Hace días dije por Twitter que fui una de las periodistas que recibió la visita de un votante de Vox en la Feria del Libro de Madrid, donde yo firmaba. Antes quiero decir algo que llevo tiempo queriendo matizar, porque al final todo enlaza. Hablamos de la máquina del fango. Ese concepto para definir la maquinaria de instituciones y medios aliados con el mensaje de la extrema derecha, en contra de derechos y de un partidos y gobiernos democráticos salidos de las urnas, con causas judiciales luego archivadas. Ahora vemos que Alvise llega a Europa y se debate cómo se ha llegado hasta aquí.
Quienes no desde ahora, sino desde hace años, hemos estado en esta línea editorial, escribiendo de derechos humanos, de política y democracia, sin cargos y sin órdenes al mando, cuando aún no había ni partidos de alternativa a la izquierda más allá del PSOE... sabíamos que esto ocurriría. Sobre todo, quienes trabajamos en política con visión feminista, quienes hemos estado en primera línea con amenazas de la ultraderecha, con campañas en redes y platós contra el feminismo patrocinadas por asociaciones machistas. Esto estaba incluso antes del 15M, pero afectaba a las feministas o a las víctimas del machismo. Algo secundario. Una noticia de sucesos o la polémica del debate del día.
Recordemos qué pasó cuando se acusó al 8M de expandir la covid y se permitió judicializar el tema y montar un caso con noticias falsas... ¿Quiénes estaban detrás?
Y todo eso acompañado del señalamiento a la prensa feminista. Que nos pase a las periodistas, en fin... Lo peor es cuando esa máquina del fango ha caído y cae sobre las víctimas. Cuando han denunciado públicamente y las han insultado, menospreciado e incomprendido en los medios; cuando han sido grabadas entrando a juzgados con carteles de "Stop feminazis" detrás, han soportado asociaciones machistas o sus representantes queriendo entrar en sus causas....
También estuvo esa máquina cuando las víctimas eran anónimas, tachadas de madres locas con un SAP que las apartaba de sus hijos. Son las que se han enfrentado a sus ex parejas violentas y creciditas después de ser instruidas por asociaciones machistas que tergiversan la verdad, junto con medios donde se escuchan esas mentiras. Son ellas las que han soportado las sentencias donde han sido humilladas y no protegidas, las que han visto libre a su agresor cuando la ley permitía otras opciones, las que han leído en redes comentarios machistas de sus jueces o las que fueron insultadas por el juez antes de una sesión. Son las primeras que han recibido sobre sus vidas los efectos de esa máquina, del machismo y, además, de una alianza ultraderechista que se infiltra en sus causas, en noticias, en redes, por donde pueden.
Y lo sabemos también por agentes jurídicos decentes y honrados que han denunciado sin corporativismo que esto ocurría dentro de la justicia. Lo sabíamos desde hace mucho, pero eran casos de mujeres, siempre desvaloradas ante una prensa que cree que estas informaciones son de sociedad y no de política. En fin, todo este tiempo lo hemos advertido, insisto.
En otro plano, he denunciado, como otras, cuando nos han enviado fotos de pistolas, guillotinas cayendo, insultos, deseos de ser violadas o, en mi caso personal, ser quemada en la puerta de mi universidad. Y nunca ha pasado nada, porque éramos las mujeres, las periodistas miradas de reojo y por encima del hombro, porque nuestros temas no eran "política" ni tan graves.
Y así hemos seguido, temiendo, aparentando que no pasa nada, y porque además nos dicen que no les demos propaganda. Por eso, como me decía una compañera, cuando yo he compartido mi caso tampoco ha pasado gran cosa. Cuando dije que el sábado 8 me visitó un votante de Vox a un stand mientras llovía y había acabado mi firma, cuando solo estaba mi agente y la dependienta del stand, cuando seguridad se había ya marchado... apareció él para buscarme, para culparme de todo, para gritar dictadura y para, cuando escapaba yo del stand, cortarme el paso en la puerta de salida. El viernes supe de dos compañeros periodistas que, lamentablemente, tuvieron amenazas. Me alegra sus apoyos públicos.
En mis mensajes de respuesta hay muchos que cuestionan mi versión. Claro, soy feminista. Y entre sus comentarios de apoyo y los míos, como dice una amiga, hay más diferencias. Menos revuelo, sí, pero también lo esperaba porque en este tiempo junto a la ultraderecha hemos tenido supuestos compañeros y compañeras de izquierdas que, en lugar de hablar de nuestras diferencias en privado, también han activado señalamientos y campañas deshumanizadoras sobre nosotras. Colocando etiquetas sin escucharnos y presuponiendo.
Hay otra diferencia y es que, al menos en mi caso, no solo llegan a insultar en calidad de votante de Vox o ultra. Vienen con un añadido, con un odio extra, porque te dicen que tú has provocado con tus artículos o mensajes en la tele que su mujer lo dejara, que ella lo denunciara, que no vea a su hija. Y ahí lo político se mezcla con el odio personal.
Sí, llegan crecidos a la Feria del libro de Madrid porque la máquina del fango lleva años activa. Y tuvieron un campamento base de entrenamiento perfecto con las mujeres y feministas. Y la máquina seguirá funcionando porque de una cosa están felices. Felices de los medios que nos quitan espacios informativos que conquistamos como periodistas para denunciar y concienciar. Felices de los medios que nos dieron la espalda y de los "nuestros" y "nuestras" que nos han tratado con desprecio o nos apuñalaron por detrás. Por eso no dije nada de lo ocurrido en Retiro. Ni el día 8 ni los días posteriores. Porque quienes no recibimos respaldo corporativo, ni de grandes nombres, ni de partidos, quienes trabajamos desde la más absoluta independencia, sabemos que las periodistas feministas estamos solas.
Comentarios
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