Otras miradas

Todas podríamos ser Shakira (o no)

Nagua Alba

Psicóloga. Exdiputada en el Congreso.

La cantante colombiana Shakira, a su llegada a la proyección de la película 'Elvis'. en la última edición del Festival de Cannes. AFP/Loic Venace
La cantante colombiana Shakira, a su llegada a la proyección de la película 'Elvis'. en la última edición del Festival de Cannes. AFP/Loic Venace

Esta semana pasada ha sido una semana feliz. Tras mucho tiempo esperando a que Shakira nos sirviera la venganza definitiva (ya anticipada por Te felicito) en forma de disco, ha llegado al fin Monotonía, nuestra primera dosis. Era evidente que no nos iba a decepcionar, las rupturas siempre han sido gasolina para la mente creativa de la cantante, que ha vuelto a estar a la altura: no es culpa de ninguno de los dos y la monotonía blabla, pero sobre todo es que eres un narcisista, chiqui. Exactamente el temazo que merecíamos.

Y es que llevo semanas enganchadísima a la historia de Shakira, sus tuits, canciones y entrevistas, por lo que tiene de universal: chica conoce chico (monísimo, por cierto); chica se enamora de chico (y le compone una canción de lo más hortera), lo deja todo atrás y sacrifica su carrera profesional supeditándola al bienestar de él; chico pasa de chica (por una mucho más joven, claro). No me trago eso de "si le sucede hasta a Shakira que es una diosa, cómo no nos va a pasar a las demás". A Shaki le ocurre lo que a todas porque antes que un icono mundial es una mujer. La conclusión debería ser más bien: señores, por muy guapos, ricos o famosos que sean, son ustedes unos mamarrachos machistas, compórtense.

Sin entrar en el debate sobre la prolificidad de su carrera durante la relación con el futbolista, sí es evidente que Me enamoré es el peor tema de la cantante (sé que me repito, pero menuda cursilada infumable), que fue ella quien tuvo que renunciar a todo y mudarse a Barcelona adaptándose a las necesidades laborales de él y que su matrimonio le imponía enormes limitaciones a la hora de desarrollarse como artista, ella misma contó en una entrevista en 2014 que Piqué no la dejaba hacer vídeos con hombres, porque era una persona "muy conservadora".

No creo que haya que dramatizar las rupturas, igual que empiezan, las relaciones pueden acabar y no hay nada malo en ello (¡peor sería cronificar algo que te hace infeliz!). Tampoco en que estas se produzcan porque ha aparecido una tercera persona, c’est la vie, esto pasa. La cuestión es en qué lugar deja una separación a una mujer que por el camino ha renunciado a sí misma para ser un personaje secundario de la vida de él. La clave no es la ruptura sino cómo se construyó esa relación, el patriarcado que hace que las renuncias de ella sean casi lógicas mientras las de él son impensables. Porque el resultado es que ella se encontrará más sola que cuando empezó, profesionalmente en peor lugar y con la autoestima tocadita. Y de eso una se recupera, pero con un esfuerzo mucho más grande que el que exige afrontar una separación a quien ha roto desde la posición de poder en la pareja. Quizá sea tarde para que Shakira se fugue con Rihanna (tremenda oportunidad perdida para ambas, con el feeling que tenían en el vídeo de Can’t remember to forget you) y vivan un intenso romance, pero al menos ahora es libre de retomar las riendas de su vida y su carrera.


Decía que la historia de Shakira es universal por lo que tiene de patriarcal, pero no así en otro aspecto. Mientras ella pasa el duelo por la ruptura y compone el que seguro será un discazo en su mansión de 3.800 metros cuadrados en Barcelona, la mayoría de las mujeres que se encuentran en su misma situación tendrán que darse con un canto en los dientes si consiguen un piso de alquiler, y pueden pagarlo, sin tener que pasarse meses durmiendo en el sofá de su ex o volverse a casa de su progenie. Este otoño se publicaba la convocatoria de ayudas al alquiler para jóvenes y al poco se cayó la página web de los registradores de la propiedad dada la avalancha de accesos a la misma. La pobre persona que gestionaba sus redes sociales no se debía de haber visto nunca en una similar, enfrentándose a miles de tuits histéricos preguntando por qué no podían obtener uno de los documentos indispensables para hacer la solicitud. Y es que para ser libres necesitamos de derechos civiles que nos lo permitan (¡bendita ley del divorcio!), pero también recursos económicos para ejercerlos. Y ahí, Shaki nos ha fallado. Nos debe 14,5 millones de euros en impuestos que podrían invertirse en que quien no tiene su fortuna ni la suerte de poder retomar su carrera de manera automática consiga recuperar su autonomía y viva un poquito más dignamente.

Ojalá el disco nuevo de Shakira bata récords y ella sea muy feliz. Ojalá también pague muchos impuestos para que quienes lo necesiten puedan ser felices como ella. Ojalá lo haga y podamos adorarla como la diosa que es.

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