Otras miradas

John Wick, criptomonedas y culturas digitales

Guillermo Zapata

Escritor y guionista

John Wick, criptomonedas y culturas digitales
John Wick

John Wick (Keanu Reeves) es el protagonista de tres películas (con una cuarta, una serie y varios spin-offs en preparación) que se cuentan entre lo mejor del cine de acción de los últimos ocho años. Dirigidas por Chad Stahelski, que empezó su carrera como especialista en escenas de riesgo, y escritas por Derek Kolstad, cuenta la historia de John Wick, un asesino a sueldo que, tras la muerte de su mujer por una enfermedad, encuentra su único consuelo en un perrito que ella misma le regaló. La cosa se tuerce cuando el hijo de un mafioso ruso tiene a bien matar al perrito. Eso sucede en los primeros minutos de las primera película y desde ahí hasta John Wick 3: Parabellum, estrenada en 2019, no tenemos más que al bueno de Keanu repartiendo galletas y tiros a todo el que se le pone por delante de manera eficiente y silenciosa.

Todas las entregas hasta el momento son un prodigio de planificación y coreografía y la saga no podría tener más carisma. Sin embargo, el bueno de John no se ha incorporado al panteón habitual de avatares con los que nos deleita una parte importante de las nuevas culturas masculinas en el mundo digital. Clint Eastwood y el Joker siguen llevándose la palma en lo que a "tipos solitarios no súper bien de la cabeza que prefieren resolver las cosas a tiros" se refiere. ¡Incluso el Christian Bale de American Psycho (La adaptación de la novela de Bret Easton Ellis) tiene más predicamento como masculinidad muy problemática- es un psicópata – pero irónica y al fin al cabo broker que es lo que nos gusta!

Lo que me ha llevado a preguntarme... ¿Por qué John Wick no? Sus películas son muy populares y al fin y al cabo está solo y mata. Mata muchísimo y de formas realmente creativas.

Volveré a ello en un momento.

Hace un par de semana se celebró en Madrid el mayor evento en torno a las criptomonedas de España. Fue un verdadero éxito. 7.000 personas participaron en el mismo. El perfil mayoritario era varones de entre 20 y 35 años. El encuentro había sido señalado y vigilado por la Comisión Nacional del Marcado de Valores (motivo por el cual varios de los presentadores anunciados se retiraron del mismo) y estaba presidido por diversos disclaimers para protegerse de posibles consecuencias legales de las que cosas que se dijeran en ese espacio, publicitado como espacio de formación para participar en el negocio de las criptomonedas. La CNMV había anunciado que varios de los participantes en el encuentro forman parte de "Chiringuitos Financieros".

Es difícil explicar a los asistentes que la CNMV les estaba protegiendo a ellos y a sus ahorros . La percepción es más bien la contraria. La de una peligrosa entidad estatal que se dedica a cercenar la libertad y el emprendimiento.

Y ahí es dónde entra John Wick. Porque John Wick no es sólo una película de asesinos a sueldo y hostias sequísimas, persecuciones y disparos quirúrgicos (Wick siempre remata a la cabeza) La cosa es que también es una serie de películas sobre instituciones y bienestar.

Hablemos de El Continental. El Continental es un hotel que sirve de refugio a las y los asesinos a sueldo de este mundo. En el Continental está prohibido matar a nadie. El Continental te proporciona armas, información y servicios sanitarios en caso de que las cosas hayan ido mal. Las reglas de El Continental (y en general de todos los refugios dentro de la "La Mesa" –la organización que controla todo el tinglado– son de obligado cumplimiento para todos sus miembros. Por cierto, todo ese sistema de derechos y deberes viene acompañado de una moneda propia. La moneda funciona, igual que todo el sistema en torno a los refugios, porque ha podido construir una confianza en su propia fortaleza. Dicha confianza viene de los derechos que proporciona. Son los derechos lo que garantizan su continuidad. Cuando deja de garantizarlos, empieza a resquebrajarse.

Eso es lo que aleja a Wick de otras fantasías violentas, que forma parte de una sociedad y acata un sistema de normas. Cuando deja de hacerlo (de eso va fundamentalmente la tercera entrega hasta la fecha) se ve despojado de sanidad y protección y deja de tener casa. Sin esos derechos es, simple y llanamente, un bien en un mercado. Es en ese momento, liberado de las obligaciones de las instituciones a las que servía y que le protegían, cuando vive la auténtica experiencia neoliberal. Despojado de toda protección, se convierte en un recurso a explotar. Su cabeza vale millones. Todos los asesinos del mundo van detrás de él.

Lo que me parece más interesante es que en los últimos 25 años hemos asistido a una transformación cultural profundísima en las culturas digitales. Hemos pasado de pensar, pelear y construir las redes como "Continentales": refugios dónde la libertad venía determinada por los derechos de los que podíamos dotarnos a través de la comunicación, la cooperación, la cultura de la copia y la desintermediación en términos de participación democrática a una inversión perversa de cada uno de esos términos.

La cultura digital más viva hoy es una fantasía de libertad basada en la especulación y la inversión privada para acumular capital que desconfía tanto de las instituciones públicas como del prójimo, que se presenta como un competidor. Dichas culturas, como hace 25 años implican una comunidad (fundamentalmente masculina) con enemigos, prácticas comunes, una forma de construir una cotidianidad, un imaginario del mundo, etc. y un sentimiento de rebeldía y diferencia. Pensar que esas culturas se quedaran encapsuladas en las redes, como un territorio separado y aparte de la realidad es una ilusión. Cuando cambia tu forma de ver el mundo empiezas a producir el mundo en la forma en la que lo ves.

Por eso es más urgente que nunca volver a retomar la vieja pregunta sobre internet, las redes, la atención y volver a ampliar el horizonte de los imaginarios de otra forma. Una que incluya al conjunto de la sociedad (que no sea exclusivamente masculina). Retomar, si se quiere, la construcción de esos "Continentales digitales". Esos territorios refugio y garantes de derechos. Podríamos empezar, por ejemplo, por la toxicidad y la violencia en las comunicaciones. Construir espacios seguros.

John Wick lo haría. Al fin y al cabo, la mayoría vivimos bajo "la mesa".

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