Los últimos siete días han sido una vorágine política como hacía tiempo que no veíamos. Tras los resultados autonómicas y municipales Sánchez ha pisado el pedal del acelerador convocando elecciones generales anticipadas y reordenando todas las prioridades, calendarios y estrategias de los partidos. Han pasado y seguirán pasando muchas cosas. Repasemos cinco que sabemos y una que sigue abierta.
Lo primero que sabemos es que los resultados del 28M no han sido positivos para la izquierda y deja un diagnóstico claro: el votante de derechas está motivado para depositar la papeleta en cualquier urna que conlleve el fin del gobierno de coalición, el PSOE ha conseguido absorber una parte nada desdeñosa de su izquierda en distintos territorios y el espacio llamado hace años a cambiar la política vive mareado entre la fragmentación, la falta de motivación y sus luchas cainitas.
Lo segundo que sabemos es que este panorama motivó a Pedro Sánchez a convocar unas elecciones anticipadas que nadie veía buenas, pero que con el paso de los días se ha ido perfilando como la opción menos mala. Cualquier adelanto se provoca para maximizar beneficios, minimizar pérdidas o porque no queda otra, y en el caso del presidente han podido alinearse las tres motivaciones. Se busca acelerar la reconfiguración de su espacio aliado en torno a Sumar, evitar la sangría hasta diciembre y salir del callejón que supusieron los resultados del 28M.
Lo tercero es que el PSOE pretende reeditar el gobierno actual, pero no a través de cualquier medio. Las declaraciones de Nadia Calviño invocando el voto útil (al constatar que "un voto que no sea al PSOE es un voto a una potencial coalición del PP con Vox") y el anuncio por parte del presidente de los numerosos cara a cara con Feijóo, obviando el resto del 50% de votos, muestran que el PSOE tiene como máxima no retroceder en apoyos; sea obteniéndolos en el gobierno o en la oposición.
Lo cuarto es que ningún intento de retorno al bipartidismo tendrá eco en una sociedad mucho más diversa que la que existía hace una década. Los espacios creados por Podemos y Ciudadanos no solo no han dejado de existir, sino que viven una transición a otros nuevos actores como Sumar y Vox. El PP finalmente ha interiorizado lo mismo que el PSOE en 2019: ninguna mayoría gubernativa pasa por manos individuales. Hoy gobernar en España se declina haciéndolo en coalición.
El voto útil y los cantos de sirena del bipartidismo riman con un discurso perdedor que, lejos de intentar gobernar, busca rearmar fuerzas no mirando a las elecciones de julio, sino a las próximas de 2027. Quien necesita un revulsivo no es tanto un partido concreto de la izquierda como la izquierda sociológica y electoral misma. Abstenerse de justificaciones de circunscripciones pequeñas donde se suele "tirar" el voto de partidos pequeños: un mensaje de voto útil nacional afecta al votante madrileño y al votante soriano.
Lo quinto que conocemos es el escaso impacto que han podido tener las elecciones municipales y autonómicas en la competición nacional. La cautela con las encuestas que rápidamente están saliendo para marcar la agenda no está reñida con la lectura general que de ellas se desprende. Tras el 28M la derecha sigue rozando la mayoría absoluta a la espera de que a sus competidores les vaya mal, el PSOE aguanta en su ya tradicional ‘eterna crisis socialdemócrata’, Sumar continúa en condiciones de ensanchar los resultados de Unidas Podemos y la formación morada, de concurrir sola, quedaría reducida a tres o cuatro provincias del total de 52 existentes en España.
Más allá de movimientos porcentuales (un PP más fuerte por la absorción definitiva de Ciudadanos), el resumen de la situación, a grandes rasgos, sigue siendo el mismo hoy que hace dos semanas. Un bloque de la derecha fuerte, pero incapaz de negociar si se queda a las puertas de la absoluta, y un bloque de la izquierda desmovilizado y reordenándose, pero capaz de negociar para sumar cuatro años más de legislatura.
Lo único que todavía no sabemos es precisamente el carácter y efecto de esta reordenación de la izquierda. La hipótesis Sumar tiene dos objetivos en el corto plazo y un gran reto en el largo. Por lo que respecta al primero, la unidad en torno a Sumar debe ser capaz de levantar el ánimo, principal enemigo de la izquierda en esta campaña, y fidelizar el apoyo que las distintas partes de la suma tienen por su cuenta individual. Ambas misiones, de conseguirse, podrían generar un efecto dominó alejando a la derecha de la mayoría absoluta, vigorizando a la izquierda y contagiando a la opinión pública sobre la posibilidad de reeditar el gobierno actual.
Sin embargo, y pase lo que pase el 23J, el reto de época de Sumar radica en construir un espacio de encuentro, cooperativo y empático en condiciones no solo de afrontar la coyuntura en la que esté inmerso, sino en saber actualizar sus herramientas para analizar y enfrentar todas las que vengan en el futuro. Para ello es más importante ver Sumar como lo que abastece energías y no como balsa de salvación de nada o nadie. La unidad como medio o como fin. Esto último también influirá en el estado de ánimo que determinará las elecciones de julio: se vota para resistir o se vota para ganar.
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