La rentabilidad empresarial sigue al alza de la misma forma que nuestros salarios van a la baja. Si la inflación es un mal económico de primera magnitud para los propietarios del dinero, la solución parece ser que los asalariados asuman la carga.
Este fenómeno no solo es un problema derivado de la inflación. En España, los salarios reales llevan perdiendo poder adquisitivo de forma prácticamente ininterrumpida desde los años 80. Algo que ha ocurrido también con tasas inflacionarias leves y estables en anteriores periodos.
Históricamente las principales medidas contra la inflación han servido como tenaza para los intereses de la clase trabajadora, por un lado el aumento de los tipos de interés para mantener el valor de los acumuladores del dinero presiona sobre las deudas de los hogares y por el otro inculca el miedo y la excusa contra cualquier mejora salarial de los y las trabajadoras ante la posible inflación de segunda vuelta.
No cabe duda que la subida de precios tiene un efecto perverso sobre el conjunto de la población ya que afecta directamente a las condiciones de vida de la clase trabajadora. Pero paradójicamente, el control de la inflación ha servido además como herramienta para la limitación de salarios acusando a estos de ser la causa principal para la fluctuación de precios. Las políticas de contención salarial y ajuste han sido una constante en forma de chantaje a las trabajadoras que deben sacrificar sus condiciones laborales en favor de un supuesto bien común basado en la estabilidad de la macroeconomía.
Lo cierto es que la inflación actual está siendo producida por una crisis de producción y distribución (sumada a la guerra en territorio europeo) sobre la que se están asentando beneficios empresariales cada vez mayores a costa de la capacidad adquisitiva de los trabajadores y trabajadoras. El propio Banco de España reconoce ganancias empresariales superiores incluso a los años previos a la pandemia, en especial en los sectores de la alimentación, los servicios (concretamente vinculados con la hostelería, restauración y turismo), la vivienda y suministros energéticos. Ni los salarios, ni tampoco los impuestos, están afectando a la subida de precios, sino todo lo contrario, son elementos deflacionarios en la actualidad.
En el momento actual las medidas institucionales tomadas no son las mismas que en la crisis de 2008, eso es evidente, pero los resultados suenan parecido:
La devaluación salarial actual es la mayor de la historia, si bien es cierto que este récord se debe a la inflación tan elevada, no deja de ser curioso que un gobierno progresista esté protagonizando este escenario. Por su parte, los beneficios empresariales se están disparando, según el propio Banco de España, al menos en el sector de la alimentación, los servicios y la energía.
En nuestro país los datos son demoledores, en 2021 la brecha entre ricos y pobres se agrandó más que en todo el periodo desde 2008.
Mientras la fortunas de los más ricos de España crecía un 5,3%, el número de las familias en situación de carencia material severa (pobreza más aguda) marcaba su récord desde que existen mediciones con un 7,3% de la población, y la tasa de riesgo de pobreza está aumentando de nuevo y afecta a más de un cuarto de la población.
A pesar de la reforma laboral, el grueso de las medidas incorporadas por el PSOE en 2010 y aquellas aún más salvajes introducidas por el PP en 2012 siguen vigentes. Esos mismos mecanismos son los que favorecen la precariedad, los ajustes de salario, la facilidad de los despidos (individuales y colectivos) así como las nuevas formas de explotación. También la precariedad en los centros ha disparado la siniestralidad en casi un 15% y las muertes en el trabajo más de un 20%.
Las medidas coercitivas como la Ley mordaza aún se mantienen, así como la violencia de los aparatos del Estado, el retorcimiento del código penal contra las formas disidentes por no mencionar la agresividad del poder judicial contra cualquier movimiento social o de protesta, también la sindical.
Decía Noam Chomsky en una entrevista reciente que "la guerra de clases nunca termina, los amos nunca ceden". Así es, la agresividad de la reacción conservadora actual aparece para proteger los privilegios históricos de unos pocos y lo hace en todos los ámbitos; políticos, laborales, civiles, financieros... Es por ello que debemos ahora ser inquebrantables en la lucha a través de tres procesos interconectados que trataré de resumir.
Ni un paso atrás.- No firmar, y denunciar, cualquier acuerdo que suponga una pérdida de derechos. No llegar a ningún pacto que implique una minoración del poder adquisitivo, ni en el trabajo público, ni asalariado ni tampoco para las personas pensionistas. Ningún acuerdo para los despidos colectivos de compañeros. Ningún acuerdo que permita disponer de nuestras vidas como si le pertenecieran al empresario, ni en forma de telesclavismo o falso autónomo, ni en reducción de elementos físicos de seguridad, supresión de descansos o imposición de turnicidades lesivas.
Mirar hacia delante.- Si fuese necesario debemos ser capaces de desarrollar una movilización permanente, usando tanto repertorios clásicos como nuevas formas de acción y lucha. En esta coyuntura no hacer nada es perder derechos conquistados, los sindicatos de régimen están consolidando con sus acuerdos la pérdida de nuestros salarios y condiciones de trabajo. Allá donde hay un agravio o un anhelo de una trabajadora hay un motivo para la organización colectiva. Debemos ser capaces de aglutinar estos, entendiendo que cualquier perjuicio contra, o aspiración de, una persona es el de millones de personas trabajadoras.
Abrir nuevos horizontes.- Hay que expandir la capacidad de acción de nuestras organizaciones y ponerla a disposición de otros actores con los que compartimos luchas. La intersección de estas será necesaria ya que se hace imprescindible crear experiencias nuevas que sirvan de ejemplo de que otro mundo mejor es posible, incluso dentro de este. La batalla por el trabajo es innegociable, pero no se trata sólo de procurar el pan, sino de conquistar para todas una vida digna, plena de derechos y libertad.
Comentarios
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