Otras miradas

'Shin Godzilla' y los límites del colapso

Guillermo Zapata

Guionista

'Shin Godzilla' y los límites del colapso
Shin Godzilla

Godzilla existe porque existió el horror de Hiroshima y Nagasaki. Es en ese horror de la realidad en el que la imaginación convoca la forma de los monstruos. Godzilla es esa fuerza irracional e irrefrenable que puede sacudir hasta los cimientos a una sociedad entera.

Del colapso se han ocupado algunas películas. La inmensa mayoría con la idea de maravillarnos ante su capacidad destructiva. El colapso es el sustrato argumental de Deep Impact, es The Rock en el helicóptero en "San Andreas" viendo cómo la falla del mismo nombre decide ponerse a bailar con simpáticas consecuencias. El colapso es la posibilidad de ponernos en las manos del fin del mundo y gozar de nuestra aniquilación. Siempre desde la seguridad de nuestra butaca. Siempre sabiendo que eso no nos pasará a nosotros.  El problema es que el asunto climático hace con el colapso lo que los atentados del 11 de septiembre hicieron con la ficción mainstream o la bomba atómica con Godzilla, lo transforma radicalmente. El acontecimiento interfiere en la imaginación, se infiltra, la cambia.  Las pelis de catástrofes viven su propio proceso de redefinición porque la catástrofe ya no se vive desde la seguridad de la butaca, sino en carne propia. Como dijeron en el video en el que explicaron su acción los dos jóvenes activistas que se pegaron a un cuadro en el Museo del Prado la semana pasada: actuaron "por miedo".

La serie Colapso bebe del libro Colapsología, de Pablo Servigne y Raphael Stevens, y traduce los planteamientos del libro a imágenes. En este caso planos secuencia llenos de angustia y sálvese quién pueda. Un imaginario no muy diferente al que nos ofrece Steven Soderberg en su película Colapso: a saber. La sociedad está rota, cualquier evento de orden catastrófico nos llevará a a un embrutecimiento social, las instituciones no existen, vivimos en la ley de la selva.

El antropólogo Emilio Santiago, co-autor del libro ¿Qué hacer en caso de incendio? desarollaba esta semana en un hilo de Twitter algunas características de estos imaginarios. El colapso se da "por seguro o muy probable", el estado se define como un "estado fallido", el diagnóstico sobre las alternativas (Ej. las renovables) será "siempre muy pesimista". Todos estos planteamientos se cumplen en los dos ejemplos que pongo arriba y en muchas otras de las nuevas ficciones climáticas. El cine social de izquierdas que piensa sobre estas cuestiones bebe de esos imaginarios porque encajan bien con una idea perversa del cine de izquierdas, esa que dice que cuanto mejor se describan los elementos de opresión, mal funcionamiento y ausencia de esperanza más verdad se estará aportando y, por tanto, más conciencias se despertarán. Merece la pena recordar la frase de Marco Ferreri, que decía de si mismo que hacia "películas burguesas contra la burguesía".

Emilio Santiago añade un elemento más a tener en cuenta: "El colapso será visto como una oportunidad". Station Eleven nos habla precisamente de esa oportunidad. En la que ha sido celebrada como una primera aproximación utópica al asunto del colapso nos encontramos a una pequeña comunidad que redescubre la vida a partir de una simplificación de los elementos de aquella que vivieron antes de que todo se fuera al traste. Ante el estrés, colapso. El asunto aquí siempre es el tamaño. ¿Dónde está el resto de la gente? Pues está muerta. La utopía post-colapso se construye sobre un cementerio gigantesco y aprende a vivir a fuerza de olvidar. La diferencia con el mundo real es que muy probablemente uno forme parte del lado de los que mueren. O al menos, cualquier planteamiento razonable a la hora de abordar la supervivencia implica intentar abordarla salvando a la mayor cantidad posible de gente. Vivir juntos, morir solos, que decían en Perdidos.

Por eso es importante Shin Godzilla. Shin Godzilla es una película japonesa estrenada en 2016 y dirigida por Hideaki Anno y Shinji Higuchi. Lo interesante de la propuesta es que nos muestra a las claras algo que todo el cine de catástrofes tiene en su interior: la catástrofe es una prueba de resistencia institucional. En el cine mainstream norteamericano la catástrofe se aborda con liderazgos heroicos individuales que desde el 11 de septiembre pelean por reunirse con su familia y no contra el acontecimiento. En el cine de izquierdas europeo las instituciones se presentan como fallidas dejando a la sociedad sin tutela y por tanto incapaz de gobernarse a si misma. "El Estado falla y la gente es tonta y egoísta" podría ser un buen resumen. En la película japonesa las instituciones y el monstruo se miden de tú a tú. Los héroes son diplomáticos, políticos, militares y científicos que tienen visiones del mundo contradictorias y conflictivas. No hay en Shin Godzilla ninguna mirada ingenua sobre el Estado, que se presenta como una máquina burocrática y corrupta llena de imperfecciones, pero es la única con recursos suficientes para movilizar en la lucha contra el monstruo. Es raro ver una película que describa de manera tan fina la complejidad del aparato institucional, sus peleas internas y que, a la par, no delegue la posibilidad de victoria contra la catástrofe en la acción armada ni a la mera supervivencia individual.

El problema de los relatos del colapso no es tanto que no ofrezca esperanzas sino que que al sospechar de las instituciones como agentes de posible transformación social colocan su respuesta en un futuro que depende del propio colapso para existir.

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