Otras miradas

23J, Maslow vs Carville

Sergio Pascual

23J, Maslow vs Carville
Feijóo y Abascal en el desfile del 12 de octubre. /
EDUARDO PARRA / EUROPA PRESS

Sánchez o España. Ese es uno de los lemas electorales de Feijoo. ¿Por qué han elegido los populares este sencillo mensaje? La respuesta la tiene Abraham Maslow, un psicólogo norteamericano de mediados del s. XX que nos explicó a todos que los seres humanos no somos seres estrictamente racionales. Según el estadounidense nos movemos en pos de cubrir necesidades ordenadas piramidalmente. En los dos primeros escalones de la pirámide estarían las necesidades básicas inmediatas y a corto plazo -un empleo, vivienda, alimentación, seguridad física-. Una vez cubiertas éstas los seres humanos buscaríamos satisfacer las necesidades de pertenencia. En este escalón, aunque son relevantes las pertenencias a clubes de fútbol y asociaciones, a grupos de amigos o familias extensas, lo cierto es que la identidad de género y la identidad nacional son las campeonas en la disputa por la pertenencia. Para Maslow, tras estos escalones y solo una vez satisfechas estas necesidades, enfocaríamos nuestros anhelos en valores más elevados, los de la autoestima y autorealización.

El 27M supongo que muchos aún pensaban que las importantes políticas redistributivas de este gobierno progresista -la menor cifra de paro desde 2008, con la temporalidad reducida a la mitad, el SMI superando el umbral histórico de los 1000 euros- activarían los resortes de los primeros escalones de la pirámide para acudir a apoyar al gobierno de coalición. El 28M demostró que la sociología no funciona como las matemáticas. Lo cierto es que la atribución de los éxitos y fracasos de cada individuo en lo que se refiere a logros presuntamente personales como conseguir un empleo o adquirir una vivienda es profundamente asimétrica: cuando encuentro un empleo el mérito es mío, cuando no lo encuentro la culpa es del gobierno.

Por otro lado la geografía electoral hace décadas que constata que los habitantes de los barrios populares -los situados en los escalones de necesidades más bajos de la pirámide de Maslow-  sistemáticamente se abstienen más que las clases medias y particularmente más que las clases medias altas. Estamos ante una población fuera del sistema, que no se siente interpelada por lo electoral, que está persuadida de que vote a quien vote le irá igual de mal. Efectivamente, por solo poner un ejemplo, en un barrio popular de Sevilla como Cerro Amate, la participación rondó -tanto el domingo como en 2019- apenas el 50%, 15 puntos por debajo de la media nacional. Entre tanto, en barrios opulentos de la capital como los Remedios, barrios en los que el PP obtiene el 70% de los apoyos, la participación sistemáticamente ronda el 75%, 10 puntos por encima de la media nacional. Por complementar este ejemplo con un barrio popular madrileño, Puente de Vallecas, la abstención -tanto en 2019 como en 2023- fue del 41%. En Chamartín, distrito opulento madrileño con una votación del 62% al PP, la abstención solo fue del 23%, 18 puntos menos que en Puente de Vallecas.

Visto por tanto que la respuesta a los fenómenos electorales no parece estar en la base de la pirámide de necesidades toca mirar con algo más de atención a qué sucede con los escalones superiores de la misma. Y aquí de nuevo surge la tentación de seguir a James Carville -aquel asesor de Clinton que dijo aquello de "es la economía estúpido"- y olvidarse de Maslow. Sin embargo, en momentos como el que nos ocupa, en el que parece evaporado el riesgo a la crisis económica y en el que la gente tiene expectativas económicas positivas, es imperativo atender a qué votan y cómo votan quienes sí tienen empleo o si no lo tienen están persuadidos de que depende exclusivamente de ellos lograrlo, mirar a aquellos que no creen tener problema de vivienda, ya sea porque poseen una o porque sus padres les acogen o avalan para tenerla, hay que preguntarse por quienes se creen sanos o relativamente cubiertos -aunque sea por una sanidad privatizada y deteriorada. Si atendemos a la teoría del psicólogo norteamericano, esa parte de la población no votaría por cuestiones de necesidad vital inmediata -por economía o servicios- sino que lo haría buscando satisfacer necesidades de pertenencia en primer lugar y posteriormente de autorealización y autoestima.

Es aquí donde creo que la izquierda yerra el tiro. Mientras que los progresistas apelan a los escalones más altos de la pirámide, a aquellos votantes con valores elevados de solidaridad, a un electorado que busque sentirse realizado por contribuir a una sociedad más incluyente y justa, a quienes elevan su autoestima actuando altruistamente, la derecha se queda en el escalón previo, más ancho, más intuitivo y más perentorio: el que cubre la necesidad de pertenencia de la población.

Sánchez o España. Ese es el mensaje. Para la derecha, la España grande y única es ese grupo al que pertenecer. Para erigirse en sus representantes todo vale. El PP ha llegado a pasear una furgoneta por Castilla la Mancha en la que Emiliano García Page -del ala más conservadora del PSOE- aparecía junto a Otegi.  Del mismo modo Vox nació intentando activar el resorte de la identidad masculina. Convertir a Sánchez en la principal amenaza para ambos grupos de pertenencia lleva años siendo el objetivo estratégico de la derecha política y mediática. Así, según Feijoo, Sánchez -y el PSOE por extensión- sería una amenaza la unidad de España por sus pactos con ERC y Bildu. Por otro lado Sánchez, por su pactos con Podemos, constituiría una amenaza a la identidad de tradicional de género tanto de hombres -por la propia existencia del Ministerio de Igualdad- como de mujeres -por la Ley Trans o la caricaturizada Ley del solo Si es Si. Por si esto no fuera suficiente, la derecha ha activado incluso un resorte más epidérmico en el escalón inferior de la pirámide: el de una supuesta amenaza contra la propiedad privada, la okupación.

Nos guste o no, este es el terreno de juego de esta campaña y no hay margen ni capacidad comunicativa para moverlo. Estas elecciones son una disputa sobre dos modelos de país al que pertenecer, dos modelos antagónicos. Y la derecha lleva meses de ventaja construyendo el dibujo de los púgiles enfrentados: en un rincón del ring estaría la caricatura atroz de un gobierno de coalición y un Sánchez que no solo encarna el fin de la España que conocemos sino que habría emprendido junto a Podemos una guerra de sexos. En el otro rincón... el otro rincón da igual. Porque en honor a la verdad, Feijoo no ha propuesto ningún proyecto alternativo, se limita a pedir al electorado que le apoye contra la antiespaña, que le apoyen para derogar el sanchismo.

¿Cómo disputar esta batalla? Creo honestamente que el primer paso es encarar el reto con valentía. No es posible seguir eludiendo el terreno de juego que la derecha española nos ha servido. La izquierda tiene que que dar la disputa por la resignificación del gobierno de coalición y el sanchismo y recordar hasta la saciedad que lo que realmente quiere derogar el PP y VOX es el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, el del SMI a 1000€, la reforma laboral de Yolanda Díaz y el aumento de las pensiones.

En segundo lugar, y aunque no lo convirtamos en eje central de campaña, hay que dejar de rehuir el debate sobre el modelo de Estado. Es preciso tener una respuesta contra la principal linea de ataque conservadora. La izquierda puede y debe reafirmarse en su proyecto de una España genuinamente plurinacional, una España que con este Gobierno al frente ha desactivado la guerra fraticida con Catalunya, una España federal en la que al tiempo que se  garantizan y garantizarían los servicios públicos para todos y todas, los y las ciudadanas de cada territorio podrían ver ampliados sus derechos a decidir desde los horarios de sus trenes al destino de sus impuestos; un modelo en el que los y las ciudadanas de cada territorio -y no solo los que cuentan con un partido nacionalista- podrían contar con una cámara legislativa federal en la que ver representados sus legítimos intereses territoriales. Son muchos los proyectos soberanistas o federalistas de izquierdas que han mantenido sólidas votaciones el 28M con esta premisa, como el BNG, Bildu o ERC. Es un eje presente incluso en su versión autonomista en Compromis, Más Madrid o Aragón Existe y ampliamente reconocido por la izquierda española.

Finalmente, pero no menos importante: un proyecto de país alternativo debe incluir una idea, un concepto, la textura de una España diferente. Creo que es tiempo de dibujar un nuevo gran mensaje que ofrecerle a las mayorías desencantadas que se quedaron en casa el 28M, tiempo de ofrecerles una España que de un salto adelante en bienestar, tiempo de ofrecerles una España del Buen Vivir que incorpore nuevos derechos arrebatados o pendientes desde hace largo tiempo: el derecho a un trabajo estable y digno -sobre el que se ha avanzado a pasos agigantados esta legislatura-, el derecho efectivo a una vivienda en la que desarrollar un proyecto vital, el derecho a la conciliación, el derecho a la movilidad como requisito de acceso a los servicios públicos, el derecho al tiempo libre o el derecho a la cultura.

 

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