Otras miradas

Sociología de los votantes y los votos en las recientes elecciones

Ramón Soriano

Catedrático emérito de Filosofía del Derecho y Política de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla

Dos personas ejercen su derecho a voto en una cabina en un colegio electoral el 28 de mayo de 2023 en Madrid (España). -EDUARDO PARRA / Europa Press
Dos personas ejercen su derecho a voto en una cabina en un colegio electoral el 28 de mayo de 2023 en Madrid (España). -EDUARDO PARRA / Europa Press

No voy a tratar de la sociología del voto en general, sino de mi sociología del voto según mi conocimiento y experiencia. Tengo cierto conocimiento de derecho electoral. Escribí con el profesor Carlos Alarcón el libro Justicia electoral. Un nuevo modelo de elecciones para España, que fue bien acogido por los partidos minoritarios del Parlamento. Y creo tener una experiencia amplia derivada de mi relación con grupos cercanos de votantes. Es mi personal sociología producto del sentido del voto de las recientes elecciones del 28 de mayo de 2023. Pero tengo para mí que podría trasladarse con matizaciones a otras zonas o territorios del país

Creo que podemos diferenciar distintos tipos de votos y votantes, a los que pongo nombres de mi propio cuño, bien entendido que se trata de tipos a veces superpuestos, porque no se presentan separados en compartimentos estancos. Veamos.

El voto dogmático

Entiéndase el adjetivo en un sentido amplio y no peyorativo. "Dogmático" por estar basado en principios indeclinables. Un ejemplo. Los sujetos de este voto piensan que lo más importante es la patria (¡fuera los separatistas!) y la religión. Les falta el Rey, ahora que caigo: "Dios, Patria y Rey" de la arcana ultraderecha. Es un voto clásico de la derecha, que ve a la izquierda atea y rompedora de la unidad de España. Pero también es un voto interclasista. Hay personas y familias humildes, que tienen claro su orden de prioridades. Son los más favorecidos por la gestión del Gobierno de izquierda: empleo con contratos indefinidos, subida del salario mínimo, el ingreso mínimo vital, la actualización de las pensiones, etc., pero no les vale, porque estos beneficios no están a la altura de su orden de prioridades. Políticos y tertulianos de izquierda se han quejado de que la buena gestión económica del Gobierno no se traslade a réditos en votos. Ahí tienen una de las explicaciones: chocan con el voto dogmático.

El voto emocional e irreflexivo

Voto irreflexivo por emocional, extendido por todo el territorio nacional, pero que se muestra más claramente en mi experiencia en las zonas rurales y en las periferias de las ciudades. Acostumbro a visitar algunos fines de semana a mi entrañable y desconocida sierra onubense, donde pasé mi infancia. Hablo con los lugareños, no de uno sino de varios pueblecitos de los doce que conforman el microclima del castañar. Los acompaño en sus recorridos por las tabernas del pueblo a razón de cincuenta céntimos el chato. Hablamos de política. Me confiesan que o no votan o votan a Vox o al PP. Son jubilados, como yo. Les digo que el Gobierno futuro de la derecha no les conviene, porque el actual les ha subido la pensión un 8,5 por ciento y el PP tan sólo un 0,25. La mayoría sufre pensiones bajas. Y me responden que "todos los políticos son iguales", "todos roban", "la izquierda va a destrozar España", "ETA está escondida y volverá a matar", "las elecciones son un chanchullo". Si se fijan bien, provechosa estrategia de la derecha aplicada a las últimas elecciones, sin hablar de programas, pero dirigiendo falsos eslóganes que calan en la gente sencilla y que ella repite a los cuatro vientos.

El voto regalado y ocupado por otros

Digo bien: ocupado por otros el voto de quien no lo emite y lo regala. Curiosamente es un voto que se presenta en dos vertientes. Primera: la de los marginados sociales, que bastante tienen con sobrevivir de mala manera como para ocuparse en votar. Segunda: la de los cultos ciudadanos hastiados de la política corriente y de los políticos, y se apartan del escenario de las instituciones democráticas. Me parece bien esta actitud de los segundos regaladores del voto, siempre cuando también se separen no sólo del voto sino también de la sociedad y sus beneficios. Me recuerdan a los trabajadores críticos con los sindicatos o sencillamente pasivos en la lucha sindical por la conquista de sus derechos, que por supuesto no van a la huelga ni sufren una merma por ello en sus salarios, y después se benefician de lo conseguido por los sindicatos.

Es curioso, se unen los extremos en una misma dirección: el NO voto del ciudadano socialmente marginado y el del ciudadano culto. Tengo compañeros de trabajo y amigos que se han cansado de votar. Razones no les faltan. Habrían votado al PSOE o a la izquierda al PSOE, pero ambas se han quedado sin su voto. ¿Qué pensarán ahora ante la debacle de la izquierda gracias, entre otras razones, a su abstinencia electoral?

El problema de este voto es que no sólo es un voto abstencionista sino ocupado por otros, que lo usarán probablemente contra los intereses de quienes los regalan. Se apartan, no votan, y viene la derecha engullidora, se come sus votos y los regurgitan transformados en beneficios para sus secuaces. Algo parecido le sucede al voto en blanco. Muchos que votan en blanco desconocen que este voto se puede volver contra ellos. En otro próximo artículo explicaré las razones. Las elecciones tienen muchos recovecos desconocidos por el común. Nos aturden en la campaña con un sinfín de spots publicitarios y nadie nos explica las consecuencias de cada tipo de voto. Responsabilidad del Gobierno, obvio.

El voto políticamente analfabeto

Una de las peores carencias de la democracia y el sistema electoral. Es el que refería Sánchez Dragó y Vargas Llosa cuando hablaban de la necesidad de que el voto sea ilustrado. Me asomo desde el balcón de mi casa y veo la gente que pasa por la calle. Transitan muchos constantemente: los que van a trabajar, las madres con los cochecitos de los niños, las uniformadas jóvenes del colegio de al lado, los jubilados, el negro del semáforo... Gente muy diferente: de todas las edades y los oficios. Pero le une a la gran mayoría -pongamos un ochenta por ciento- una común circunstancia: son analfabetos políticos. Sí, muchos de ellos han estudiado carreras, son buenos profesionales, pero siguen siendo analfabetos políticos, porque nadie -ni en la escuela, ni en el instituto, y menos en la universidad- les ha enseñado qué es la Constitución, los partidos políticos, sus derechos fundamentales, la división de poderes, la responsabilidad política, los métodos electorales y un largo etcétera.

Mucha historia y geografía en las clases y nada de alfabeto político. Pienso que para poco les sirven en su vida la geografía y la historia, que es lo que les han enseñado, a cambio de convertirlos en unos perfectos ignorantes políticos. El problema es vital, porque votan sin estar suficientemente informados y un voto a ciegas puede ir contra sus propios intereses. Hacen mal el Premio Nobel y el inductor de Tamames a la Presidencia del Gobierno en exigir conocimientos a los ciudadanos para poder votar, pero sí estaría justificada su crítica si la dirigiera a los lamentables planes de estudio de todos los niveles de la enseñanza, en los que falta la instrucción en el funcionamiento de nuestra democracia. Que protesta la derecha porque asignaturas como "Educación en valores" y similares adoctrinan ideológicamente, pues pongan a la asignatura el título "Constitución". ¿O es que también va a protestar por este título?

El voto moralmente neutro

Es el voto de quienes no tienen en cuenta el comportamiento moral de los destinatarios de su voto. Otros le llamarían directamente voto inmoral, probablemente algunos lectores, pero hace tiempo que cambié la inmoralidad a secas por la neutralidad moral, que es más constatable y menos agresiva. La inmoralidad pertenece al ámbito de las intenciones y prefiero no entrar ahí. No digo que el voto sea inmoral, sino que vota a candidatos inmorales. Si atendemos al desarrollo de las pasadas elecciones del 28M, a un gran porcentaje de la sociedad española le importa poco el escrutinio personal de la honestidad y de las falsedades pronunciadas por políticos de PP y Vox a resultas de los votos. Para estos partidos la mentira se ha convertido en un arma normalizada de la contienda electoral y ha calado en un alto número de votantes.

Si vamos al terreno de las cualidades de los candidatos, ¿cuántos políticos condenados judicialmente, incluso por abuso sexual, han conseguido escaños o concejalías en éstas y en anteriores elecciones? Demasiados. No debió importarle mucho -supongo- a sus votantes. Es otra diferencia que nos separa de las democracias de nuestro entorno. Ya han visto que la derecha únicamente se ha fijado en los condenados de las listas electorales de EH Bildu. Igualmente, al parecer a sus votantes. ¿Cuántas falsedades como truenos han pronunciado en las últimas elecciones los líderes del PP y de Vox? Incontables. ¿Cuántos medios han mentido descaradamente incluso en las portadas y primeras páginas de sus diarios? La gran mayoría de los medios de derecha y especialmente los grandes rotativos ABC, El Mundo, La Razón. ¿Es necesario que les lea lo que decían en sus portadas y primeras páginas estos tres grandes diarios de España el viernes 26 de mayo, día del cierre de campaña?  ¿Qué ha caracterizado a las recientes elecciones? La suciedad.  ¿Qué consecuencia ha conllevado esta falta de limpieza electoral para los votantes del PP y Vox? Ninguna.

El voto religiosamente adoctrinado

Adoctrinado por un doble cauce. El primero conocido y resaltado en los medios. El segundo bastante desconocido; apenas se habla de él en los medios. El primer cauce es el voto de los adoctrinados creyentes animados e influenciados por sus líderes religiosos. Sobre todo, cuando los obispos y sus ayudantes los párrocos pronuncian homilías y señalan a sus fieles instrucciones sobre cómo deben votar (en algunos casos les indican el partido en concreto). En España, frente a la laica Francia, la religión siempre ha extendido políticamente sus tentáculos. La separación Iglesia-Estado es una fórmula irreal y retórica. Recuerden en plena república española la polémica entre las diputadas del Congreso Victoria Kent y Clara Campoamor, acerca de la aprobación del voto para las mujeres, negando la primera el derecho al voto porque las mujeres, masivamente analfabetas, recibirían la influencia de los sacerdotes en los confesionarios.

El segundo cauce es el voto religiosamente influenciado desde los centros docentes, en el que poco reparan los medios de izquierda, y que trae causa de la aprobación de la primera ley de educación del Gobierno socialista, cuando disfrutaba de mayoría absoluta en el Parlamento, y concretamente del tratamiento jurídico dispensando a la contratación del profesorado en los centros privados concertados (la gran mayoría religiosos), que son muy numerosos en las enseñanzas primaria y secundaria, en las escuelas y los institutos. ¿Por qué razón?  Porque permitió que el profesorado fuera contratado por los Consejos del Centro, donde la titularidad -la de la comunidad religiosa que regenta el centro- tiene peso en la selección del profesorado y ésta se efectúa sin baremos fijos y atendiendo a unos currículos, en los que los candidatos pueden manifestar sus orientaciones de todo tipo, también religiosa. El resultado: centros docentes repletos de profesores católicos, que ejercen su influencia en las clases, en las actividades extraescolares y en los ritos religiosos. Fui profesor de un centro privado religioso. La directora opinaba que en su centro todo el profesorado debía ser católico y practicante para dar ejemplo al alumnado. Le repliqué que constitucionalmente lo único que tenía que respetar el profesorado del centro es el ideario del centro (por supuesto religioso), con independencia de la religión que profesara, si es que profesaba alguna.

La consecuencia es el extenso voto religiosamente influenciado por profesores/as de las decenas de miles de las escuelas e institutos privados religiosos de España.

El PSOE, que da dinero a mansalva a los centros privados concertados y paga la nómina de sus profesores con el dinero de nuestro bolsillo, perdió la ocasión de democratizar la docencia en España, para lo que hubiera bastado un solo artículo en la ley: "Serán las Delegaciones de Educación de las provincias las que seleccionen al profesorado de los centros docentes privados concertados". Estas delegaciones contratan al profesorado de los centros públicos. ¿Por qué no al profesorado de los centros privado concertados sostenidos por el Estado, incluyendo el mantenimiento de las estructuras del Centro y la nómina del profesorado y demás personal? ¡Qué gran error! ¿Cómo pudo írsele de la mano al PSOE un artículo, cuya inexistencia hace que la religión católica se meta no solamente en el ideario docente del centro (lo cual es razonable), sino incluso en la identidad uniforme del profesorado que imparte la enseñanza? ¿Cómo no pudieron ver el adoctrinamiento religioso del voto de una manera difusa o puntual por obra de una legión de profesores/as católicos extraídos por el singular método de selección del profesorado de los centros privados religiosos? ¿Qué le cabe esperar a la izquierda recriminada por su ateísmo de esta influyente legión de enseñantes católicos/as, pagados por un Estado aconfesional, extendida por todo el territorio nacional?

El voto de clase

El más extenso en el escenario electoral. Uno vota según su clase como norma general. Hay también votos desclasados, los de quienes votan contra los intereses de su clase. Un voto desclasado de arriba abajo. Se decía que en el PCE había mucho voto desclasado. Se solía poner el ejemplo del Nicolás Sartorius, perteneciente a la nobleza. También hay un voto desclasado de abajo a arriba. Según las encuestas es un hecho habitual el voto de las clases humildes dispensado a Vox.  Pero el problema no es la reproducción del voto de clase, al que no hay que restarle importancia, sino la implicación social del mismo y su influencia, cuando quienes ejercen poder público y sobre todo poder jurisdiccional pertenecen a las clases medias o altas. El Gobierno ha advertido el problema y las carencias del pluralismo social en el ejercicio de profesiones jurídicas, sensibles en el tratamiento de los derechos de la ciudadanía, y ha arbitrado becas para preparación de oposiciones a la judicatura, la abogacía del Estado y a la administración pública.

Es importante que las profesiones sean interclasistas y más aún las jurídicas, a cuyo cargo está la protección de los derechos fundamentales de las personas. La interpretación de la ley se hace conforme a una diversidad de criterios no jerarquizados, y siempre inevitablemente hay un sesgo de clase en la misma. Permítanme que me ponga de ejemplo. Comencé mis estudios de Derecho en 1965 en la Facultad de Sevilla. Creo que yo era el único alumno de clase humilde; el resto de clase media, media-alta y alta; había quien pertenecía incluso a la nobleza. En la actualidad compañeros de mi promoción o próxima a ella ocupan puestos de los altos tribunales de justicia del país. ¿No es lógico pensar que se produzca un sesgo de clase en las sentencias que emiten estos tribunales?

¿Se asombran de lo que está pasando en las altas instituciones de la justicia en España -el Tribunal Constitucional, el Supremo, el Consejo General del Poder Judicial?  Pues yo no, en absoluto. Los conozco bien. Desde cuando éramos estudiantes de Derecho.

El escondido voto franquista

La contrapartida de la tan celebrada ejemplar transición política española hacia la democracia tiene como contrapunto la falta de exigencia de responsabilidades políticas -ni siquiera las penales de los asesinos-. Promulgación de una Ley de Amnistía todo-terreno y borrón y cuenta nueva. España es diferente de Europa y ésta es comparativamente una diferencia más. Hay que estar ciego para no ver actitudes fascistas en quienes ejercen en los tres poderes del Estado.  Redacté un artículo, que no saldrá de mi cajón de escritorio, en el que imaginaba dónde estarían nuestros representantes y gobernantes "demócratas" actuales, con nombre y apellidos, si volviera la Dictadura franquista. Algunos casos son tan claros que no creo tener la necesidad de identificarlos ante el lector. En correspondencia son muchos los escondidos votos franquistas de la ciudadanía en las esferas políticas y sociales. Las encuestas han fallado estrepitosamente en las elecciones del 28M. Como otras veces. Yo creo que en parte porque los ocultos votos franquistas no se manifiestan en las encuestas escritas y telefónicas y menos las presenciales ante los encuestadores, pero sí en la sombra del voto secreto de las urnas de las elecciones.

Aquí tenemos un problema debido a este oculto voto franquista, que trae causa de nuestra transición política y su generosa amnistía, de la que siempre se predican sus méritos y nunca sus errores.  Ha crecido Vox sin apenas recibir votos del desaparecido partido político Ciudadanos. Casi todos los votos se los ha llevado el PP. Se equivocan quienes han dicho que el PP ha crecido socialmente. No. Simplemente ha recogido los votos de Ciudadanos. Quien sí ha crecido socialmente es Vox. ¿Por qué? Una de las causas es este voto escondido, que se manifiesta en las urnas. ¿Acaso los postulados de Vox -la abolición de las Comunidades Autónomas, la prohibición de los partidos políticos nacionalistas y separatistas, incluso el moderado PNV, la expulsión de los inmigrantes, etc.- no cuadran perfectamente con la ideología franquista?

Voto dogmático, regalado, ocupado, emocional e irreflexivo, de clase, religiosamente influenciado, políticamente analfabeto, moralmente neutro, ocultamente franquista ... ¿Y se sorprenden de los resultados de las elecciones recientes? Bien se han sorprendido, según afirman, los líderes del PSOE. Tiene su explicación: mienten las encuestas, mienten los encuestados y mienten las cocinas.

¿Faltan otros tipos de votos? Probablemente, pero estos son los votos deducidos de mi propia experiencia. Y tengo la sospecha de que podrían ser trasladados a otras zonas del país. Creo que esta tipología de votos continuará en ejercicio en las próximas elecciones generales del 23 de julio de 2023, pero sin tanta influencia, si cambia el escenario electoral: la salida a votar de la perezosa izquierda, el calado en la gente de la gestión económica del Gobierno totalmente eclipsada por el ruido de la derecha, la unión de la izquierda a la izquierda del PSOE. La derecha, por su parte, insistirá en los mismos tópicos y falsedades y algunos nuevos del mismo estilo, ya que ha advertido que la inmoralidad y las mentiras no restan votos en su parroquia, pero hay un dicho popular: nunca segundas partes fueron buenas.

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