"Soy un violador, como todos los demás acusados, que lo sabían todo". Eso ha dicho Dominique Pelicot, el esposo juzgado en Francia por drogar a su mujer para ser violada por otros hombres, más de cincuenta. Su línea de defensa está clara. Como no tiene escapatoria, ahora reconoce ser un violador. Donde antes, con la psicóloga, culpaba a la mujer; ahora, en juicio, le pide perdón. Y tanto él, como otros de los violadores cómplices, intentan justificar su comportamiento por traumas infantiles de violencia sexual. Realmente un porcentaje pequeño de violadores sexuales se comportan así por este motivo, pero creo que no hay mejor reflexión que la de Gisèle Pelicot, la víctima de este caso, cuando sostuvo: "Todos hemos tenido traumas en nuestra infancia, yo misma los he sufrido y no por eso me he convertido en una criminal. Después, tomamos nuestras propias decisiones".
En esa toma de decisiones tienen mucho que ver, cómo no, el cómo queremos evitar que nadie pase por lo mismo que se ha vivido. Y, entre otras cuestiones, depende de la cultura que recibimos. Que existe la cultura de la violación es incuestionable, reconocida hasta por Naciones Unidas. Y que en esa cultura de la violación tiene un componente la pornografía, a estas alturas, no es un descubrimiento. Hasta el actor porno Nacho Vidal manifestó que tomó conciencia del porno violento actual y sus consecuencias cuando un chico le confesó que le hacía a su novia burradas que veía en el porno. Y sí, puede haber otras variables que lleven a una violación, pero estaremos de acuerdo en que en estos casos el porno no resta sino que suma y refuerza esa cultura.
La propia Fiscalía advirtió ya el año pasado del alarmante aumento del 116% de agresiones sexuales cometidas por menores, que reconocen acceder desde los 9 años a estos vídeos. Creen que la violencia forma parte de sexo como algo normal, porque además lo más visto en el porno no es erotismo, sino violencia, y esa violencia se ha erotizado y vendido como "fantasía sexual". Agresores condenados o en terapia han confesado la influencia del porno en sus delitos y que no veían nada grave en lo que hacían. Imputados en el caso Pelicot también lo reconocen, algunos con antecedentes por violencia machista y pornografía infantil. Todos reunidos en un chat que cerró en Francia por pornografía infantil y prácticas ilícitas. Tampoco es casual que Pelicot grabara todas las violaciones de su mujer en vídeo, como hazaña y disfrute audiovisual posterior, su propia peli porno. Y en el ordenador de Dominique Pelicot se encontraron numerosas búsquedas de "porno dormido".
El caso es que una corriente insiste en que no se relacione el caso Pelicot y la pornografía. Por supuesto, la gran parte de hombres machistas aplauden aquí. Fuera de la demagogia, los hechos son los que son. Lo que es indudable es que les excitaba la idea de penetrar un cuerpo drogado. Y que si todos hablaban y se reunían, ascos al porno no le hacía ninguno. Quizás no es tan casual que nada más saltar el caso, las principales plataformas porno borrasen vídeos con el concepto "mujer dormida" o "mujer drogada".
Quienes dicen que no hablemos de porno porque los menores también ven Superman y no les influye para lanzarse a volar, quizás sea porque todos sabemos que no tenemos alas ni capas voladoras, pero ellos saben que lo que sale en la imagen del porno es lo que tienen entre las piernas. Y que las relaciones sexuales sí forman parte de la vida de las personas, no son algo extraordinario ni un poder sobrenatural. Forman parte de la cultura y de la educación.
Siete de cada diez hombres respondieron positivamente a la sugerencia de violación de Pelicot. Se sintieron protagonistas de una peli porno. En diez años, nadie ha considerado oportuno denunciarlo a la policía. Porque lo vieron mil veces antes en vídeos, y eso era lo normal. El Consejo Superior para la Igualdad entre Mujeres y Hombres publicó un importante artículo que desveló que el 90% de los contenidos pornográficos son violentos.
Podemos ponernos una venda en los ojos y pensar que es muy moderno no cuestionar este porno, pero los resultados son los que son. Los propios imputados del caso Pelicot hablan del porno, pero ahora resulta que no, que no asociemos el caso con el porno. Que ahora resulta que los violadores ven dibujos animados, por supuesto. Que no, que no hablemos de Pelicot y sus violadores con el porno, para que así otros puedan seguir viendo violencia en esos vídeos para aprender cómo violar a otras. Para que así el aumento de violaciones entre menores siga aumentando, ante la falta de educación sexual. Para que así nada se hable ni se agite, que la industria siga, que las consecuencias ya las pagamos nosotras. Para que así nadie llame ante un delito. Para que ellas se queden calladas. Para que ellos ante una violación digan que es lo normal.
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