Otras miradas

Introducción del libro 'Los Nadies de la Guerra de España'

Francisco J. Leira Castiñeira

Autor de 'Los Nadies de la Guerra de España'

El metro de Madrid fue usado como refugio antiaéreo durante la Guerra Civil.
El metro de Madrid fue usado como refugio antiaéreo durante la Guerra Civil.

Este texto pertenece a la introducción del libro 'Los Nadies de la Guerra de España' (Akal)

Los Nadies de la Guerra de España relata la historia de varias personas que sufrieron la Guerra Civil en sus diversos aspectos. A través de cada uno de los capítulos se quiere mostrar una realidad pocas veces destacada en los libros de historia: los miedos, las emociones, las contradicciones de las personas corrientes. Un libro alejado de los grandes discursos políticos que nos acerca una mirada distinta de un periodo del que hay mucho escrito, pero poco de la gente corriente que, en el fondo, somos la mayoría de nosotros, esos «Nadies» que el maestro Galeano defendió.

Cada uno de los capítulos de este libro versa sobre una story de un individuo que padeció la Guerra de España, con el objetivo de que se conviertan en History. Es, decir, poner nombre, imagen y voz a quienes no la tuvieron para poder acercarnos a otra época, más oscura, pero que representan lo que hoy somos como comunidad. Cada uno de ellos fue un individuo con miedos, preocupaciones y contradicciones por los que hemos podido pasar cualquiera de nosotros, con independencia de ideologías, cultura o clase social. Por eso, me gustaría que sostuviérais este libro sin prejuicios y empatizárais con los protagonistas, porque no solo hablo de su experiencia, con los límites que me pone el paso del tiempo, sino de cómo han sido recordados en el seno familiar, pero también, por el Estado.

No voy a ser «adanista» y decir que soy yo quien comienza a estudiar a los «Nadies» de la Historia, a aquellos que han dejado poca documentación, que no salieron en la prensa, que no fueron protagonistas. Antes que yo, muchos otros se han dedicado a hacer otras preguntas al pasado para obtener nuevas respuestas y, en ellas, el papel de los «que no son, aunque sean» es principal. Con el cambio generacional se empezó a estudiar el pasado de un modo distinto del que soy deudor. Afectó a toda la historiografía, también a los estudios de la guerra y el franquismo. Este cambio de paradigma historiográfico y social provocó que se pasase de analizar las instituciones o las batallas a las personas corrientes que las conformaban o que participaron en ellas.

Para explicar lo que ha ocurrido en la historiografía sobre el pasado reciente y sangriento, se puede usar el mito de la caverna de Platón. El mito de la caverna, contenido en el libro VII de La república, se basa en un grupo de prisioneros encadenados desde su infancia en una caverna. En el interior de esta, y a espaldas de los prisioneros, hay un fuego que proyectaba en la pared unas sombras que consideraban que era la realidad. Uno de ellos consigue escapar y decide avanzar en busca de la libertad. En un principio, el fuego lo ciega y, acostumbrado a la oscuridad de la caverna, casi retrocede y renuncia a su objetivo. Según Sócrates, este sería el primer estadio del conocimiento de los seres humanos. En la historiografía sucedió algo similar. El historicismo imperante en el siglo XIX, que, en cierto modo, legitimaba los Estados-nación, fue poco a poco cambiando gracias a una gran cantidad de historiadores que pudieron escapar de sus grilletes, en este caso, en forma de convencionalismos sociales y políticos, y comenzar a escribir otro tipo de Historia.

Sócrates explica cómo, al final, el recluso decide salir de la caverna y explorar por sí mismo la realidad, ya no mediatizada por los grilletes y el fuego. En un principio, como no estaba habituado a la luz exterior, tan solo podía ver sombras que se movían, pero ya eran distintas a las que veía dentro. Finalmente, es capaz de ver lo que hay a su alrededor de una manera más nítida, pero hay que tener en cuenta que estaba influido por su experiencia y por la perspectiva con la que ve las cosas. Para el filósofo griego, esta sería una segunda etapa de la creación del conocimiento. Siguiendo el símil, sería ese el proceso por el cual el conocimiento histórico adquiere un método y, progresivamente, comienza a preocuparse por otras cuestiones que las meramente políticas. Al carecer de esos grilletes, los historiadores también se liberan del papel que desarrollaron como agentes legitimadores de proyectos políticos. Pero, ¿acaso ven el fresco completo que ha sido un acontecimiento histórico?

El mito continúa. El preso liberado, convencido de haber contemplado la realidad tangible e intangible, cuando solo conoce lo que él ha podido ver y experimentar, vuelve a la caverna. Al regresar, la oscuridad y el fuego le molestan, y es incapaz de ver nada. Sus antiguos compañeros de presidio, al ver lo que le ha causado salir de allí, no solo se niegan a ir afuera, sino que no se creen lo que les cuenta, hasta el punto, según Sócrates, de que estarían dispuestos a matarlo para impedir que los llevase al exterior. Esta última parte es lo que debemos evitar los que nos dedicamos a estudiar un suceso remoto. Tenemos que ser valientes a la hora de hacer preguntas al pasado, aun siendo conscientes de que no podremos responder todas las que planteemos, porque en ellas hay conocimiento sobre lo que fuimos. Además, tampoco debemos caer en el error que cometió el preso y creer que lo que hemos visto –en nuestro caso, investigado– es la única realidad, porque tan solo es una parte de un fresco más amplio, complejo y cambiante.

No pretendo que, al terminar el libro, hayáis aprendido el contenido de la «ley Azaña», cómo se produjo el golpe de Estado, cómo se perpetró la represión sociopolítica o se desarrollaron las batallas militares. Los protagonistas de cada uno de los capítulos, simplemente, son la excusa para haceros llegar una interpretación basada en el rigor histórico de lo que creo que aconteció. De ahí la importancia del contacto entre historiadores y sociedad civil para plantear otras preguntas, usar otros métodos y recorrer otros caminos. Así, podremos hacer útil la Historia en la construcción de una sociedad con más derechos. Por eso, os aconsejo que, tanto en este ejemplar como en cualquier ensayo histórico que decidáis leer, dudéis, pues en la duda surgen preguntas que, a lo mejor, no tienen respuesta inmediata, pero que son fundamento para la construcción del saber.

Quiero mostraros aquellos sentimientos encontrados, difíciles de explicar, ese miedo, esa incertidumbre y ese desconsuelo que unos políticos e intelectuales quisieron y quieren silenciar, pero cuya existencia es fundamental admitir para que construyamos un futuro verdaderamente democrático. El pasado no existe, nunca lo he visto y, aunque lo intente, siempre estaré atado, simbólicamente, en la caverna. Sin embargo, solo quiero que esos «Nadies, que valen menos que la bala que los mató» tengan unas líneas en las que sus herederos, que somos todos, podamos vernos reflejados. Con todas nuestras miserias, pero también con todas nuestras virtudes.

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