Otras miradas

Otra pija hablando de esfuerzo

Israel Merino

La diputada del PP y presidenta de Nuevas Generaciones, Bea Fanjul, conversa con otro diputado. EUROPA PRESS/Eduardo Parra
La diputada del PP y presidenta de Nuevas Generaciones, Bea Fanjul, conversa con otro diputado. EUROPA PRESS/Eduardo Parra

Me acuerdo mucho de La suerte de Jim, novela de Kingsley Amis donde un personaje pijo y asqueroso llamado Bertrand Welch, hijo del rector de la universidad donde se desarrolla la historia, finge currar cual animal en su carrera como pintor cuando solo es un nepobaby insufrible y pretencioso.

Welch, que de lecciones infames sabe un rato, no se conforma solo con no hacer ni el huevo y creerse una especie de proletario de la pintura, sino que se dedica a presumir de lo supuestamente focalizado que está en su obra – mentira – y de pregonar una mala suerte de vida bohemia fingida cuando el tipo solo consagra su tiempo a no hacer absolutamente nada mientras, eso sí, exige a los demás una devoción que jamás predica con el ejemplo: es el candidato perfecto a portavoz de las Nuevas Generaciones del Partido Popular.

Este fin de semana, la organización juvenil del partido de derechas celebraba uno de sus actos en Madrid, un ritual extrañísimo donde, además de hacer una entrevista surrealista en formato podcast a Isabel Díaz Ayuso – aunque de este tema ya hablaremos –, daban micrófono y espacio a Bea Fanjul, presidenta de la organización.

Fanjul, mujer de treinta y tres años que lleva desde los dieciocho en el PP y a la que no se le conoce palo al agua fuera de la tetita inflamada de la bestia popular, se vio con el valor suficiente, pues supongo que del síndrome del impostor solo ha oído hablar en los telediarios del mediodía, para subir al estrado a hablarnos de meritocracia a los jovencitos indefensos.

La señoritísima, egresada de la Universidad de Deusto, cuna de las élites familiares vascas, tuvo la inestimable bondad de regalarnos una necesaria lección de meritocracia y hacernos saber no solo que el esfuerzo se ha relegado a un segundo plano, sino que ahora, según ella y sus colegones de calcetinitos finos, a los chavales les da exactamente igual aprobar o suspender – iba a inventarme un chascarrillo para explicar que a la mayoría de los estudiantes que no van a Deusto no solo no les da igual aprobar o suspender, sino que necesitan sacar matrículas de honor para ahorrarse la pasta de unos cuantos créditos del curso siguiente, pero a estas alturas de la película solo me quedan fuerzas para morirme –.

El caso es que lo que más gracia – "gracia" – me hizo vino justo después, cuando a la Baronesa Deusto se le secaron los modales y en plena declamación pública en denuncia contra la precariedad, escapándosele incluso un taco en la frase – está a dos noches de atracar guiris en Benicassim para pagar el impuesto de patrimonio –, siguió con su exposición para alzarse como portavoz de una generación que no puede pagar el alquiler ni comer pescado.

En serio, no sé qué diablos pasa que siempre tiene que venir un cojo a hablarnos de maratones y una pija nacionalista a darnos un discurso contra la precariedad; no entiendo qué escrúpulos como microbios debes tener para subirte a un estrado a dar lecciones de meritocracia y pobreza juvenil cuando te has pasado toda tu existencia pegadita a la élite y, cual Bertrand Welch, te has permitido el lujazo de hacer el ganso unicejo sin invertir una sola milésima de segundo en preocuparte por tu futuro.

Tú, Baronesa Deusto, no tienes ni puñetera idea de lo que es plantearte dejar los estudios porque necesitas currar urgentemente para pagar el alquiler; no sabes lo que es encontrar un curro nuevo y que la ansiedad te paralice desde el minuto uno porque sabes que te vas a la mierda si fallas; no sabes lo que es vivir con la jodida espadita de Damocles – dudo mucho incluso de que sepas qué es la espadita de Damocles – desde que te levantas de un brinco por la mañana, cuando miras por la ventana – si es que tienes la fortuna de vivir en una casa con ventana – y piensas que si saltas, te estrellas: no hay red que te sostenga, estás a un día de quedarte dormido y llegar tarde al trabajo de que tu vida se derrumbe cual anciano anoréxico.

Ten un poco de decencia, por favor, antes de darnos lecciones de nada.

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