Otras miradas

COP27: Parar la guerra, resolver la emergencia climática y llegar a fin de mes

Pepe Campana

Ingeniero industrial y filósofo

Fernando Prieto

Observatorio Sostenibilidad

Militares ucranianos disparan un mortero en el frente mientras continúa el ataque de Rusia contra Ucrania, en la región de Zaporizhzhia, Ucrania, 16 de noviembre de 2022. -REUTERS/Stringer
Militares ucranianos disparan un mortero en el frente mientras continúa el ataque de Rusia contra Ucrania, en la región de Zaporizhzhia, Ucrania, 16 de noviembre de 2022. -REUTERS/Stringer

Ya lo sabemos. Nuestras autoridades ya nos lo han advertido por activa y por pasiva. Europa avanza inexorablemente hacia un invierno muy complicado; la inflación alcanzará máximos históricos y es muy probable que la economía europea entre en recesión; las fábricas experimentarán severas dificultades en su cadena de suministro; el precio de la energía y de los alimentos frescos seguirán siendo cada vez más prohibitivos; y amplias capas de la población no podrán elegir, ni siquiera, entre calentarse o comer. Y nos advierten también que este es el principio; nos lo dicen nuestras autoridades quienes ya apuntan a un invierno de 2023 que podría ser, incluso, peor. Pero antes de seguir como espectadores atónitos a una función que cada día nos afecta más y más, creemos que ha llegado el momento de pararnos un momento, mirar hacia arriba y decir en voz alta qué es lo que está pasando.

En primer lugar, parar la guerra

Es un sinsentido una guerra que cada día que pasa provoca mayor destrucción y muerte al tiempo que se jalea en uno y otro lado del Atlántico por las elites políticas, económicas y financieras. Y cada día que pasa aumenta la lista de muertos sin que su número importe cuando se plantean estrategias que pretenden "que sea una guerra lo más larga posible para desgastar lo máximo posible a la vecina Rusia" con la que Europa había mantenido hasta ahora una larga y fructífera relación de décadas.

Y este es el "mejor" de los escenarios, porque también cabe la posibilidad de escalar el conflicto llegando, si fuera el caso, al uso de armas nucleares o, en otro de los casos, a que las centrales nucleares ucranianas se vean atacadas provocando un severo "accidente".

En esta guerra como en todas, solo gana el que vende los armamentos y pierden los de siempre, la gente. Esta guerra está debilitando a Europa, cada vez más dependiente del gas estadounidense y cada día más obcecada en destinar recursos para "defensa". Y mientras tanto, disminuye el gasto destinado a protección social, a facilitar la transición energética, a la adaptación al cambio climático y a la innovación. Se desata la inflación con crecimientos superiores al 10%, se empobrece la población, aumentan las desigualdadades y se diluye toda credibilidad internacional. Si miramos fuera de Europa la situación puede ser peor. Basta con pensar en el aumento de los precios de fertilizantes y cereales, en la interrupción de las cadenas de suministro y en la inestabilidad que la crisis alimentaria y el hambre puede provocar en amplias regiones del mundo, para darnos cuenta de ello.

Todo el mundo sabe que las guerras acaban con un acuerdo de paz. Sin embargo, no se está demandando este acuerdo ni se están facilitando los mediadores que sean necesarios para poner fin a esta guerra absurda. Ante la gran catástrofe mundial que la guerra significa, resulta  increíble que apenas haya voces que pidan en voz alta la paz. Noam Chomsky señala directamente: "Esta guerra es una condena a muerte para la humanidad". Federico Mayor Zaragoza, presidente de la Fundación Cultura de Paz y una de las mentes más lúcidas del país señala indica que "en Ucrania no hacen falta más armas, sino más palabras". Y existe un pequeño grupo de congresistas del Partido Demócrata en EEUU que constituye una honrosa excepción.

La emergencia climática, antes, a la vez, después

Otra consecuencia de esta guerra es que la emergencia climática, el asunto más importante que tiene la humanidad sobre la mesa, no logra actuaciones relevantes compatibles con la gravedad del problema, a pesar de lograr titulares en los periódicos.

Y las evidencias son cada día más abrumadoras. El cambio climático es una realidad. Sabemos que en el hemisferio norte hemos tenido el verano más cálido desde que se tienen registros. También sabemos que en Pakistán y otras partes del mundo se han experimentado inundaciones como nunca antes se habían visto. Y que se han producido múltiples incendios forestales quemándose hectáreas y hectáreas de bosque. Pero es que, además, cada vez más informes científicos confirman la correlación existente entre el cambio climático y problemas serios de salud y que hasta 5 millones de personas se mueren al año debido a la exposición a temperaturas extremas. Y sabemos que esto ocurre cuando la temperatura media global se ha incrementado en tan solo 1,1ºC, que siguen aumentando las emisiones de CO2 y de otros gases de efecto invernadero y que las proyecciones más conservadoras apuntan a que a finales de siglo —pensad en vuestros hijos, en vuestras hijas, y en sus hijo e hijas— la temperatura puede haberse incrementado por encima de los 2,8ºC. Y sabemos que debido a esta catástrofe climática más de 3.300 millones de personas tienen sus condiciones de vida "muy amenazadas" (IPCC, Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) y que todos los años se extinguen cientos de especies de animales y plantas. También en Europa. Y por supuesto en España donde la crisis climática se manifiesta como una catástrofe. Llevamos más de 6 meses de sequía provocando que más de 1,4 millones de personas estén ya afectadas sufriendo restricciones en el uso del agua. En ese tiempo hemos ido encadenando subida tras subidas en las temperaturas, acumulándose más de 42 días de ola de calor en el verano, y a causa de ello, miles de muertos. Se han calcinado más de 300 mil hectáreas de superficie forestal (bosques matorrales y pastos) y ya sabemos que la siguiente década será seguro peor, pero que si no actuamos con premura aumentará la gravedad del problema. En definitiva, si con 1,1ºC esta pasando todo esto, ¿qué puede pasar con subidas de temperaturas mayores? Y sobre todo ¿qué tiene que pasar y qué hay que hacer para que quienes ostentan el poder se tomen este tema de una vez en serio?

Y siempre, llegar a fin de mes

Y a todo lo anterior se suma el llegar a fin de mes. Otra triste realidad conectada con las anteriores. De acuerdo con el último informe Estado de la Pobreza en España, publicado por EAPN España el número de personas en riesgo de pobreza o exclusión social de entre todos los residentes en España, aumentó hasta el 27,8% en 2021 frente al 27,0% registrado el año anterior. El mayor aumento se produjo en el segmento de las personas en situación de baja intensidad de empleo, que pasó del 10,0% al 11,6%. Según este mismo informe, el segmento de la población que está en riesgo de pobreza, ha pasado en esos mismos años del 21,0% al 21,7%. Con la inflación por encima del 7% y el precio de la energía disparada, llegar a fin de mes es, para muchos, un constante desafío. Situaciones como las que se viven en la Cañada Real, a menos de 15 kilómetros del centro de la capital de España y a pesar de las denuncias del Consejo de Europa, pero las subidas en los tipos de interés, en las hipotecas, en la cesta de la compra mayores de los últimos 34 años aumentan las desigualdades, tanto el índice 80/20 como el índice de Gini) y  afectan y empobrecen al conjunto de la población.

Este complicado escenario se solapa con la esperanzadora señal de que la inmensa mayoría de la población se muestra cada vez más comprometida con el cambio climático y apuesta por un futuro sostenible para todos. Por eso no se entiende que, por poner sólo el caso de España, se vaya a dedicar un 4% de los presupuestos generales del Estado en 2023 para financiar gasto en defensa en lugar de dedicarlo a la lucha contra la emergencia climática, de destinarlo a favorecer la adaptación al clima, o simplemente para luchar contra la desigualdad creciente de este país. Estamos seguros de que esta misma conclusión es igualmente válida para una gran mayoría de los países del mundo.

A partir del diagnóstico, es necesario proponer soluciones. Uno, para poder luchar contra la emergencia climática con un mínimo posibilidad de lograr un triunfo y poder llegar a fin de mes es absolutamente necesario e imprescindible el acabar con esta guerra ya. Hoy mismo se deberían iniciar negociaciones de paz. Todas las guerras acaban con una negociación. Sería muy inteligente empezarlas hoy en vez de mañana y así poder enfrentar los otros dos grandes problemas como la emergencia climática y la desigualdad. Para conseguir éxitos contra la emergencia climática y dada la inactividad de los gobiernos parece que son necesario acciones de descarbonización radical, de todos los sectores y empresas, y de acciones imprescindibles de adaptación al cambio climático que ya estamos sufriendo todos. La solidaridad con el sur global es imprescindible para solucionar este reto. En este sentido y para ayudar a los políticos y empresarios a actuar van a ser necesarias acciones no violentas de desobediencia civil contra la crisis ecológica y climática. En este sentido unos cambios tan importantes no van a ser capaces de hacerlos los de siempre, sino que es imprescindible que estos acuerdos se realicen a través de una democracia participativa y asambleas ciudadanas de forma que la mayoría de la población entienda el reto al que nos enfrentamos y elija las soluciones que debemos adoptar entre todos.

Hay que actuar. Es ahora.

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