"No sé cuánto tiempo más viviré, así que quiero que este sea mi testamento antes de morir. No voy a abandonar mi casa pase lo que pase. Lo que más lamento es no haber besado a ese chico. Murió hace dos días. Nos habíamos dicho cuánto nos gustábamos, pero fui demasiado vergonzoso para besarle por última vez. Murió en los bombardeos. Creo que gran parte de mí murió con él. Y pronto yo también estaré muerto. Younus, te besaré en el cielo."
Estas son posiblemente las palabras más tristes que he leído jamás. La historia queer más difícil de digerir que he encontrado desde que salí del armario. Es un texto escrito por un palestino anónimo en la plataforma QueeringTheMap, una iniciativa en la que personas LGBTI pueden compartir sus vivencias y geolocalizarlas. Esta historia está ubicada en Gaza, en una ciudad al noreste de la Franja llamada Bait Hanun, actualmente arrasada por el ejército israelí. Es muy probable que su autor lleve meses muerto.
Mientras escribo estas líneas, continúan los bombardeos aéreos, terrestres y marítimos en toda la franja de Gaza. Younus y su amante son solo dos nombres de entre las 37.124 personas que han sido asesinadas por el terrorismo sionista israelí, según cifras oficiales de Naciones Unidas. A estas cifras se suman 84.712 personas heridas que se recuperan en condiciones lamentables, sin acceso a medicamentos por el bloqueo al que les somete Israel. Los que huyeron, aproximadamente 1.7 millones de personas, no encuentran un destino mejor: los llevaron a refugios en Rafah, de donde los obligaron a huir nuevamente. La UNRWA denuncia en su página web que "la operación militar israelí en curso en Rafah está afectando directamente la capacidad de las agencias de ayuda para llevar suministros humanitarios críticos a Gaza".
Y, pese a todo, en este artículo yo quería hablar del Orgullo LGBTI. Como cada mes de junio, nuestras ciudades se llenan de actividades, manifestaciones y fiestas, y, por supuesto, de empresas y Estados queriendo lavar sus vergüenzas envolviéndolas en la colorida bandera del colectivo LGBTI. Cada año toca tener la conversación sobre el pinkwashing y sobre por qué permitimos que empresas como Amazon o Vueling tengan carrozas en desfiles en nombre del colectivo LGBTI mientras nos joden la vida en nuestro día a día con trabajos precarios u organizan vuelos de deportación de personas migrantes. Este lavado de cara rosa, que tiene como única intención mostrarse al mundo como tolerante, abierta, moderna y progresista, ha sido practicado intensamente por el Estado y el ejército israelí que mató a Younus y a su amante anónimo.
La bandera arco iris es uno de los símbolos que Israel muestra con orgullo para situarse en una posición moral y de protección de los derechos humanos superior a la de sus vecinos árabes. Paco Vidarte decía con mucha razón hace ahora 20 años en su libro Ética marica que "conocemos por propia experiencia que los derechos humanos son un instrumento político de opresión. Hemos aprendido que cuando nos va bien es porque le conviene a alguien que no somos nosotras y saca un rédito político del tenernos más o menos contentas". En este caso, si a nosotras nos va "bien" es porque hay cadáveres palestinos asesinados bajo la defensa de los "derechos humanos" que hace Israel. Es lo que se conoce como homonacionalismo, término que Jasbir K. Puar define como el "conjunto de procesos a través de los cuales ciertos poderes se alinean con las reivindicaciones del colectivo LGBTI con la finalidad de justificar posiciones racistas y xenófobas" y, en este caso añado, genocidas.
Creo que no hay mayor ejemplo de esto que explica Puar que un tuit en el que se ve a un soldado israelí rodeado de escombros en Gaza sosteniendo una bandera LGBTI en la que ponía "in the name of love". Obviando el oxímoron que supone matar "en nombre del amor", esta foto es esperpéntica no solo por la celebración de la guerra y la muerte. Lo es desde una perspectiva LGBTI porque Israel está gobernada por la extrema derecha. Lo es porque ese soldado LGBTI que sujeta la bandera no podría casarse en su país, que no reconoce el matrimonio igualitario, al ser un país profundamente teocrático. Lo es porque su país no tiene leyes de protección de la diversidad sexual y de género. Lo es, también, porque su país lleva al menos 10 años sometiendo a chantajes y extorsiones a personas LGBTI palestinas que viven en Israel y a las que amenazan para conseguir convertirlas en informantes y colaboradores del ejército sionista.
Y, sin embargo, ante este panorama hay quien en redes recuerda la precaria situación de los derechos LGBTI en Palestina y en otros países del mundo árabe y pregunta cómo es posible que las personas LGBTI estemos defendiendo a un país o a una sociedad LGBTI-fóbica. Habría que recordarles a todos ellos que la solidaridad no exige contrapartidas, que antes que queer somos humanos y no deseamos la muerte de nadie y que nuestros derechos no son moneda de cambio para justificar un genocidio.
Llevo muchos años implicado en la organización de manifestaciones, actos y fiestas del Orgullo LGBTI en diversas ciudades y siempre he defendido que el colectivo LGBTI se debía mover por causas más allá de la identidad, ya que no somos un proyecto individualista, sino uno colectivo. En lugar de encerrarnos en nuestras siglas e identidades, debemos unirnos no por lo que somos, sino por el mundo que queremos construir. Un mundo sin racismo, sin patriarcado, sin la explotación del hombre por el hombre, con derechos y con respeto por nuestro planeta. En este sentido, llevamos un buen historial de momentos en los que supimos plantarnos durante el Orgullo. Primero lo hicimos recibiendo los pactos LGBTI-fóbicos de Ciudadanos, PP y VOX con protestas y boicots. Después, planteando en plena pandemia debates en los que el colectivo LGBTI debía estar presente, como el de la Renta Básica Universal o el de la regularización urgente de todas las personas migradas que viven en nuestro país. O, más recientemente, confrontando los coqueteos del Partido Socialista con los discursos transexcluyentes. Ahora toca una vez más que nuestro Orgullo se mueva por causas que se escapan de nuestras propias siglas. Hagámoslo ahora ante el genocidio, la vergüenza y la muerte.
Existe un viejo debate semántico, que arrastramos desde hace 50 años, sobre si llamar al 28 de junio día del Orgullo LGBTI o día por la liberación sexual y de género. En realidad, se trata de un debate resuelto hace años por una de las madres del movimiento, la militante trans y trabajadora sexual Marsha P. Johnson. Marsha, en una de sus más célebres citas, dice que "no habrá orgullo para algunas de nosotras sin liberación para todas nosotras". Es precisamente por esto por lo que este año no puede haber Orgullo posible mientras caen bombas en una Palestina ocupada. Mientras hermanos y hermanas queer palestinos son asesinados por el ejército israelí. Mientras se nos usa para justificar el asesinato de Younus y su amante. Este año no se podrá llevar una bandera arco iris a las manifestaciones del Orgullo sin una enorme bandera palestina al lado.
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