Las pasadas elecciones del 23 de julio evidenciaron la voluntad de los españoles de renovar el grito de "no pasaran" para detener el avance de la extrema derecha que en Europa resulta generalizado desde hace largo tiempo, y que entre nosotros dejó ver su peor cara en las elecciones locales y autonómicas del pasado 28 de mayo, al permitir al PP su salto desde los Parlamentos a los Gobiernos municipales y autonómicos gestionando las polÃticas de nuestro dÃa a dÃa. Bastaron escasas semanas para que la ciudadanÃa atisbara los enormes riesgos que acechaban nuestra convivencia pacÃfica y las bases sociales, económicas, culturales y polÃticas sobre las que se asienta. El pueblo reaccionó y volvió a las urnas con contundente determinación democrática para contestar los intentos de retroceso democrático.
Europa ha tomado buena nota del ejemplo español en su lucha contra el avance de la extrema derecha que amenaza las democracias contemporáneas, como lo muestran las conclusiones alcanzadas en el Foro parlamentario sobre "Estrategias contra la extrema derecha" organizado por la Fundación Friedrich Ebert en junio y octubre en Budapest y Estocolmo.
La estrategia de la extrema derecha se sostiene en amplias estructuras y redes internacionales, difundiendo con eficacia su mensaje, al tiempo que provocan ruidosas acciones locales para atraer la atención del público y de los medios de comunicación. Internet y las redes sociales desempeñan un papel importante en la expansión de una influencia amparada en la frustración con el sistema polÃtico y la erosión de la confianza ciudadana generada por la globalización y las numerosas convulsiones que la han acompañado durante los últimos años: crisis climática, crisis de seguridad (ataques terroristas), crisis financiera, crisis migratoria, crisis sanitaria (pandemia), crisis económica (inflación) y crisis energética. La extrema derecha busca capitalizar problemas reales con soluciones simplistas.
El populismo de la extrema derecha identifica todos los males en "las élites" que dan la espalda al "pueblo" identificando las élites con una "clase polÃtica" ajena a la voluntad del pueblo/nación. Identidad nacional, soberanÃa y herencia cultural pugnan con el liberalismo democrático y enarbolan polÃticas migratorias restrictivas, abogan por el proteccionismo estatal y cuestionan el multilateralismo internacional.
Los movimientos populistas de extrema derecha encuentran en el nacionalismo su esencia explotando las inseguridades y efectos negativos que han acompañado la globalización y defendiendo un programa explÃcitamente opuesto a la cooperación y la multiculturalidad: ¡la nación primero! El sistema vigente y el orden polÃtico establecido son los causantes de los males del pueblo, especialmente en cuanto refiere a la desintegración de la identidad cultural – espacio especialmente querido por la extrema derecha para provocar la división y el desencuentro -.
La extrema derecha reivindica la "normalidad" para oponerse a cualquier cambio que perciban como una amenaza para los valores tradicionales (polÃticas LGTBI frente a la familia tradicional), las normas culturales (el patriarcado frente a la igualdad real y efectiva entre géneros o la lucha contra la violencia de genero) o las estructuras sociales. Cualquier cambio se presenta como un intento de restringir el modo de vida tradicional anterior y atacar las libertades.
La extrema derecha enarbola temas que suscitan debates acalorados y polarizantes para alcanzar su máximo impacto y, de esta manera, cuando se comienza a tomar posiciones, la extrema derecha habrá tenido éxito llevando sus ideas al debate principal. Resulta muy difÃcil discutir estos temas de forma constructiva, precisa, rigurosa y basada en hechos. Ante el aprovechamiento de la frustración y la ira amplificada por la extrema derecha, pretender combatirla en el terreno "identitario/cultural" resulta baladà por tratarse de territorios emocionales y polarizados en los que los demócratas tendremos siempre enormes dificultades para vencer a través de una argumentación fáctica. No obstante, frente a la mentira y el odio, la última trinchera de los demócratas será argumentar la verdad sobre la incontestable realidad.
Los instrumentos retóricos de la extrema derecha buscan cambiar el ecosistema polÃtico. La extrema derecha está bien equipada para el debate populista pero su impacto se reduce cuando el debate se reconduce a las condiciones materiales y de clase de las personas, de los trabajadores, cuando se profundiza en los derechos.
La reivindicación del "cordón sanitario" resulta irrenunciable para crear una barrera entre los partidos democráticos y la extrema derecha de forma que los partidos democráticos ni acuerden ni pacten con los partidos de extrema derecha porque ello ayuda a normalizarlos y les da un escenario para exhibir sus posiciones. Pero no parece muy viable abogar por coaliciones polÃticas con todos los partidos democráticos para luchar contra la amenaza de la extrema derecha por la dificultad para sostener dichos acuerdos por parte de los partidos conservadores cuando se les ofrece la posibilidad de pactos con la extrema derecha.
Descubrir y desenmascarar las finanzas y las redes de la extrema derecha para mejor conocer su vasto sistema de apoyo, denunciar su turbiedad y contrarrestar su influencia. He aquà una de las claves de este combarte por la supervivencia de la democracia. El restablecimiento de la confianza en la democracia y las instituciones democráticas es una tarea ineludible. Hay que hacer más atractiva la democracia. Los partidos deben crear estructuras que permitan la participación y posibiliten un debate abierto.
Los jóvenes son otra clave por cuanto su alejamiento de la polÃtica trae causa tanto de su frustración con la polÃtica partidista tradicional como de su inmersión en los nuevos cauces tecnológicos de información y comunicación. Frente a ello la polÃtica debe encontrar la manera de recuperar con ellos un efectivo diálogo a través de estos nuevos espacios comunicativos sustentándolo en propuestas polÃticas que acometan sus preocupaciones e intereses.
La superioridad axiológica de la democracia frente a sus enemigos no debe llevarnos a pensar que los esfuerzos por combatir a la extrema derecha son baldÃos e innecesarios. La historia nos ha ofrecido sobrados ejemplos de lo contrario.
Comentarios
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