Otras miradas

Shakira: certezas, contradicciones y un nuevo himno para las despechadas

Nagua Alba

Shakira: certezas, contradicciones y un nuevo himno para las despechadas
Shakira en el videoclip de su canción junto a Bizarrap

Hace meses que sigo con atención (y pasión) la historia de Shakira y su ruptura con Piqué. Primero convencida de que esto solo puede traernos un temazo tras otro (y ya llevamos tres), pero además, y como ya comenté en este diario a raíz de la publicación de Te felicito, por lo que tiene de universal. Shakira representa a todas aquellas mujeres que tras hacer grandes sacrificios y renuncias (vitales, laborales, sociales) por amor (a un hombre) se encuentran abandonadas y en una situación mucho peor que la que tenían de partida. En este caso, para más inri, sustituida por otra mujer décadas más joven que ella. Hay quien dirá que una es libre de sacrificarse o no por amor y que nadie obligó a la cantante a irse a vivir a Barcelona o dejar de magrearse con algún que otro maromo en sus vídeos. Toda decisión de este tipo está inevitablemente mediada por el patriarcado (lo demuestran las estadísticas, sospechosamente siempre somos nosotras quienes dejamos nuestras carreras y empleos para formar una familia) y de libre tiene poquito. Pero dejando eso a un lado, hablemos de lo que nos ocupa estos días, de venganza y despecho, de certezas y contradicciones.

Primero las certezas. Desde que Shakira y Bizarrap anunciaron la publicación de su sesión, las redes se llenaron de comentarios reprochándole a la cantante que no haya superado aún su ruptura y se dedique a sacar una canción tras otra volcando rencor y odio. Yo, sinceramente, espero que no pare nunca. Ya basta de comer helado mientras se llora en la intimidad viendo una comedia romántica, ya basta de quejarse con la boca pequeña y sin levantar mucho la voz para no parecer una histérica, ya basta de callarse cuando nos hacen daño. Como dice Cristina Fallarás, "seguramente somos muchas las que hemos empezado a responder explícita y contundentemente a las situaciones de dolor vividas.

La diferencia es que la cantante tiene los medios y el arte para hacerlo a lo bestia". Que Shakira nos llene los oídos de himnos que podamos cantar a gritos junto a nuestras amigas mientras odiamos un poquito a nuestros ex es uno de los mejores regalos que nos podría hacer en la vida. No hay plan más inteligente que convertir el despecho en temazos (que se lo digan a Paquita La Del Barrio, que aprendió esto hace mucho) y de paso sacarse una pasta de la ruptura (con sus respectivas retenciones fiscales, Shaki, que nos conocemos) porque, en realidad, llorar y facturar es perfectamente compatible.

Ahora las contradicciones. Confieso que si la primera parte de la canción me ha conquistado instantáneamente, la segunda me ha incomodado. No puedo evitar empatizar con el inmenso enfado que debe de sentir Shakira, pero me molesta el clásico discurso sobre "la otra", porque siempre acabará jugando en nuestra contra. "La otra" nos conduce a ese estereotipo de mujer malvada, superficial, tentadora y última responsable de los pecados de él. La "robamaridos" a veces es una mujer fatal, otras solo una cría guapa y estúpida que no alcanza siquiera el estatus de sujeto, y se limita a ser un cuerpo. Pero en todos los casos nos acerca peligrosamente al relato de que ellos, indefensos, no pueden evitar tirarse al agua al oír los cantos de las sirenas. Y es que no hay que perder el foco, la responsabilidad de ese engaño la tiene él, que para eso es quien tenía una relación. Los vínculos se rompen, las personas se desenamoran y se vuelven a enamorar de otras, no hay drama. El problema llega cuando esos procesos no se gestionan bien, con empatía y responsabilidad. Y la pésima gestión de Gerard Piqué no habría sido distinta si Clara Chía hubiera decidido no liarse con él, porque el problema de Shakira ya era el futbolista antes de la aparición en escena de Chía. Me siento más cómoda con la posición que las mujeres ocupan en el Despechá de Rosalía cuando decide que "esta noche se sale, con toda' mis motomami', con toda' mis gyale'". Las otras no como enemigas, sino como aliadas a la hora de levantarse tras una ruptura (¡ojalá más menciones a la solidaria madre de Piqué en la canción de Bizarrap y Shakira!), con las que celebrar la vida. En todo caso, hablábamos de contradicciones,  tampoco podemos caer en la trampa de juzgar a Shakira (yo estaría fantaseando con cosas muy violentas si se hubieran comido mi mermelada), que está en su derecho a soltar toda la bilis que quiera en su hit y odiar a quien le plazca, solo faltaba. A ver si vamos a tener que ser nosotras siempre perfectas, mientras ellos hacen piña y se van de rositas.


Ah, y una certeza más para terminar: este fin de semana seremos millones bailando al ritmo de ese "túuuuuu".

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