Me saltó un tuit de Ricardo Moya con la frase "somos violadores en potencia", junto a una entrevista con Júlia Salander. Reflexionaban si esa frase estigmatiza a los hombres y genera rechazo. Indicaba además que le gustaba estas conversaciones desde el "análisis" y no desde la "emocionalidad" y "la necesidad de tener la razón".
Retengan esto y vamos a otro hecho. En el mismo día, el tiktoker Kappah denunciaba los comentarios pederastas de adultos en un vídeo de la actriz Luna Fulgencio, de 13 años. Frases como "a la fuerza si no quiere", "imaginen las posibilidades" o preguntar si "ya la han 'estrenado'". Por fortuna, a él se sumaron otros hombres y también el youtuber DJMario, quien apuntaba: "chavales, algunos estáis a tiempo de no ser una absoluta basura de personas". A lo que algunos respondían decepcionados. Quizás no es casual que, no en potencia sino en acto, todos los comentarios sexuales a una niña de 13 años eran de hombres. Y no, no es cuestión de biología.
Quien se sienta sensible a "somos violadores en potencia", debe repasar a Aristóteles, y la diferencia entre "potencia" y "acto". Por ejemplo, una semilla es en potencia un árbol, y cuando en acto es árbol, en potencia puede ser o un mueble o madera para quemar o papel. Un huevo puede ser en potencia un futuro polluelo o una tortilla. Que algo sea en potencia no significa que se cumpla, depende de un factor exterior, un cambio. Por eso no todas las maderas acaban en mueble ni todos los huevos acaban en tortillas con patatas.
Y eso es a lo que nos referimos, no es muy complicado y no lo inventamos. Cogemos las estadísticas oficiales donde más del 90% de los agresores sexuales son hombres. Y, en potencia, todas podemos ser víctimas, dado que el 90% de las violadas son mujeres. Es decir, en potencia, tenemos muchas posibilidades de que cada persona tenga ese papel. No por azar, sino porque detrás hay una estructura cultural sobre la violación.
Insisto, es estadística. Durante siglos, hemos sido nosotras las estigmatizadas con generalizaciones como que las mujeres están locas (más después de ser violadas o agredidas). Todo ello, sin aval científico. El feminismo poca vez habla desde la "emocionalidad", sino desde el análisis. Por otro lado, encima de violarnos o maltratarnos, a ver si no podemos expresar nuestra rabia a lo injusto. No hablamos desde la necesidad de tener siempre razón, sino el tiempo es el que nos ha dado la razón.
Sin ánimo de confrontar ni de personalizar en Moya, sino en esta reflexión tan habitual en charlas, dejo una pregunta al aire. Leyendo las respuestas al tuit de "somos violadores en potencia", ¿por qué había hombres que se sentían ofendidos con el titular pero otros hombres no se sentían en absoluto dañados, ni estigmatizados, ni violentos con esa reflexión? Los hombres que además son padres de hijas lo pillan rápido. ¿Por qué, por ejemplo, no se sienten ofendidos con la DGT y titulares como que los hombres tienen más accidentes de tráfico y no se sienten estigmatizados como "torpes", sino que lo asumen como un mensaje para reflexionar, cambiar conductas y prevenir? Supongo que por que la vida les va en ello. Pero resulta que, en las violaciones, es nuestra vida la que está en juego.
Supongo que reflexionar sobre sí mismo, cuestionarse, es duro. Bienvenidos al mundo adulto. Esto también lo sufrimos nosotras con el feminismo. Porque nos educan en el machismo, en la obligación de callar, de prevenir, de soportar una agresión para salir con vida... A nosotras el feminismo también nos sacude y nos hace preguntas muy incómodas que afrontamos con madurez, sin infantilismos, con crítica y aprendizaje. Por eso tantos Estados recelan del feminismo. Aquí debatimos sobre esto mientras a las mujeres de Afganistán las mandan callar en público, por decisión de hombres. No siempre fue así, antes otros apoyaron la liberación de las mujeres. Siempre se dan pasos hacia atrás cuando el fundamentalismo, la falta de autocrítica y el victimismo sin base se dan la mano. Cada uno pone su grano de arena.
"Todo lo que ha sido escrito sobre las mujeres por los hombres debe ser puesto en cuestión, pues ellos son juez y parte". ¿Esta frase ofende? ¿Qué feminista la diría? Ninguna. Es de un hombre, François Poullain de La Barre, en pleno siglo XVII. Quizás hay que ver qué hombres seleccionamos para informarnos o leer más la raíz del feminismo para ver que en 2024 se puede ser menos revolucionario que hace cuatro siglos.
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