Elena Cabrera
Periodista de por Causa
"En general, la prensa considera hoy que su función es ocuparse de un problema como el hambre en el mundo y hacer un comentario editorial, en vez de participar en el esfuerzo por remediarla", escribió Katharine Graham, la editora del Washington Post, en la segunda mitad de los años 90. Y añadió: "Supongo que, desde un punto de vista periodístico, tienen razón, pero es una pérdida para la sociedad".
Con la misma resignación con la que Graham ponía los principios periodísticos por delante de la lucha por la justicia social a finales del siglo pasado, los periodistas, hoy, seguimos haciendo nuestro trabajo.
Y aunque la máquina continúa, más o menos con la misma programación desde hace décadas, las dudas sobre la efectividad del periodismo crecen.
El cuerpecito inmóvil de un niño sirio, con su frente hundida sobre la arena de una playa turca, fue fotografiado a las seis de la mañana del 2 de septiembre de 2015 por una fotorreportera de una agencia turca de noticias. Unas horas después, la imagen se propagó masivamente y al día siguiente fue portada no solo de los periódicos turcos sino de los de medio mundo.
"Esta, para mí, es la imagen que va a quedar", profetizó David Jiménez, director de El Mundo en aquel momento, durante la reunión editorial de aquel día. Y así fue.
Entre el día 2 y el 5 de septiembre, las ediciones digitales de cuatro medios españoles (El País, El Mundo, eldiario.es y El Confidencial) publicaron un total de 242 piezas sobre el niño fallecido, Aylan Kurdi, o sobre su figura como símbolo de una historia colectiva. La periodista Susana Morais elaboró para la fundación porCausa un análisis sobre el tratamiento de esta noticia en esas cuatro cabeceras.
Hace algo más de un año, escuchamos el relato del padre de Aylan sobre cómo se le escaparon sus hijos de las manos durante el naufragio de la barca en la que pretendían llegar a Grecia. Nos contaron que la playa a la que le devolvió el mar era la Marbella de Turquía. Que la fotógrafa se quedó petrificada. Que el cuerpo del niño de tres años fue enterrado en Kobane, su ciudad natal.
Durante los días posteriores, los medios aportaron una inusitada abundancia de artículos, noticias y reportajes sobre la migración, en especial la de los sirios.
Según el estudio de Morais, los cuatro medios citados publicaron, durante esos cuatro días, 47 piezas sobre Aylan Kurdi. Pero, en realidad, dieron 128 piezas en los que Aylan era utilizado, usando el lenguaje periodístico, como gancho. Es decir, ahora que, lector, te tengo agarrado con este tema, te cuento esta otra cosa más amplia, más profunda, más compleja o, quizá, relacionada de algún modo.
Ninguna otra historia ha captado tanto la atención sobre la migración como lo hizo la de Aylan. Tras aquella conmoción, la opinión pública, de alguna manera, se inmunizó. Los responsables de medios digitales que conocen las cifras de tráfico de las noticias que producen sus redacciones lo saben. No ha habido otro Aylan.
Además de este niño, otras 2.600 personas murieron en el Mediterráneo en 2015. En 2016 (hasta el 11 de diciembre) los muertos se elevan a 4.742, según la Organización Internacional para las Migraciones. El impacto de este imparable conteo de miles de muertos es menor que la fotografía de un solo niño. Pero, igualmente, ni una cosa ni la otra produce ningún cambio significativo en la sociedad.
España es un país tolerante. Y lo es a pesar de los prejuicios instalados en nuestro imaginario, las barrabasadas de algunos trolls y la política migratoria vulneradora de los derechos humanos que aplica el Ministerio del Interior y las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Y esto no es una opinión. Es la conclusión que arroja una encuesta realizada por Metroscopia para porCausa el pasado mes de octubre.
El 84,8 % de la población española ve de manera positiva a los inmigrantes. Esa es la buena noticia. La mala es que los estereotipos están muy arraigados. Pero nada ni nadie maneja y transforma los estereotipos tan bien como lo hacen los medios de comunicación.
Dicen los sociólogos que han trabajado en este estudio que la opinión pública española es muy volátil cuando hablamos de inmigración. Es decir: entra profundamente en shock durante los cuatro días que el cuerpo frío de Aylan aparece en la televisión pero al quinto día ya está pensando en otra cosa.
Un año después, la Unión Europea pacta con Turquía la devolución de los "migrantes irregulares" que alcancen las costas europeas. Detrás de esta noticia hay mucha tela que cortar. Tres ejemplos: la pretensión de Turquía de formar parte de la Unión Europea, el chantaje con el que contesta Europa a este país utilizando a las personas que buscan refugio como moneda de cambio, o el patrón con el que la UE ha confeccionado su modelo migratorio, entre otros temas complejos pero importantes.
Ni retitulando este pacto como Acuerdo de la vergüenza se consigue un impacto en la opinión pública tan potente como el de la foto de la que hemos hablado, a pesar de la gravedad de esta noticia.
El estudio de Morais se fijó también en la cobertura informativa de la firma del acuerdo el 18 de marzo de 2016 en los mismos medios. Durante aquel día y los tres siguientes nos dice que se publicaron 126 informaciones. En seis de ellas, se refirieron a Aylan y lo relacionaron de cierta manera. Solo 32 artículos usaron el acuerdo como gancho para hablar en general del sistema migratorio.
Aunque el tratamiento informativo tanto del momento Aylan como del momento pacto fue interesante e incluso pedagógico en muchas ocasiones, el análisis señala que "sigue faltando el verdadero contrapunto al discurso que subraya los efectos negativos de la migración", el cual sería "el que señala clara y detalladamente las ventajas que pueden experimentar los países de destino". "Solo de forma muy puntual —añade— se pudo leer en el corpus [del estudio] un tipo de argumentación que aluda al interés propio en cuanto motivación legítima para posicionarse a favor de la acogida de migrantes".
La profesión periodística reflexiona en estos días sobre la anestesia social ante la cuestión migratoria. Si no hay drama, no hay atención. Pero incluso para el drama, la atención tiene un límite y se torna en aburrimiento. Los periodistas se preguntan qué nueva narrativa podemos inventar para explicar que no hay un nosotros y un ellos, que todos somos migrantes, que en el Mediterráneo nos ahogamos todos.
Es solo una idea, pero podría ser un buen momento para dejar de lado la resignación de la que hablaba Katharine Graham y proponer soluciones que nos beneficien a todos.
Comentarios
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