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Lecciones para un nuevo proceso constituyente en Chile

Jaime Bordel Gil

Lecciones para un nuevo proceso constituyente en Chile
Ciudadanos participan en el cierre de campaña de los simpatizantes por la opción de votar "aprueba" al referendo del pasado domingo, en Santiago (Chile).- EFE

El plebiscito de salida chileno deja un sabor amargo para quienes desde hace meses apostaban por el Apruebo. La derrota entraba dentro de lo previsible, pero las dimensiones de esta no las podía imaginar nadie. El Apruebo solo se impuso en 8 comunas de 346 y perdió en todas las regiones, incluyendo los bastiones progresistas de Valparaíso y la Región Metropolitana de Santiago. El rechazo al texto fue unánime y contundente de norte a sur del país, lo que deja abierto un periodo en el que será importante revisar los errores cometidos para tratar de revertirlos de cara al próximo proceso constituyente.

Más allá de las responsabilidades que se puedan atribuir al papel jugado por el Presidente Gabriel Boric, la derrota del Apruebo venía forjándose desde meses atrás. Las continuas polémicas durante el proceso de redacción del texto generaron un ambiente muy hostil hacia la Convención y la propuesta constitucional, considerada por muchos como una constitución "demasiado partisana" y por otros tantos como un texto con errores importantes.

La realidad es que si entramos a analizar el texto detenidamente, ni siquiera se trata de una propuesta tan radical en su contenido, pero sí en sus formas. Con un lenguaje muy reivindicativo, parece como si el texto quisiera enmendar de golpe todos los agravios históricos a los pueblos originarios y buscar una constitución histórica que sirviera de modelo para el mundo, como señala en este artículo el politólogo Juan Pablo Luna. Este afán lleva en ocasiones a recurrir a fórmulas excesivamente recargadas, a un texto extensísimo (389 artículos, más del doble que la Constitución española), a una obsesión por querer renombrar todo, y a algunos excesos retóricos que han pasado factura. Decisiones como querer cambiar el nombre al Senado, una cámara histórica en Chile desde donde crecieron políticos de la talla de Salvador Allende, finalmente han pesado mucho y han sido castigadas por los electores.

Estas innovaciones en el lenguaje y las formas, sin embargo, no se vieron acompañadas por un contenido tan radical. Más allá del agua, la constitución no recogía nacionalizaciones de sectores estratégicos, y aunque se incorporaban cambios en la institucionalidad, finalmente optaba por una fórmula bastante conservadora: un presidencialismo atenuado y un régimen bicameral en el que el Congreso contaba con más peso que el Senado. Tampoco se puede considerar extremista el modelo de estado, donde el estado subsidiario se sustituía por uno democrático y social de derecho (como en España), ni el amplio catálogo de derechos sociales que recogía el texto, aceptado por la mayoría de fuerzas políticas.

Las mayores controversias se dieron en materias de Justicia y Plurinacionalidad, donde se tuvieron los debates más encarnizados. Aquí, la falta de concreción en el funcionamiento y las competencias que tendrían los tribunales indígenas, y los excesos retóricos, llevaron a que la campaña se centrara en la inseguridad jurídica que generaba el texto, todo ello aliñado con un aluvión de noticias falsas que el Apruebo no supo contrarrestar.

Pero más allá de las causas que explican el fracaso estrepitoso del Apruebo, lo verdaderamente importante es extraer algunas lecciones de cara al nuevo proceso constituyente que probablemente comenzará en los próximos meses. Aquí humildemente aporto tres apuntes que considero que pueden ser importantes.

Creo que la primera lección que debería sacar el Apruebo es que sin tender unos puentes lo suficientemente fuertes con el centroizquierda es imposible sacar adelante una nueva constitución. Se subestimó a este espacio político y se pensó que con los sectores más progresistas de la ex Concertación bastaría para aprobar el texto. No ha sido así, y de cara a los próximos meses será importante establecer una conversación a la altura con estos sectores que han sido clave para la victoria del Rechazo.

Un primer paso necesario será acordar lo antes posible tanto con el centroizquierda como con la derecha que quiere tomar parte activa de la conversación constitucional, unas nuevas reglas para el próximo proceso constituyente. Un acuerdo amplio y temprano sería un buen primer gesto para demostrar que las cosas van a ser diferentes esta vez.

La segunda lección importante es saber reconocer cuales han sido las debilidades del texto, y no confundirlas con los avances que este contenía. Habrá quien querrá echar por tierra todo el trabajo hecho por la Convención, pero lo cierto es que en materia de derechos sociales, medioambientales e igualdad de género el texto es muy avanzado, y su implementación produciría cambios inmediatos en el país, como que el agua pasara a ser un derecho y no un bien de mercado. Saber cuáles son las partes a salvaguardar y a cuáles se puede renunciar será fundamental, ya que el Apruebo tendrá que ceder en algunos aspectos para llegar a acuerdos con otros sectores políticos.

La plurinacionalidad y los sistemas de justicia son dos de los puntos que los partidarios del Rechazo exigirán que sean revisados. Estos temas junto al sistema político (senado, congreso, poderes del presidente) deberán ser debatidos de nuevo, y aquí los partidarios del Apruebo no deberían ser intransigentes para así poder conservar otros puntos importantes del texto como los derechos sociales, la paridad, o el derecho al agua y protección de la naturaleza.

Por último, el Apruebo deberá ser más republicano y pasar la página del estallido social si quiere volver a acercarse a la mayoría de un 80% que votó a favor de una nueva constitución en octubre del 2020. Durante la campaña estuvo muy presente toda la simbología del estallido social. Desde el lugar del acto final de campaña, la plaza Italia, epicentro de las protestas, hasta las declaraciones de muchas figuras del Apruebo que presentaban el texto como la obra final de las movilizaciones de aquellos días.

Es cierto que con aquellas movilizaciones empezó todo, pero el abuso del imaginario de las protestas durante estos años ha hecho que ya no interpelen a una parte importante de la población. Chile ya no es el de la marcha del millón, sino un país donde las principales preocupaciones de los ciudadanos son la delincuencia y la inflación. Y a estos sectores no se les va a convencer aludiendo a un periodo donde se iniciaron conquistas sociales, pero donde también hubo semanas de incertidumbre con supermercados cerrados, comercios saqueados, calles cortadas y una treintena de muertos.

Entre los votantes que cambiaron más de 3 veces su voto en los últimos meses (+30% según la encuestadora UDD), una amplia mayoría (52%) se inclinó por Boric en 2ª vuelta de las presidenciales, residía en entornos urbanos y entre sus principales preocupaciones estaba la seguridad. Es decir, por perfil sociológico e inclinaciones políticas se trataba de un un perfil al que perfectamente podía haber llegado el Apruebo. El problema es que no se supo como hacerlo.

A esta gente es a quien tendrá que convencer la campaña del Apruebo en los próximos meses, y para ello no se pueden seguir utilizando las referencias y el lenguaje movimentista de las marchas de Plaza Italia. Para ello, se deberá adoptar un tono más republicano, en el que sin perder cuestiones importantes de contenido se interpele a una mayoría social que ha votado Rechazo en contra de las performance, los sahumerios y la altisonancia de una parte de los constituyentes, los cuales consideraban completamente alejados de la realidad del país.

La voluntad de cambiar la constitución está ahí, y según los sondeos de los últimos meses de la demoscópica Cadem, un 67% de ciudadanos se encontraba dividido entre aprobar para reformar y rechazar para empezar un nuevo proceso. La gente quiere una nueva constitución, el problema es que no quería esta. Ahora, una vez conocidos los resultados definitivos, Chile tiene un camino complicado por delante, pero esta derrota debe servir para aprender y no para hundir a nadie en la desesperanza.

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