Dominique Pélicot, el agresor francés que drogaba a su esposa para que más de cincuenta hombres la violaran, confesó a una psicóloga que la culpa de todo es de su mujer. Que como ella no accedía a sus fantasías sexuales y a hacer intercambio de parejas, la drogó. Fue su venganza por no obedecer. Y que si ella no hubiese respondido así y no se hubiese descubierto todo, seguirían felices. Claro, según él, porque su felicidad era ver cómo tenía el poder sobre ella, sobre su cuerpo, y cómo la convertía en una muñeca donde otros tíos la penetraban mientras él disfrutaba. Para él, no era una persona, sino un objeto. Antes de que nadie diga nada. La psicóloga que ha ido a juicio ya ha indicado que él no tiene problemas mentales ni patologías mentales que le impidan discernir lo bueno de lo malo. Y que no muestra arrepentimiento.
Dicen que es un egocéntrico, un narcisista... pero así solo actuaba con mujeres, claro. Por lo tanto, era un machista. De esos que piensan que ella es de su propiedad al punto de hacer con ella una muñeca de trapo a su antojo, un trozo de carne con el que su ego y narcisismo se refuerza. Pero hay más, su hija y nuera también han sido víctimas. De nuevo, mujeres. Toda la cultura que deshumaniza a las mujeres, que llevamos años advirtiendo, no es casualidad. Y ojo con los nietos también, donde la investigación también apunta a que fueron drogados y abusados. A él se suman los 51 hombres que violaron a su esposa. Algunos tienen antecedentes de violencia de género... menuda sorpresa. Lo que nos queda claro es que a todos les pone el porno y alguno incluso serían puteros, buenas escuelas para deshumanizar a las mujeres.
Estos días no ha dejado de decirse que este tipo es un "monstruo". Justo en la misma semana en que Carles Tamayo ha estrenado "Cómo cazar a un monstruo". Quizás incluso lo han visto. La historia de un pederasta que llama a Tamayo. Condenado a 24 años de prisión quería que un documental demostrar su inocencia, pero el tipo seguía en la calle. Lo terrorífico es cómo la sociedad, la burocracia, policía y justicia tejen una red de impunidad y pasotismo frente a agresores que aún condenados siguen en la calle para poder seguir delinquiendo. Y ojo, no es por crear alerta y ya hablaremos de esto otro día, pero Fiscalía acaba de decir que defender a niños, niñas y adolescentes frente a los depredadores de las redes es un objetivo "casi imposible".
Lo que ocurre es que les hago aquí un poco de spoiler porque el monstruo no es un monstruo: es un hombre. Un hombre normal y corriente, bien visto por la sociedad, como el marido de Pélicot que era gran esposo, padre y abuelo. Igual que el panadero, bomberos, enfermeros... y hombres normales, de trayectoria intachable, con fotografías familiares cariñosas en sus hogares pero que participaron en la violación de Giséle. Alguno incluso sería uno de esos que ante casos machistas o apoyaban a víctimas para disimular o bien saldrían con el #NotAllMen, porque ellos nunca eran esos. Eran otros.
Desde el feminismo llevamos años hablando de lo que Tamayo muestra en su documental, pero los ataques han sido feroces, culpando a las mujeres de que si la justicia no les ha dado la razón y sus agresores están libres, por algo sería. Que esas mujeres convierten ante los ojos de la sociedad a hombres ejemplares en monstruos. Pero no, monstruos no son. Son hombres pederastas o machistas haciendo actos monstruosos, pero que sobreviven camuflados en una sociedad machista que respalda, a veces, solo con la inacción, con no hacer nada.
Y estos que tienen la piel muy fina dirán... ya están las feministas estas con que no son locos y son hombres normales. Pues sí, porque el gran defecto es no escuchar a las víctimas. Recuerdo a finales de 2023, en Italia, el caso Turetta, un tipo que mató a su novia de 22 años que acaba de terminar su carrera. La hermana de la víctima decía: "A menudo se define a Turetta como un monstruo, pero monstruo no es. Un monstruo es una excepción, una persona ajena a la sociedad, de la que no debe responsabilizarse. En cambio, esa responsabilidad existe. Los monstruos no son enfermos, son hijos sanos del patriarcado, de la cultura de la violación".
Ojalá cuando hablamos nosotras nos considerasen con el mismo criterio que el documental de Tamayo. El verdadero true crimen no es tanto hacer un relato de ellos o buscar traumas para justificarlos. El verdadero pánico está en cómo ampara el propio sistema. Por eso, lo seguiremos diciendo. No son ni monstruos, ni extraterrestres. Son hombres normales. Y negarán arrepentirse y se declararán inocentes, como Pélicot o como el pederasta le decía a Tamayo. Porque han sido educados en la violación y el patriarcado que siempre les dijo que tenían razón y que matar, abusar o violar no era tan grave, si ellas lo merecían. Y eso, y solo eso, es lo monstruoso.
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