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Hassiba Boulmerka: cuando atletismo rima con feminismo

Ramon Usall

La atleta Hassiba Boulmerka levantanda el puño tras su triunfo en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. -Tumblr
La atleta Hassiba Boulmerka levantando el puño tras su triunfo en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. -Tumblr

Hay vidas que son el fiel reflejo de la evolución de un país. Sin duda ese es el caso de la de Hassiba Boulmerka, la primera medallista de oro argelina y la primera campeona del mundo de origen africano. Una atleta con una historia que trasciende el ámbito estrictamente deportivo y que la ha llevado a convertirse en un símbolo de la lucha por la emancipación de las mujeres árabes.

A decir verdad, la existencia de Hassiba Boulmerka ha estado estrechamente vinculada a la lucha por la libertad desde el mismo momento de su nacimiento. La pequeña Boulmerka vino al mundo en julio de 1968, cuando Argelia celebraba el sexto aniversario de su independencia, lograda a sangre y fuego tras siete años de feroz combate contra el colonialismo francés, y sus padres decidieron ponerle el nombre de Hassiba. Era el pequeño homenaje de su familia a una de las grandes heroínas de la lucha contra la ocupación colonial: la mártir Hassiba Ben Bouali, militante del Frente de Liberación Nacional (FLN), que había caído, en plena Casba durante la batalla de Argel, al lado de Ali la Pointe y del pequeño Omar.

Hassiba Boulmerka pasó la infancia y la adolescencia en su localidad natal de Constantina, en una Argelia que pretendía convertirse en el faro del Tercer Mundo y que se debatía entre la modernidad de su apuesta revolucionaria y la tradición de su influencia musulmana. Así pues, mientras Argelia permitió a sus mujeres trabajar libremente sin el consentimiento de su marido antes de que lo hiciera su antigua potencia colonial, lo cierto es que la revolución que lideraba el presidente Houari Boumédiène estuvo siempre condicionada por la gran influencia que sobre ella ejercía el conservadurismo religioso que limitó muchos avances, especialmente en el terreno de los derechos de las mujeres.

A este conservadurismo no le gustaba ver a chicas jóvenes, como Hassiba Boulmerka, practicando deporte por las calles de Constantina. Una circunstancia que contribuyó, como también lo hizo la necesidad de progresar deportivamente, a que la joven abandonara, en 1985, su localidad natal para trasladarse a una Argel teóricamente más cosmopolita pero donde también germinaba, como lo hacía en el resto del país, el virus del fascismo islamista.

A pesar de ello, Hassiba vivió en Argel un notable salto cualitativo en su carrera que la llevó de correr mientras recibía insultos por las calles de Constantina a convertirse, en septiembre de 1988, en campeona de África de la prueba de 1.500 metros en una competición celebrada precisamente en Annaba, una de las principales ciudades del este argelino.

Este campeonato de África, en el que Argelia ejerció de anfitriona, fue el último gran acontecimiento internacional que el país acogió antes de la revuelta de octubre de 1988, que sacudió los cimientos en los que se fundamentaba el poder desde la independencia y que hizo emerger al islamismo como uno de los actores más relevantes de la vida política argelina.

El Frente de Liberación Nacional, el histórico FLN que basaba su legitimidad en el papel que había desarrollado durante la guerra de independencia, veía cuestionado por vez primera el poder que había ejercido de manera hegemónica y despótica, usando en función de su conveniencia, a los sectores modernizadores, de inspiración socialista, o al bloque conservador, influenciado por el islamismo.

Fue en este contexto de extrema polarización del país en el que Hassiba Boulmerka forjó su palmarés deportivo. Después de su victoria en los campeonatos africanos de 1988, la joven argelina repitió triunfo en los de 1989 para llegar, en 1991, a convertirse en la primera mujer africana en proclamarse campeona del mundo en una prueba atlética después de ganar la medalla de oro de los 1.500 en los mundiales celebrados en Tokio.

Este título mundial tuvo un alto componente simbólico. Por vez primera, una mujer argelina se convertía en campeona del mundo mientras en su país el islamismo político, representado por el Frente Islámico de Salvación (FIS), se preparaba para asaltar el poder tras una abrumadora victoria en las elecciones municipales que lo había llevado al gobierno de buena parte de los ayuntamientos.

Mientras Hassiba Boulmerka empuñaba orgullosa la bandera argelina para celebrar su campeonato mundial, en su tierra natal, el islamismo impulsaba políticas de segregación de sexos desde los municipios donde gobernaba e intentaba que el parlamento argelino prohibiera formalmente el deporte femenino. Una propuesta que no llegó a cuajar pero que evidenciaba cómo el conservadurismo islamista quería impedir a toda costa el ejemplo de las mujeres libres que, como Hassiba, habían convertido el deporte en un terreno de lucha para la igualdad de género.

A pesar de la presión islamista, escenificada por las declaraciones del imán de la mezquita de Constantina, la ciudad natal de Boulmerka, que afirmó "esta mujer no es musulmana porque corre, en pantalones cortos, con las rodillas descubiertas, ante miles de hombres", Hassiba fue recibida como una auténtica heroína en las calles de Argel tras su victoria en Tokio. Ella, que reivindicaba orgullosa su condición de mujer, argelina, musulmana y practicante, fue aclamada por el pueblo argelino después que, una vez terminada la prueba, hubiera dedicado su triunfo "a todas las argelinas y a todas las mujeres árabes".

En un contexto de regresión de los derechos de las mujeres, el triunfo de Hassiba se convirtió en un ejemplo de libertad. Su figura, que incluso se atrevía a replicar a los imanes que pretendían prohibirle enseñar los muslos corriendo ("al igual que no se puede ir a la mezquita en pantalones cortos, tampoco se puede correr con hijab", le respondió al clérigo de Constantina), transcendió el ámbito deportivo y se convirtió en un símbolo de quienes defendían el progreso y la modernidad en territorio argelino. Su denuncia de "los fascistas que se esconden tras el velo del islam para imponer su orden político" la convirtió en un icono del movimiento feminista argelino, un movimiento satanizado por la creciente influencia integrista.

Si el título mundial de septiembre de 1991 fue un hito histórico, la medalla de oro que   consiguió en los Juegos Olímpicos de 1992 se convirtió en una proeza que alzó a la joven argelina al Olimpo de la historia del atletismo femenino. Boulmerka no solo se convertía en la primera argelina en ganar una medalla de oro, un hecho que llenaba de orgullo a un país que ese mismo verano celebraba sus primeras tres décadas de independencia, sino que lo hacía en un momento clave de su historia, el instante preciso en el que Argelia empezaba a desangrarse en una guerra civil que enfrentaba al poder con los islamistas y que había tomado a la población civil como rehén.

El 8 de agosto de 1992, después de ganar la prueba femenina de los 1.500, Hassiba Boulmerka izó con fuerza la bandera argelina al cielo de Barcelona y dedicó su victoria a Mohammed Boudiaf, el antiguo combatiente de la guerra de independencia que había regresado recientemente a Argelia para presidir el Alto Comité de Estado, el organismo creado por los militares con el objetivo de evitar el triunfo del FIS en la segunda vuelta de las elecciones legislativas, y que había sido asesinado por un militar integrista.

La medalla de oro de Hassiba Boulmerka, que fue nuevamente celebrada con entusiasmo en las calles de Argel, tuvo lugar en un contexto extremadamente complicado para su país. El golpe de Estado, que había interrumpido el proceso electoral que parecía conducir al FIS directamente hasta el corazón del poder, había provocado el surgimiento de distintos grupos armados islamistas que desafiaban abiertamente al Ejército y a la Policía. Aquella tarde de verano de 1992, mientras Hassiba corría en el estadio Olímpico de la Ciudad Condal, Argelia presentaba el trágico balance de dos centenares de muertos y quince mil deportados a los campos de detención del sur del país. Unas cifras que serían tan solo el preludio de un conflicto civil que terminaría con más de cien mil víctimas mortales.

La medalla de Hassiba adquirió un significado especial dada la situación del país. Entre otras cosas, porque su compatriota Noureddine Morceli, que también había ganado un oro en los mundiales de Tokio de 1991 y que se mostraba abiertamente identificado con las posiciones políticas del FIS, fracasó en su intento de hacerse con el lugar más alto del podio en la prueba de los 1.500 masculinos.

La victoria olímpica de Hassiba Boulmerka despertó el orgullo de las jóvenes argelinas, condenadas a abandonar el espacio público por la presión islamista, y provocó que, en algunos casos, empezaran a responder a las agresiones verbales de sus conciudadanos masculinos, a menudo cercanos a las posiciones integristas, con frases como: "¡Cállate! ¡Hassiba ha ganado y Noureddine ha perdido!".

De hecho, durante aquellos años de plomo del islamismo argelino, la palabra "Hassiba" se convirtió en un insulto utilizado por los integristas, que pretendían así condenar la posición de las mujeres libres que osaban desafiar su tiranía.

El orgullo femenino que Hassiba Boulmerka despertó con sus victorias fue más allá de las fronteras argelinas e impregnó todo el mundo árabe, donde la atleta de Constantina se erigió en un símbolo de la resistencia femenina contra el integrismo islámico.

De entre las muchas felicitaciones que recibió después de su medalla de oro, cabe destacar la que le hizo llegar la reina Noor de Jordania que se dirigió a ella en los siguientes términos: "Tu victoria en Barcelona es la de todas las mujeres árabes. Con tu abnegación y tu voluntad, has honrado de manera brillante a tu país y al conjunto del mundo árabe".

Tras ese glorioso triunfo en Barcelona, Hassiba Boulmerka fue recibida nuevamente como una heroína en las calles de Argel. El poder y el feminismo, con posiciones a menudo contrapuestas pero con la voluntad común de combatir la creciente influencia islamista, la erigieron en un símbolo del combate de la mujer argelina contra el integrismo. Su origen humilde, sus profundas convicciones nacionalistas y su práctica habitual del islam la convirtieron en un referente de las clases populares argelinas, las mismas que, fruto de sus contradicciones, habían facilitado la victoria electoral del islamismo.

Con Argelia desagrándose en plena guerra civil, Hassiba Boulmerka añadiría una nueva medalla de oro a su brillante palmarés tras imponerse en la final de los 1.500 del mundial de Gotemburgo de 1995. En esta ocasión, Boulmerka participó en la competición bajo unas extremas medidas de seguridad tras las amenazas que los emires del Grupo Islámico Armado (GIA) habían lanzado contra su persona. Fruto del clima de guerra civil, Hassiba no pudo, en esta ocasión, celebrar su medalla por las calles de Argel como había hecho con los dos oros precedentes.

El islamismo armado no le perdonaba el haberse convertido en un símbolo de la resistencia feminista. Como respuesta a esta presión, Hassiba Boulmerka decidió, durante las elecciones presidenciales de 1995, dar apoyo a la candidatura del general Liamine Zéroual, el candidato del poder tradicional que ambicionaba "erradicar a los grupos terroristas". Zéroual había buscado en la figura de Boulmerka, extremadamente popular en la Argelia de la época, la legitimidad que le faltaba a ojos de un pueblo que, no debe olvidarse, había permitido una amplia mayoría del FIS en la última cita electoral. Quedaba claro que la deportista gozaba de una prestigiosa aureola entre las clases populares del país de la que el presidente del FLN pretendía aprovecharse.

A pesar de su flirteo con el poder y de su retirada, en 1998, tras la muerte de su madre, la figura de Hassiba Boulmerka continua siendo, todavía hoy, un símbolo para las mujeres argelinas, árabes y musulmanas. Un ejemplo de libertad que certifica que, en la Argelia de los años del plomo, atletismo rimaba con feminismo.

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