Otras miradas

La anomalía democrática

Roberto Sotomayor

Candidato de Podemos a la Alcaldía de Madrid

Ultraderechistas realizan el saludo fascista durante el acto organizado en memoria de Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera, en Madrid. REUTERS/Violeta Santos Moura
Ultraderechistas realizan el saludo fascista durante el acto organizado en memoria de Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera, en Madrid. REUTERS/Violeta Santos Moura

Calles franquistas. Monumentos a un pasado lleno de sangre y horror. Actos de glorificación a una dictadura que llevó a España a un atraso sin precedentes. Madrid se convirtió una vez más en el epicentro de la más absoluta infamia. Un país que continúa adoleciendo de irregularidades democráticas. Ésta, sin lugar a dudas, es una de ellas.

El pasado día 20 de noviembre en Madrid varias personas asistieron a un acto organizado por el Movimiento Católico español en memoria de Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera. Cánticos fascistas, brazos en alto, y muchas, demasiadas banderas franquistas. Un espectáculo dantesco y muy bizarro para cualquier amante de la democracia. Un silencio estruendoso para aquellos que hablan constantemente de libertad y Constitución. La anomalía de la democracia es precisamente esto.

La actual Ley de Memoria Democrática prohíbe la exaltación de la dictadura franquista, pero, sin embargo, Delegación de Gobierno autorizó el acto que se produjo en la Plaza de Oriente de Madrid ante la mirada perpleja de miles de ciudadanos que no se merecen este pisoteo de la Ley y la democracia, y ante la mirada atónita de turistas que siguen viendo a España como ese país donde aún se permite el lujo de tener un mausoleo dedicado a un dictador genocida, y en donde ayer se volvieron a repetir escenas bochornosas. España lleva un retraso en cuanto a memoria y reparación de varias décadas. Hasta hace unas semanas, el genocida Queipo de Llano aún seguía enterrado en la iglesia de La Macarena en Sevilla. Otra anomalía más. El alcalde de Madrid sigue celebrando actos públicos infames dedicados a un cuerpo como la Legión que durante los años 20 y 30 en este país se dedicaron a atentar contra su propia población, destrozar las placas de republicanos que lucharon y defendieron la democracia vigente, romper los versos de Miguel Hernández y se gastaron el dinero público en recurrir las sentencias judiciales que obligan a restituir las placas. Éste es el panorama de una ciudad gobernada por un señor que se ha puesto de rodillas ante la extrema derecha porque ni él mismo cree en la democracia. Es un horror y un insulto a todos los madrileños el desprecio que le hizo a una de nuestras mejores escritoras madrileñas, Almudena Grandes.

La anomalía democrática es que tres activistas de Femen fueran detenidas tras lanzarse a pecho descubierto contra los manifestantes franquistas al grito de "No hay gloria para el fascismo". La anomalía democrática es que varios manifestantes de la Coordinadora Antifascista fueran cacheados y registrados hasta en tres ocasiones por la UIP, mientras se daba riendas sueltas a los manifestantes ultras por las calles de Madrid.

La anomalía democrática es escribir ríos de tinta y protagonizar horas y horas en prime time delirando y vertiendo mentiras y bulos sobre una de las leyes más ambiciosas y punteras en cuanto a protección de los derechos de las mujeres como es la ley del solo sí es sí, mientras permanecen mudos ante la vulneración sistemática de la nueva Ley de Memoria Democrática. La anomalía democrática es permitir que jueces desalmados sentencien a unos chavales de 18 años en Zaragoza a más de 6 años de prisión por acudir a una manifestación antifascista, o aceptar lo que está ocurriendo con los chavales de Alsasua. Es seguir teniendo vigente la Ley Mordaza  mientras se está terminando la legislatura. Menos palabrería y más acción. Porque para acabar con las anomalías lo que necesitamos son hechos concretos, jueces que apliquen correctamente las leyes y, dicho sea de paso, delegadas de gobierno decentes.

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