El próximo 13 de octubre tendrá lugar en Madrid una gran movilización por el derecho a la vivienda y por el fin de la especulación. Una manifestación que se prevé histórica y que sigue la senda de movilizaciones que comenzaron al inicio del verano en las capitales más azotadas por la turistificación y la mercantilización de la vivienda, Málaga, Ibiza, Alicante, Palma, Barcelona, Tenerife, Torrelevega, son solo algunos de los lugares donde sus habitantes han dicho basta.
Pero ¿exactamente a qué estamos diciendo basta? Sobran los motivos, pero intentaré enunciar algunos de ellos.
Estamos diciendo basta a un modelo rentista depredador que ha convertido la vivienda en un bien de lujo al que, salvo que tengas muchos ceros en tu cuenta de ahorros, no puedes acceder.
Estamos diciendo basta a esa idea insostenible de que la vivienda sea un bien de inversión cuando se trata de un bien de primera necesidad. El derecho que inexorablemente te da acceso al resto de derechos.
Estamos diciendo basta al fraude constitucional que establece, por un lado, la obligación de los poderes públicos de desarrollar y garantizar el derecho a la vivienda y la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos y por otro, la posibilidad de que se produzca un incumplimiento sistemático del artículo 47 de la Constitución sin que pase nada. Algo así como una obligación de actuar y a su vez una garantía para la inacción de la Administración.
Estamos diciendo basta a la principal brecha de desigualdad en este país, entre propietarios-rentistas que superan, de media, en 20.000 euros anuales los ingresos de los inquilinos. Es decir, estamos diciendo basta a un modelo extractivista que desvía las rentas del trabajo de cualquier trabajador al enriquecimiento improductivo de cualquier especulador.
Estamos diciendo basta a un falso relato que dice que el problema es de oferta y que si se construye más vivienda bajarán los precios, cuando en la época de Aznar se construyeron en este país más viviendas que en Francia y Alemania juntas y el resultado fue el estallido inmobiliario y miles de ejecuciones hipotecarias. Como si no fuera un problema de expectativas especulativas.
Estamos diciendo basta a la hipocresía del Partido Popular, que es capaz de alegar que la falta de acceso a la vivienda influye en la salud mental o denunciar que los precios no dejan de subir cuando a su vez son los principales garantes de que eso suceda. Pero también estamos diciendo basta a la hipocresía del Partido Socialista que hizo una ley dejando los suficientes agujeros para que la especulación pudiera colarse por ella y seguir reproduciéndose. No en vano los anuncios de alquileres de temporada han aumentado un 30% en las principales capitales del país mientras la Ministra de Vivienda dice que paciencia, que a final de año, hará algo y a nosotros, claro, nos toca confiar en que funcione. Nótese la ironía.
Estamos diciendo basta a la excusa de la aritmética parlamentaria que le viene de perlas al Partido Socialista para seguir sin hacer nada.
Estamos diciendo basta a una ley que como dice el Sindicato de Inquilinas "los caseros esquivan, las autonomías ignoran y las inmobiliarias se saltan". Porque todos tenemos en nuestro barrio una de esas inmobiliarias piratas que dan consejos para sortear la ley cuando no cometen el abuso directamente. O todos hemos oído de ese casting en el que era evidente que no iban a seleccionar a la madre migrante.
Estamos diciendo basta a la proliferación de pisos turísticos ilegales que gozan de la impunidad necesaria para perpetuarse. Pero también a un modelo turístico insostenible que desplaza la panadería del barrio por un guarda maletas. Y a esa mirada clasista que solo parece preocuparle donde dormirá quien les sirve el espeto.
Estamos diciendo basta a organizaciones criminales como Desokupa que ya tienen hasta franquicias e imitadores y que son alimentadas por programas de televisión en prime time cuyo único objeto es enfrentar al penúltimo contra el último. Pero también a esos anuncios de alarmas de seguridad y seguros antiokupas que viven de asustar a nuestra vecina del quinto.
Estamos diciendo basta a que haya casi cuatro millones de viviendas vacías – que sí, que muchas en mal estado- pero que no nos tomen el pelo diciendo que el problema es que hay que liberalizar más suelo arrasando con los límites del planeta para hacer otra urbanización sin centro de salud y mucho descampado. Para que luego se rían del urbanismo con perspectiva de género. Claro, porque no te toca a ti, volver por esa calle a casa.
Estamos diciendo basta a operaciones especulativas y ventajas fiscales que permiten que un fondo buitre se haga con nuestra casa, la residencia de tu abuela o la compañía energética y no pase nada.
Estamos diciendo basta a las dos heridas abiertas que atraviesan la Comunidad de Madrid: cuatro años sin luz en Cañada Real y más de una década de despropósitos en San Fernando de Henares.
Estamos diciendo basta a que eso de la vivienda pública suene lejano, como algo de Viena u Holanda y aquí sea más fácil que te toque la lotería que una casa, o que la vivienda pública pueda dejar de serlo y sea privatizada cuando al gobierno autonómico de turno le de la gana.
Y a qué un joven y un no tan joven tenga que destinar el 60, 70, 80 o 90% del salario a pagar el alquiler, o a que darse una vuelta por Idealista sea un foco de angustia o de ansiedad. Pero también a que te veas obligado a compartir piso, y que, entonces, te cobren un riñón por una habitación. A que se frustre o se retrase tu deseo de conformar un hogar. Al chabolismo vertical.
Estamos diciendo basta a que el Banco Central Europeo decida si puedo pagar la hipoteca mañana.
Y al desahucio de una vecina que bien podrías ser el tuyo pasado mañana.
Cada uno que piense en su motivo. Lo cierto es que sobran.
Nos vemos el 13 de octubre, porque ya basta.
Comentarios
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