Otras miradas

Cómplices de la violencia vicaria

Diana López Varela

Cómplices de la violencia vicaria
Dos personas con carteles en los que se lee: "Stop asesinatos por violencia vicaria", participan en una concentración feminista en la Plaza de la Candelaria en repulsa por "todos los feminicidios", a 11 de junio de 2021, en Santa Cruz de Tenerife, Tenerife, Islas Canarias (España).- EUROPA PRESS

En España, casi la mitad de las parejas y matrimonios que se disuelven tienen hijos en común menores de edad. Si estás leyendo esto es muy probable que tú, o alguien muy cercano a ti, seáis personas separadas con hijos. También cabe la posibilidad de que tú, alguien de tu entorno, o yo misma, nos acabemos convirtiendo en padres o madres separadas. Pongamos por una vez el foco en las criaturas: muchos de las niñas y niños que nos rodean viven con la casa a cuestas, entre dos familias. Esas familias, en su conjunto, deben ser especialmente empáticas a la hora de tratar y de cuidar a los menores y de facilitarles la vida. Pero la realidad es muy distinta. Muchos de estos niños pasan su infancia sometidos a procesos judiciales absurdos, en donde la familia del padre no custodio (generalmente, la del hombre) actúa como un elemento disruptor y estresor en la vida de los pequeños. Es más, muchos de estos padres, maltratadores también, encuentran en algunos miembros de su propia familia a los cómplices necesarios de la violencia machista que ejercen contra sus exparejas. Porque toda violencia vicaria es también violencia machista y toda violencia machista hacia una mujer con hijos ataca siempre a su descendencia. No hay una sola mujer maltratada que pueda escapar de su condición de víctima cuando ejerce de madre. Y no hay un solo niño o niña que pueda eludir las consecuencias de los malos tratos continuados hacia su madre.

Para que un hombre separado pueda seguir ejerciendo control y violencia hacia su expareja a través de los hijos necesita de toda una estructura familiar que lo arrope y lo proteja. Hace algunos años que empezamos a escuchar que un maltratador nunca es un buen padre. Pero habría que añadir que un maltratador tampoco puede ser un buen abuelo, una abuela amorosa, una tía enrollada, ni un primo mayor estupendo. Las personas que maltratan a las madres o que contribuyen con sus actos (o la ausencia de ellos) a ese maltrato reiterado jamás pueden ser un referente seguro para la infancia. El día que una mujer tiene que entregar a su hijo enfermo y lloroso a la familia de su expareja porque "toca" el daño que sufre esa criatura no se puede compensar con regalos, juegos, ni galletas con azúcar. Es un acto cruel que atenta directamente contra la dignidad del menor. Porque los niños y las niñas también son personas, aunque algunos los degraden a la condición de objetos.

Las consecuencias sobre la salud mental de las madres sometidas a este maltrato son evidentes: ansiedad, depresión e incluso ideaciones suicidas. Claro que destruir la salud mental de las madres es otra estrategia para argumentar supuestos "desequilibrios mentales" delante de un juez. La psicóloga feminista Patricia Hermosilla señala que la culpa y la impotencia por no poder defender el bienestar de sus hijos e hijas enferma a muchas mujeres que se pasan la vida lidiando con familias políticas tóxicas. Lamentablemente, la mayor parte de las veces el enfrentamiento se da con la propia abuela materna, principal cuidadora en ausencia de la madre. "No hay ninguna explicación psicológica para ese comportamiento por parte de las abuelas más allá del machismo imperante y de la socialización en el género que les hace ver a su exnuera como una persona horrible que ha dejado a su hijo y que se quiere aprovechar de él, y cómo no, quitarle el dinero". Estas personas que se quedan al cuidado de los niños en ausencia de los padres de estos, sus vástagos, suelen contribuir al maltrato desacatando las normas de la madre. Esto es algo muy común en cuanto a los patrones de alimentación. "Muchas madres me comentan que cuando sus hijos regresan de pasar tiempo con las familias políticas les han ofrecido alimentos poco saludables como el chocolate. Pero lo peor de todo es cuando les dejan el envoltorio de las galletas de chocolate dentro de la mochila del niño para provocarlas." El mensaje es claro: "que sepas que cuando tus hijos están conmigo yo puedo hacer con ellos lo que me dé la gana". Como el opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los oprimidos, no faltan las exsuegras que instigan la petición de custodias compartidas para sus hijos que no cuidan, porque lo hacen ellas. Cría cuervos, y te sacarán los ojos.

En otros casos, se interrumpe constantemente la lactancia en favor de un régimen de visitas que incumple las recomendaciones de la OMS, de la Asociación Española de Pediatría, de los Objetivos para los niños y el Desarrollo en el Decenio, de las Resoluciones de la Asamblea Mundial de la Salud y la Convención de los Derechos del Niño. Esta última señala la importancia vital de la lactancia en la salud de los niños amamantados y la declara un derecho del menor. Repito: del menor. Los regímenes de visitas que no tienen en cuenta las lactancias, sobre todo cuando incluyen pernoctas, provocan enfermedades maternas e infantiles y, además, se fuerza un destete en contra de la voluntad de la madre y de su hijo. Es decir: atentan directamente contra los derechos humanos de la infancia.

Para comprobar si la justicia es machista no hay más que ver cómo cada vez más se conceden custodias compartidas a padres que no han cuidado en convivencia con la madre, que no han pagado la pensión alimenticia durante meses o años, o que, directamente, viven en otras ciudades. También es evidente el sesgo machista cuando se ofrecen todo tipo de facilidades a los progenitores no custodios en referente al disfrute de fines de semana y festivos y se obliga a las madres a criar y cuidar en horario laboral, pero se les niega el tiempo de ocio con sus hijos. Además, las familias que maltratan acostumbran a ser "cero flexibles" cuando hay un cumpleaños, viajes o eventos familiares en casa de la madre. Pero algunas cosas están cambiando. Hace unos meses la audiencia Provincial de Madrid rectificó un acuerdo de custodia para que la madre pudiese quedarse con su hijo un fin de semana al mes y la mitad de los días festivos en contra del régimen de visitas. El fallo estimaba que "no es positivo para el menor que no disponga de ningún tiempo de ocio junto a su madre, y tampoco que el padre no participe de la actividad habitual del niño ni conozca a sus profesores". Muchas madres y abogadas enfrentándose al sistema son imparables.

¿Cuáles son las consecuencias de la violencia vicaria sobre la salud de los menores? La psicóloga Patricia Hermosilla explica a este periódico que en estas situaciones se genera eso que se llama el "doble vínculo". Si la familia no custodia critica a la madre en presencia del niño, lo chantajea para quedarse con ellos o incluso lo amenaza ("si lloras para irte con tu madre no te compraremos algo, o no te querremos") las niñas y los niños pueden acabar asumiendo que "si estoy bien con mi madre le estoy fallando a la familia de mi padre". O al revés. "Si me lo paso muy bien con la familia de mi padre, le estoy fallando a mi madre". "El menor asume que querer a las personas que lo rodean siempre es malo", explica la terapeuta. Esto les genera ansiedad, depresión, sensación de indefensión y también mucho sentimiento de culpa. Para luchar contra estos mensajes nefastos la psicóloga recomienda a las madres justo lo contrario: no hablarles mal a sus hijos de la familia del padre. Y no juzgar nunca lo que hacen, aunque no estemos de acuerdo. "Esto es fundamental sobre todo cuanto más pequeñas son las criaturas. Hay que poner énfasis, aunque duela, en destacar que a ti te parece estupendo lo que hace con la otra familia para no generar más malestar ni culpabilidad". La mejor forma de reparar el daño es representar un espacio seguro de apego, alejado de las críticas. Por ello, "hay que intentar disfrazar las emociones y mantenerlos al margen del conflicto con el padre siempre que se pueda". También hay que comprender que estén irritables o enfadados cuando regresan de casa de los padres, sobre todo, si se les ha negado la comunicación con su madre. Pero "tampoco hay que intentar compensar este malestar con regalos o juguetes, no se puede compensar algo que no es tu culpa."

¿Y para las madres? Autocuidado. "Sé que es difícil pero lo que les recomiendo a las madres que estén pasando por estos procesos es cuidarse mucho cuando no están con los hijos. Hacer deporte, reírse, comer sano y salir con las amigas." Estar fuertes y sanas es lo más importante para sus hijos.

Cada mañana, desde hace muchos meses, los abuelos paternos recogen a mi hija en casa para que yo pueda trabajar. Siempre esperan pacientemente si aún está durmiendo, si está en el pecho, si coge una rabieta porque no quiere ir. Si está enferma y tenemos que cambiar los planes sobre la marcha buscamos la mejor solución pensando en su bienestar. A veces la abuela se queda en mi casa o la cogen por la tarde, o, ese día, simplemente, no va. Hacemos lo mismo cuando está con sus abuelos. Siempre digo que, de separarme, yo mantendría una custodia compartida con mi suegra. Los brazos de esa mujer son una extensión de los míos y gran parte de mi tranquilidad radica en ella. Estoy segura de que esos brazos que cuidan, que alimentan, que cocinan y que consuelan lo seguirían haciendo igual de bien independientemente de mi relación de pareja. "Con un poco de sororidad todo esto se habría acabado", concluye la psicóloga Patricia Hermosilla.

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