La constatación más clara del cambio de ciclo electoral que algunos vienen asegurando desde hace tiempo llega este año. Las elecciones municipales y autonómicas realinearán parlamentos y ayuntamientos después de la primera experiencia de coalición estatal en un siglo, una pandemia mundial y una guerra europea con consecuencias todavía presentes. La derecha buscará imponer el marco de cambio y la izquierda el de resistencia, pero solo los resultados balancearán cada uno.
A la pregunta España, la respuesta puede no ser Madrid esta vez, pero su indudable capacidad cacofónica invita a analizar lo que puede pasar en esta región a finales de mayo como la entonación, a su vez, de lo que puede suceder en el resto del país a finales de año. Veamos las características de estos dos signos de exclamación.
El interés por la Comunidad de Madrid está en cualquier puesto menos en el primero. La hegemonía que consiguió granjearse Ayuso durante y tras la pandemia sigue en un punto lo suficientemente alto como para asegurarse una victoria en torno a la mayoría absoluta. La única hipótesis de no repetir presidencia pasa por un Vox descolgado del 5% que, a día de hoy, es pura ciencia ficción en la región capital.
La estabilidad del furor ayusista en Madrid podría despertar la suspicacia de más de uno que haya acudido a manifestaciones por la sanidad pública o compartido enfado por la deficiente calidad de la misma. Sin embargo, es más que probable que la movilización sanitaria haya sido lo suficientemente relevante para reordenar humores dentro de la propia izquierda madrileña, pero no para cruzar la frontera ideológica. Dicho de otra forma, la sanidad ha apuntalado liderazgos como el de Mónica García y recargado energías para el votante progresista, pero no ha motivado la deserción de tradicionales votantes de derechas o de aquellos que confiaron en Ayuso las pasadas elecciones adelantadas.
La incógnita estará, por tanto, en cómo se traduce esa reordenación en el bloque progresista. El inesperado desplome socialista en 2021 pudo ser una excepción o la nueva regla en un territorio que el PSOE parece haber dado por perdido y cuyas estrategias recientes evidencian que la formación de Lobato no sabe muy bien qué camino recorrer. Debatiéndose entre una nueva apertura a sectores tradicionalmente del PP y la pugna con Más Madrid por el votante progresista.
Esta última formación también se juega la apuesta que hizo con Mónica García, la sanidad y el más reciente acercamiento a Yolanda Díaz. La primera, segunda líder más valorada y conocida, puede llegar a la cita electoral en peores condiciones que las auguradas tras la polémica con el bono término, un tipo de tropiezo que tiene eco en la izquierda. La sanidad puede no ser el motor suficiente para generar cambios a nivel electoral. Y el acercamiento a Sumar puede haber activado (o desmovilizado) a una parte importante del electorado que responde mejor cuando un partido madrileño habla de Madrid y se aleja de las diatribas nacionales. La triangulación de estas tres variables y su efecto determinarán si Más Madrid sigue ensanchándose a su derecha (PSOE) y a su izquierda (UP). Los datos a comienzos de año veían una sangría en Unidas Podemos (20% pasarían a MM) y una puerta abierta en casa socialista (13%). La estrategia a largo plazo del partido de García dependerá de la amplitud de ambas.
En la cuerda floja se encuentra Alejandra Jacinto, una candidata buena en una situación mala. La cercanía del conflicto entre Podemos y Sumar, una oposición a Ayuso eclipsada por Más Madrid y unas encuestas poco favorables generarán indudablemente un efecto todavía por determinar. Quedarse fuera de la Asamblea generaría un tsunami morado de consecuencias catastróficas, al mismo tiempo que una absoluta casi asegurada para Ayuso. La única carta a jugar es la nacionalización de la contienda. Aunque pueda ser contraintuitivo, Unidas Podemos tiene más que ganar reflejándose en la gestión del gobierno nacional que oponiéndose a la del gobierno autonómico. Como la ‘discesa in campo’ de Pablo Iglesias en 2021, las siglas y el color de UP, en horas bajas, pueden ser la única balsa de salvamento para la candidatura que encabeza Alejandra Jacinto.
Donde existe una partida más abierta es en la propia capital. Nada refleja mejor los caminos perpendiculares en el PP madrileño que la trayectoria de Ayuso y Almeida. Si la primera ha conseguido la centralidad del tablero, el segundo tendrá que sudar para revalidar la alcaldía. Mientras Ayuso depende solo de ella misma, Almeida depende de los demás. En dos sentidos. Primero, en la fortaleza de Villacís para entrar al Ayuntamiento y la de Ortega-Smith para sacar a la calle hasta el último voto de derechas, por muy desmotivado con Almeida que esté. Y segundo, en la debilidad de Podemos-Izquierda Unida, que liderados por Sotomayor aspiran a entrar y contradecir a la mayoría de encuestas que dudan de esa entrada en el consistorio.
El equilibrio de la balanza se dirimirá en los extremos bajos del sistema electoral, con sus restos y sus 5%. Los resultados de Podemos y Ciudadanos perjudicarán y beneficiarán a bloques propios y opuestos, facilitando las opciones de revalidar de Almeida y las de ganar de Maestre o Maroto. Esta último a mandos de un partido que también tiene problemas para encontrar la tecla en Madrid. Desde 1995 no ha habido en la formación socialista un proyecto liderado por la misma persona dos elecciones seguidas. La falta de continuismo, esencial para generar alternativas políticas, han condenado al PSOE madrileño a oposiciones estériles o a ser muleta de otros. Reyes Maroto tiene difícil ganar, pero el PSOE lo tendrá imposible si prescinde de ella el 29 de mayo como ha hecho con el resto de candidatos las últimas dos décadas.
Más Madrid ciudad tiene mejor viento a favor que Más Madrid región. Primordialmente debido al sustrato que plantó el gobierno en 2015 y que ocho años después sigue existiendo. Rita Maestre se presenta por primera vez y tiene como reto titánico sacar un buen resultado tras la renuncia de Manuela Carmena y la transición que ello ocasionó, aunque a día de hoy Más Madrid tiene asegurada la supervivencia tras el fuerte liderazgo, una asignatura que no pasan todos los partidos. Maestre no será tan atractiva para el votante moderado como Carmena en 2015, cuando mucha gente harta de hegemonía popular confió en ella, pero su oposición a Almeida y las apuestas ecologistas le permiten llegar con opciones a mayo y con protagonismo asegurado hasta 2027.
Por último, durante la noche electoral habrá que tener un ojo puesto en los municipios del sur de la región. El tradicional cinturón rojo, en los últimos años rosado, concentra un quinto de la población en hasta trece ciudades y ha sido un bastión sustantivo y simbólico para la izquierda. Sin embargo, la diferencia entre los dos bloques ideológicos ha ido estrechándose hasta el mínimo histórico en 2021. En ciudades como Fuenlabrada, Leganés y Getafe la derecha estuvo cerca de ganar en las pasadas autonómicas. Y en otras como Parla, Mejorada y San Martín ganó. Ayuso y Almeida necesitan retener lo ganado, pero si consiguen derrumbar el simbolismo que representa el cinturón rojo madrileño se llevarán consigo una bandera progresista de la que será difícil recuperarse.
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