Otras miradas

Sigue la pista del dinero

Alejandra Jacinto

Abogada Centro de Asesoría y Estudios Sociales (CAES)

Freepik.
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Una de las claves para descubrir el caso Watergate fue "seguir la pista del dinero", con la que Garganta Profunda encarriló a Woodward.  Han pasado algunos años, pero, sin embargo, esa célebre frase tiene plena vigencia y bien podría servirnos hoy de máxima para destapar los casos de presunta corrupción vinculados al exministro Ábalos, el famoso "caso Koldo", o para seguir investigando el hecho de que el hermano de la presidenta del Gobierno de la Comunidad de Madrid, Tomás Díaz Ayuso, se llevase una comisión de casi 300.000€ por importar material sanitario durante la pandemia. 

Seguir la pista del dinero nos lleva siempre al inmobiliario, no falla. El corrupto y sus secuaces meten el dinero en ladrillo: pisos, chalets, suelos o participaciones en un fondo especulativo, dependiendo del grado de sofisticación. En estos días vivimos una especie de remake de los mejores años de la corrupción bipartidista porque la cultura del pelotazo –comisión, dinero público, especulación– nunca se fue. 

El "caso Koldo" salta a la luz pública al comprobarse un aumento desorbitado de su patrimonio en forma de inversión inmobiliaria: dos apartamentos en Benidorm y una casa con dos parcelas rústicas en su comarca. Los comisionistas Medina y Luceño, amigos del primo del alcalde de Madrid, dieron el gran pelotazo "tangando" dinero público al consistorio de la capital por la venta de material sanitario y levantaron sospechas por su ostentación repentina: una casa, coches de lujo y un yate.  

Conocíamos esta semana que Priviet Sportive, la empresa pantalla que utilizó el hermano de la presidenta Ayuso para hacer negocios con la Comunidad de Madrid y que pertenece a un amigo del pueblo de Isabel Díaz Ayuso, habría adquirido, justo después de que se archivase la investigación en la Fiscalía Anticorrupción -¡qué casualidad!- un chalet de lujo con piscina en Pozuelo de Alarcón. Hablamos de una empresa que no se dedicaba al sector sanitario y a la que le bastó con poner "en copia oculta" en algunos emails el correo de Tomás Díaz Ayuso para que la Comunidad de Madrid le encargase importar material sanitario pasando a aumentar sus beneficios un 25% más y su patrimonio inmovilizado material en casi 2 millones de euros -chaletazo de 1,8 millones de euros-.  


Visto lo visto, no es aventurado afirmar que hay un patrón común en los diferentes casos de corrupción que van saliendo a la palestra. Si empiezas a tirar del hilo del patrimonio inmobiliario y levantas la alfombra, aparecen negocios de dudosa legalidad, asociados a la extracción de dinero público a través de "contactos privilegiados". Lo resumió bien el defenestrado Pablo Casado en aquel tweet "más allá de que sea ilegal, la cuestión es si es entendible que el 1 de abril de 2020, cuando morían en España 700 personas, se pueden contratar con tu hermana y recibir 300.000 euros por vender mascarillas".  

No obstante, los tiempos cambian y el pelotazo se disfraza mejor. Ya no encontrarán inmuebles excesivos en las declaraciones de bienes de los altos cargos, que incluso a veces parecen más cercanas a la vulnerabilidad que a llevar décadas con nóminas de más de 60.000 € al año, para sonrojo de todos. Hoy la pista es más difícil de seguir y habrá que recurrir a sociedades pantalla, testaferros, sociedades de inversión, familiares cercanos, etc., para escudriñar el flujo de comisiones que maneja el capitalismo de amiguetes que realmente opera en nuestro país. 

En todo caso y a estas alturas, no parece que la cuestión de que "la charca rebose de ranas", como diría Esperanza Aguirre, sea una cuestión de casos aislados o manzanas podridas, si no más bien de racimo de uvas, en el qué si tiras de una aparecen multitud, ya sea en el PP ya sea en el PSOE. Porque esa es y sigue siendo seña de identidad del bipartidismo. La cultura del pelotazo nunca muere, sólo se transforma. A las pruebas me remito.


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