Otras miradas

'Blonde': otra oportunidad perdida

Anita Botwin

'Blonde': otra oportunidad perdida
Fotograma de la película 'Blonde'

El director de Blonde, Andrew Dominik, ha hecho más de lo mismo, perpetuar el icono de bomba sexual de Marilyn Monroe que ya conocíamos sin una pizca de perspectiva feminista y no ha ahondado en lo que muchas nos habría gustado ver, una ficción valiente que hiciera justicia a la verdadera actriz. Que la primera imagen del filme sea el trasero de Ana de Armas nos da una idea de por dónde van a ir los tiros en el resto del metraje. Esta adaptación de la novela de Joyce Carol Oates es una obra onírica que juega a ser lynchiana (el mismo director ha asegurado ser fan de David Lynch) y freudiana ya que se narra entre los sueños/pesadillas y la realidad.

Blonde se recrea en la infancia traumática de Norma Jane (nombre real de la actriz) con padre ausente y madre con problemas de salud mental hasta el punto de que la primera parte del metraje parece una película de terror y de sadismo gratuito. Lo cierto es que no sabemos a ciencia cierta cuánto hay exactamente de realidad o de ficción porque la misma bio de la que bebe es parcialmente ficcionada, lo que sí sabemos es la intención del director en recrearse en el drama y la tragedia. Además, hay quien ha acusado al director de hacer propaganda antiabortista y es que nos llega a mostrar un feto parlarchín: "Esta vez no me harás daño, ¿verdad?". Al más puro estilo Hazte Oír, oigan. Y es que como escribía Manohla Dargis en The New York Times "Dominik está tan metido en la vagina de Marilyn Monroe en Blonde que no puede ver el resto de ella".

Dos horas y tres cuartos de imágenes que no aportan nada nuevo, en una cinta vacía de contenido, con desnudos gratuitos y demasiada violencia y dolor, sin ningún alegato político ni ya digamos feminista. Además, es reseñable la ausencia de relaciones con figuras femeninas por parte de Monroe/Norma, salvo su madre a la que representan como un ser despreciable y como loca, como no podría ser de otra manera. El director, Andrew Dominik se ha centrado demasiado en hablar de la mala madre y poco o menos del padre ausente que las abandonó o de la falta de recursos sociales para ayudarlas. Aunque en el filme muestra a la madre como una loca peligrosa que pone en riesgo la vida de su hija Norma, la realidad es que Gladys dejó a su hija a las dos semanas en un hogar de acogida para que se hicieran cargo de ella. Fue a verla en varias ocasiones durante su infancia y se quedaba a dormir de vez en cuando en la casa de acogida hasta que fue definitivamente internada por esquizofrenia paranoide.

Además de obviar las relaciones sanas con otras mujeres, la cinta también olvida la parte más empoderante de la actriz, como lo fue cuando fundó su propia productora (Marilyn M. Productions) y de que era una mujer inmensamente culta y leída, también tenía un talento fuera de lo común.

En un momento de auge del movimiento feminista a nivel mundial, habríamos necesitado una ficción más valiente y moderna y no el mismo cine de siempre rodado desde una lógica patriarcal o de un cine misógino que por suerte ya casi no interesa a nadie.

Además de ser una oportunidad perdida para contar cómo era realmente la actriz, la película es un verdadero tostón, una película extremadamente aburrida, con imágenes de desnudos gratuitos, primeros planos de Ana de Armas llorando y penando y poco más. Ni siquiera tienen sentido los cambios de blanco y negro a color en las secuencias, no existe una lógica para explicar esas variaciones de formato, más allá del capricho creativo del autor.

El director ha optado por hacer una película en la que habla de sí mismo y sus miedos, pero olvida a la protagonista, ha decidido no conocerla, hasta el punto de que gran parte de las cosas que cuenta no le hacen justicia, porque entre otras cosas no son verdad. Escribía Dargis que "dadas las humillaciones y horrores que sufrió M. Monroe durante sus 36 años es un alivio que no haya tenido que sufrir las vulgaridades de Blonde, el último necrofílico para explotarla".

Bien es cierto que Dominik ha querido poner sobre la mesa los abusos y violaciones a los que fue sometida Monroe, haciéndose eco (no sabemos con qué intención) del Metoo, pero ha escuchado campanas y no sabía de donde venían. De nada sirve visibilizar estas agresiones si luego plasmas la parte más trágica de la actriz, desnuda mediante, y obvias la parte más feminista de la misma como lo fue su tesón por defender su relevancia como actriz frente a unos estudios depredadores que querían tratarla como si fuese un producto de su propiedad.

Nos encontramos ante una nueva revictimización de Monroe, a medida que pasan los años y su fama crece, es maltratada una y otra vez, incluso por quienes dicen amarla. El director olvida la fuerza deslumbrante de la que ha sido la actriz más querida y representativa de Hollywood, un mito, pero también una mujer que luchó contra la segregación racial, que fue amiga de Ella Fitzgerald y defensora de los derechos civiles, y se opuso frontalmente a la caza de brujas anticomunista.

Una ficción puede ser lo que quieras que sea, y de esa mirada depende hacer algo valiente y revolucionario acorde al contexto que se vive o algo desfasado y caduco que ya hemos visto un millón de veces. Ha sido una oportunidad de oro perdida para explorar la mente de la artista, en lugar de meterse en su cuerpo una vez más, y de manera literal.

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