenta como lo nuevo sin oponerse a lo viejo. Esto no significa un juicio de valor, sino un rasgo de la identidad de Ciudadanos que para algunos puede ser positivo y para otros negativo: Ciudadanos no busca confrontar con las élites políticas y económicas que han conducido la política española desde la Transición, sino presentarse como un partido que viene a regenerar el orden político español, con el que concuerda en lo fundamental. Donde unos ven "gobernabilidad" y "espíritu pactista", otros verán "continuidad" y "conservadurismo".

La mayor tensión entre Ser y Parecer la tiene el PSOE. En efecto, en el Ser no difiere tanto de Podemos, pero sí en el Parecer, y por ello busca no despegarse de Ciudadanos.

Programáticamente, salvo en la cuestión territorial —para la cual caben  soluciones de compromiso—, el PSOE tiene grandes similitudes con Podemos. Sin embargo, en el Parecer hasta ahora no ha sido así, porque el PSOE no quiere ser visto como el partido que pacta solo con Podemos, lo que entiende le significaría perder su imagen de partido ‘centrista’, ‘de gobierno’, tal como esto se comprende en el marco de la cultura política de la Transición. Por eso el PSOE quiere pactar con Podemos y con Ciudadanos a la vez, y ninguno de éstos acepta esa fórmula. Si para el PSOE tal acuerdo es el único que satisface tanto el Ser como el Parecer, a Podemos y a Ciudadanos les deja cojos.

El hecho de que el PSOE pueda pactar solo con Ciudadanos pero no solo con Podemos muestra el mayor peso relativo del Parecer sobre el Ser, que Maquiavelo también señalaba, determinado porque la mediación es insalvable: no hay autenticidad posible, y quizá por eso los partidos se afanan en conseguirla.

Esto explicaría también que el PP, pese a su fuerte crítica al PSOE, quiera pactar con él, y quizá con Ciudadanos, pero nunca con Podemos, y que el PSOE rechace —tal como Podemos con Ciudadanos— ese pacto.

Quizá el empate político actual, que es antes un empate cultural, si por esto entendemos imaginarios, formas de hacer política e identidades, sea esta situación en la cual todos quieren pactar con uno que a su vez no quiere pactar con él, porque ninguna de las ofertas de gobierno satisface el Ser sin dañar el Parecer de todas las fuerzas políticas que la integrarían.

Es el PSOE quien carga con la tensión mayor entre Ser y Parecer, pues para formar gobierno debe resignificar su imagen, su Parecer, demostrando(se) que es posible ser democrático y transformador sin ser ‘centrista’.

Quizá esa tensión con que carga el PSOE no sea otra que la de la propia Transición. En ambos casos, esa tensión tiene la forma de paradoja: lo más sencillo en el Ser o programáticamente resulta (o eso calculan) más oneroso en términos de imagen, del Parecer. Del mismo modo, quizá la Transición se sienta más amenazada por Podemos en clave de Parecer que en clave del Ser. ¿Será por esto que lo que más la alborota sean las Reinas Magas, los Titiriteros, las rastas o una diputada alimentando a su hijo en el Parlamento?

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